Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
La portada de mañana
Acceder
La declaración de Aldama: “el nexo” del caso Ábalos apunta más arriba aún sin pruebas
De despacho a habitaciones por 1.100 euros: los ‘coliving’ se escapan de la regulación
Opinión - ¿Misiles para qué? Por José Enrique de Ayala

Javier Castro Flórez, editor y escritor: “Llevan años poniendo la esquela a los libros, pero siguen de parranda”

Javier Castro Flórez, editor y escritor

Elisa Reche

Murcia —

0

'Lo que lee un editor' (Newcastle Ediciones) es a la vez un diario de lecturas y de vida. El editor y antiguo galerista Javier Castro Flórez (Plasencia, 1966) reúne en un tomo de su propia editorial las reseñas literarias que ha ido publicando durante 2018 y 2019 en el diario La Opinión de Murcia.

Afincado en Murcia, Castro Flórez ya recogió su experiencia de diez años como galerista en 'El clavo solitario'. Además de poner en marcha Newcastle Ediciones en 2015, el autor extremeño fundó junto con Marisol Salanova la editorial Micromegas, centrada en ensayos sobre arte y cultura contemporánea. Prologado por Antonio J. Ubero, 'Lo que lee un editor' se presenta el miércoles 19 de febrero a las 20h en el Museo Ramón Gaya.

Editar libros en Murcia, ¿es casi un acto heroico? ¿por qué te decidiste a hacerlo?

Me gusta mucho Murcia y, aunque no soy de aquí, con los años empecé a sentir que estaba en mi casa y por eso quise que fuera un sitio mejor. Cuando comencé a editar libros esto era más bien un páramo, por eso pensé que hacía falta un proyecto editorial bonito. Es verdad que no es un lugar fácil para hacer libros, pero nunca tuve la intención de que tuvieran simplemente alcance regional. Siempre soñé con que una editorial murciana perfectamente pudiera tener una proyección nacional.

Has trabajado como galerista y también como editor. Ambos son trabajos solitarios y que implican una determinada responsabilidad pública, a pesar de que hayan sido iniciativas privadas. ¿Cómo vives esas tensiones? ¿Cómo sufre la cultura, en general, estas tensiones entre los intereses públicos y privados?

Llevo veinte libros editados gracias a que los lectores han ido comprándolos. Por eso siento una enorme gratitud hacia ellos y, a la vez, la responsabilidad de intentar editar textos de calidad para no decepcionarlos. La tarea de la administración –creo-sería fomentar la lectura y que existan bibliotecas públicas con buenos fondos. Creo que mi labor privada y la de los responsables públicos deben ir en esa dirección: la de conseguir que seamos una sociedad más culta y, por ello, más crítica. Respecto a las tensiones entre lo público y lo privado es un jardín en el que prefiero no meterme.

¿Lees un libro desde el placer más ingenuo o siempre tienes al editor en mente interfiriendo en la experiencia?

Leo desde el placer, pero no lo calificaría de ingenuo ni libre de interferencias. Es más, creo que a veces el placer está en esas interferencias, en esas apelaciones que le hace a uno el texto y en los diálogos que uno establece con él.

Como lector y como editor: ¿cuáles son tus obsesiones?

Como lector creo que mi principal tema de interés es el tiempo y la capacidad de determinados libros de salvar cosas del rodillo, de la polvareda del olvido. Tal vez porque fui muy tímido de joven espero encontrar en los libros una voz que me hable. Como editor me obsesiona hacer libros que hagan del mundo un sitio más brillante y, además, que sean baratos para que la gente pueda comprarlos

¿Qué te permite el hecho de leer?

Leer me ha hecho más humilde. De joven yo pensaba que era muy inteligente, pero los libros me han curado de ese absurdo orgullo. También me han hecho más resistente a las adversidades y, en general, más feliz.

¿Las redes sociales e internet acercan los libros a los lectores o nos hacen perder el tiempo de modo que abrir un libro parezca de otra década?

Las redes sociales pueden acercarnos a los libros pero es verdad –entono el mea culpa- que perdemos un montón de tiempo con ellas. Menos mal que un día tiene 24 horas y hay tiempo para todo. Respecto a los libros soy optimista, creo que hay libros para rato. Los que venden Kindles llevan años poniendo la esquela a los pobres libros, pero parece que de momento éstos no están muertos sino que siguen de parranda.

Etiquetas
stats