Mercedes toma el rumbo de la electrificación pasando por los vehículos híbridos enchufables

El consorcio alemán Daimler lleva tiempo pisando el acelerador hacia la movilidad eléctrica, aunque hasta ahora lo ha hecho de manera discreta, entre otras razones, para amortizar el ingente capital que representan los motores de combustión que ha desarrollado en sus más de 130 años de historia. Básicamente, la posición de la matriz de Mercedes-Benz no difiere mucho de la del resto de los fabricantes, solo que en su caso las cifras son abrumadoras en virtud del formidable músculo financiero de que disfruta.

Veamos. El fabricante alemán planea invertir 10.000 millones de euros en ampliar su familia de vehículos eléctricos EQ, cuyo abanderado ha sido el EQC, un SUV del que ya te hemos hablado en este artículo. En junio de 2020, ese catálogo de vehículos cero emisiones tendrá un nuevo miembro, el monovolumen de lujo EQV, que se fabricará en la planta de Mercedes en Vitoria, en lugar del eVito, y anuncia 405 kilómetros de autonomía y alrededor de 200 CV de potencia.

Daimler destinará otros 20.000 millones de euros a la adquisición de celdas para baterías de sus modelos dotados de algún grado de electrificación, y desarrollará una red mundial de fábricas de estos sistemas de almacenamiento que en el futuro se compondrá de nueve plantas repartidas por tres continentes.

De 13 a 20 modelos PHEV en 2020

La idea de Mercedes-Benz es regular con mucha precisión la transición al vehículo 100% eléctrico con el fin de obtener el máximo rédito del mucho conocimiento y tecnología acumulados por la marca en su larga historia. Además de comercializar modelos de hibridación suave, apuesta muy decididamente por los híbridos enchufables (PHEV), que en su caso se basan tanto en motores de gasolina como diésel, a los que en Stuttgart auguran todavía mucho recorrido.

El número de versiones PHEV pasará de las 13 actuales a 20 a lo largo del año próximo. La oleada se iniciará nada más comenzar 2020 con el lanzamiento de los A 250 e, B 250 e y GLC 300 e, todos ellos con motor de gasolina, y del GLE 350 de, este con propulsor diésel.

En la hoja de ruta de Daimler figura el objetivo final de ser un fabricante completamente neutral en emisiones de CO2 para 2039, tanto en lo que se refiere a los vehículos nuevos que ponga en el mercado como a sus procesos de producción. Entre los hitos intermedios de esa carrera están descarbonizar enteramente su producción en Europa antes de 2022 y asegurarse en 2030 que la mitad de su gama sea eléctrica o híbrida enchufable.

Las inversiones señaladas tendrán como contrapartida recortes de personal que supondrán la desaparición de 10.000 empleos en todo el mundo hasta finales de 2022, una criba centrada especialmente en trabajadores de departamentos de Administración y en directivos, cuyo número se reducirá un 10% a nivel global.

Inmersa en lo que califica como la mayor transformación que la industria del motor ha experimentado en su historia, la de la adopción de la movilidad eléctrica, la marca ha decidido pertrecharse poniendo en marcha un proceso, consensuado con los sindicatos, en el que prevé ahorrar 1.400 millones de euros en gastos de personal para finales de 2022. El recorte en recursos humanos afectará aproximadamente al 3% de su plantilla, que supera los 300.000 empleados.

Mirando a su competencia más directa, Audi ha anunciado hace pocos días la eliminación de 9.500 empleos en Alemania, también con el objetivo declarado de invertir en el coche eléctrico y autónomo, y BMW, el tercero de los fabricantes premium germanos, ha suprimido las bonificaciones a sus trabajadores para evitar tener que tomar en el futuro decisiones más terminantes. Por su parte, el fabricante de componentes Continental despedirá a 20.000 trabajadores y otro gigante, Bosch, hará lo propio con 3.500 personas.