Obligado por un diseño exterior elevado al nivel de arte, según palabras de Ikuo Maeda, máximo responsable de los modelos más recientes, el Mazda3 de la cuarta generación ha llevado hasta el límite el cuidado en los detalles. Encontrar los caminos por donde se cuela el ruido exterior, mitigarlo rediseñando, por ejemplo, la construcción interior de las puertas para aislar el hueco de los altavoces, o sentarse con los proveedores de caucho para elegir aquellos compuestos que mejor se comportan aislando el bloque motor del chasis, son una serie de molestias que muy pocas marcas se toman con el ahínco de los de Hiroshima.
El solo hecho de acceder al interior del Mazda3 y cerrar la puerta ha conseguido trasmitir una sensación de calidad, por encima de cualquier competidor del segmento de los compactos.
Para basarlo en datos, se ha medido el volumen, el tono y la dirección de los sonidos y las vibraciones que llegan al oído de los pasajeros. Y mediante la aplicación de conceptos derivados de la arquitectura, como las cámaras de aire o el confinamiento de espacios huecos, se ha conseguido controlar las fuentes de ruido más comunes, sin añadir peso. El resultado es tan notable, que rompe el paradigma clásico que señala que, a mayor masa, mayor capacidad de absorción.
En busca del agujero perdido
Un aspecto tan aparentemente insignificante como el tamaño o la posición de los agujeros que se troquelan en la moqueta para dejar los obligados huecos para los soportes de los asientos, cinturones, pedales, palanca de cambios o cableado resultaron ser pólvora para el sonómetro: representando solo el 1% de la superficie, reducían la capacidad aislante del recubrimiento ¡un 30%! Solucionarlo a la manera de Mazda obligó a reunir a todos los equipos internos responsables de que los agujeros estuvieran ahí… y al fabricante mismo de la moqueta.
La adición de elementos aislantes más pequeños, una vez concluido el montaje principal, consiguió recuperar el sonido. Tan laborioso, como efectivo.
Claro que para ingeniería sofisticada como solución a un problema aparentemente sencillo, que se lo digan al interior de las puertas. Éstas, en la generación anterior del Mazda3 y en el cualquier vehículo común, tienen practicado un enorme agujero entre el panel intermedio para acomodar al altavoz. Básicamente construido en plástico y papel como elemento de resonancia, hace que el sonido del exterior del coche se cuele como si lo hiciera a través de un embudo hacia la rejilla interior. ¿La solución? Construir una puerta con un panel intermedio, reducir al mínimo el espacio para las intervenciones sobre el elevalunas y el mecanismo de la cerradura y cambiar la ubicación del altavoz. ¡Todo nuevo!
La música, en auténtica alta fidelidad
Mazda cree honestamente que sus coches enriquecen a aquellos que los utilizan. Y por este motivo, el automóvil puede resultar en muchos momentos de la vida de las personas, un refugio en el que aislarse o embarcarse activamente en la búsqueda de sensaciones. El equipo de música forma parte de este refugio, y toda vez que el aislamiento del nuevo Mazda3 raya máximos, el trabajo que ha hecho la firma estadounidense Bose con 12 altavoces cuidadosamente orientados merece la pena ser experimentado por cualquier ocupante.
Teniendo en cuenta la forma en la que los sonidos rebotan dentro del habitáculo y el mejor lugar para que el sonido sea percibido por el oído, los altavoces de graves se han colocado en los extremos del parabrisas, los de agudos cuidadosamente camuflados en el pilar “A”, lo medios arriba de las puertas (por primera vez), en el centro del salpicadero y mirando hacia adelante en el pilar “C”, con el resonador en compartimento de la rueda de repuesto del cinco puertas o en la bandeja del sedán.
Orden en el ruido, capacidad máxima de absorción en los materiales y cuidado por el detalle, convierten al nuevo Mazda3 en un regalo para los sentidos; también, para el oído.