El motor alimentado por agua es una vieja aspiración que ha dado lugar a toda clase de esperanzas utópicas, asentadas en el bajo precio del líquido elemento en latitudes como la nuestra, así como a teorías de la conspiración. En la mayor parte de estas últimas, son las compañías petroleras las responsables de haber boicoteado el invento del siglo, y basta asomarse a cualquier foro sobre el asunto en internet para descubrir incluso acusaciones de asesinato de quienes osaron continuar por la vía del agua.
En la España de los 70 tuvimos a nuestro propio inventor de un motor de agua. El perito industrial e inventor extremeño Arturo Estévez Varela, quien patentó un propulsor que funcionaba con agua “fresca, limpia y pura de un botijo” y unas pequeñas piedras…
Resultó que el motor andaba, sí, pero no solo resultaba ineficiente sino que tenía truco. Aquellas “pequeñas piedras” no eran sino boro, carísimo entonces y también hoy. La reacción entre el agua y el boro genera hidrógeno, de tal manera que el artilugio de Estévez era más bien un motor que anticipaba lo que luego habría de llamarse pila de combustible.
Así, muchos de los que se refieren al motor de agua están hablando en realidad de diversas variedades de motor de hidrógeno. El agua, de todos modos, no ha dicho la última palabra. Hace poco hemos sabido que Bosch ha ideado un sistema de inyección de agua que reduce hasta un 13% el consumo de combustible, especialmente la quinta parte del total que se derrocha refrigerando el motor cuando se le demanda mucha potencia al acelerar a fondo o circulando a alta velocidad si se tiene a mano una autobahn.
La marca BMW ha sido la primera en utilizar este sistema en un coche de serie, el M4 GTS, un pepino de seis cilindros, turbo y 500 caballos que, al decir del fabricante, mejora su rendimiento y reduce el consumo gracias al novedoso dispositivo de Bosch.
El invento parece ideal para los pequeños motores de tres y cuatro cilindros de muchos de los coches de hoy, pero los responsables de la compañía de componentes aseguran que la inyección de agua sienta muy bien igualmente a los propulsores turboalimentados y muy potentes como el del M4 GTS.
El principio por el que se ha regido Bosch es el siguiente: en la mayoría de los motores de gasolina de hoy se inyecta combustible adicional para evitar que el bloque se sobrecaliente; ese carburante se evapora sin hacer otra cosa que refrigerar, por lo que es susceptible de ser sustituido por una película de agua en el colector de admisión justo antes de que el combustible se inflame.
Así pues, los partidarios del mal llamado motor de agua pueden volver por sus fueros. Al menos el motor con inyección de agua está más cerca de su ideal que el propulsor de hidrógeno de Arturo Estévez y los muchos que, sin subterfugios, han venido a continuación.