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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

El día que Maradona quiso partir Italia en dos

En la previa a la semifinal del Mundial de Italia de 1990 Argentina se enfrentó a Italia en el Stadio San Paolo, la casa que tenía por dios a Diego Armando Maradona. El partido llegaba precedido de un enfado mayúsculo de los argentinos, con Maradona a la cabeza, por la hostilidad que percibían de la afición italiana.

Todo empezó a torcerse en el partido inaugural que Argentina, como vigente campeona, disputó ante Camerún en Milán. El público, mayoritariamente italiano, pitó el himno argentino y animaba con pasión a los cameruneses. Algo más de la empatía que se demuestra por el más débil.

Pero Maradona tenía un plan de choque ante una dinámica que no le convenía a la albiceleste. Conocía perfectamente la fractura social norte-sur italiana y quería colocar una dinamita en el medio. Así lo contó en su autobiografía Yo, el Diego: “Después en la conferencia de prensa fui irónico, pero dije una gran verdad: ”El único placer fue descubrir que, gracias a mí, los italianos de Milán dejaron de ser racistas: hoy, por primera vez, apoyaron a los africanos…“.

Argentina sufrió de lo lindo para clasificarse como tercera de grupo. Eliminó con agonía a Brasil en el famoso partido de los bidones de agua con sedantes y superó a Yugoslavia en los penaltis. Y de aquella manera se toparon en semifinales contra Italia. Los anfitriones habían disputado todos sus partidos en el Estadio Olímpico de Roma. Allí habían derrotado a todos sus rivales sin recibir un solo gol en contra. Eran favoritos. Pero la semifinal contra Argentina presentaba una complicación. El partido debía jugarse en Nápoles. La ciudad en la que Maradona se había convertido en un dios.

El astro argentino lanzó una bomba en los días previos: “Le piden a los napolitanos que sean italianos por una noche, mientras que los otros 364 días les llaman terroni”. Esa era la palabra con la que se insultaba a los italianos del sur en el norte de Italia. Es algo más que “paleto” y con un sentido casi racista. Una expresión que les gustaba usar a los líderes de la Lega Norte. Así llamaban a los obreros que habían cruzado el país para trabajar en las fábricas de los empresarios ricos del norte. Maradona conocía la herida abierta y se la recordó a los napolitanos. “Bienvenidos a Italia” era una pancarta habitual para recibir al Nápoles en los partidos que se jugaban en Milán, Génova o Turín.

“Me disgusta que ahora todos les pidan a los napolitanos que sean italianos y que alienten a la Selección... Nápoles fue marginada por el resto de Italia. La han condenado al racismo más injusto”, afirmaba Maradona en su autobiografía.

La apuesta no le salió mal a Maradona. Para empezar, ese 3 de julio de 1990, no se pitó el himno. Y el aliento desde la grada a favor de Italia no fue clamoroso. Los jugadores azzurri lo notaron. Algunos ilustres aficionados del Nápoles como el escritor Roberto Saviano o el cineasta Paolo Sorrentino han admitido que esa noche animaron a Argentina.

“No he tenido la sensación de contar con un apoyo absoluto”, dijo el seleccionador Azeglio Vicini al acabar el partido. Bergomi, el capitán de la selección compartió el sentimiento: “Roma era toda para nosotros. Hoy no ha sido así”. Argentina había ganado en penaltis a Italia. Los anfitriones estaban hundidos y muy dolidos con astro del Nápoles.

Y se lo hicieron saber en la final de Roma. Cuando sonó el himno argentino la pitada apenas dejaba escuchar los acordes. Maradona, con un enfado monumental, esperó hasta que la cámara se acercó a su posición para gritar: “Hijos de puta, hijos de puta”. Argentina volvía a jugar de visitante. Perdió con un penalti dudoso y el Diego recogió llorando la medalla de subcampeón. Maradona cayó en una espiral autodestructiva que acabó estallando cuando en marzo de 1991 dio positivo por cocaína en un control antidoping. La sanción de 15 meses puso un triste final a su mítica carrera en el Nápoles.

Mientras tanto, en Rusia 2018

Debacle árabe

Las selecciones de Egipto, Arabia Saudí y Marruecos fueron las primeras eliminadas del Mundial tras los resultados de ayer. Los faraones y los saudíes cayeron en el grupo A en el que se han clasificado Rusia y Uruguay a los que sólo les queda disputarse el primer puesto. Uno de los dos podría ser el rival de España en el caso de que la selección de Fernando Hierro logré su pase en el tercer partido en le que le vale un empate.

En la previa a la semifinal del Mundial de Italia de 1990 Argentina se enfrentó a Italia en el Stadio San Paolo, la casa que tenía por dios a Diego Armando Maradona. El partido llegaba precedido de un enfado mayúsculo de los argentinos, con Maradona a la cabeza, por la hostilidad que percibían de la afición italiana.

Todo empezó a torcerse en el partido inaugural que Argentina, como vigente campeona, disputó ante Camerún en Milán. El público, mayoritariamente italiano, pitó el himno argentino y animaba con pasión a los cameruneses. Algo más de la empatía que se demuestra por el más débil.