Sus descubridores la han bautizado como Cueva de las Muelas. Quizá por su inaccesibilidad, ha permanecido inadvertida durante siglos, puede que milenios. Apenas una grieta en un abrigo de la pared de la Sierra de Orihuela, en Santomera. Sin embargo, una inesperada oquedad en su interior esconde algo que podría contribuir a arrojar luz sobre el pasado remoto de la región. Se trata de los restos óseos de entre cinco y siete personas (de momento), de unos 5.000 años de antigüedad, según estiman los arqueólogos.
“Podrían ser los primeros habitantes de Santomera, nuestros antepasados más antiguos”, aventuran desde Patrimonio Santomera, la asociación responsable del hallazgo.
Consideran que los huesos “no pertenecen a la época argárica (entre el 2300 y 1500 a.C.). Con toda probabilidad, son del neolítico o calcolítico”.
En todo caso, “se requiere un estudio más en profundidad para sacar conclusiones definitivas”.
Los argáricos acostumbraban a enterrar a sus muertos bajo la vivienda. Las cuevas sepulcrales, en cambio, son típicas del calcolítico o Edad del Cobre (del 5000 al 3000 a.C.).
El hallazgo tuvo lugar el pasado mes de diciembre, cuando Miguel Pallarés, miembro de Patrimonio Santomera, se asomó a la minúscula grieta durante una prospección: “Al principio pensé que era una madriguera”, relata.
Ésta, sin embargo, se reveló como algo mucho más interesante: Conducía a una sorprendente sima de siete metros de profundidad oculta en la montaña.
Con el fin de explorar este capricho natural y ya sospechando que podría contener restos arqueológicos, dos técnicos de la asociación lograron penetrar por ella y descender con cuerdas hasta el fondo del pozo. Allí descubrieron, dispersos, los huesos.
Poblado cercano
No muy lejos de la Sima de las Muelas se alza el cabezo Malnombre. En las faldas de este monte existen evidencias de asentamientos humanos que, se cree, se remontan al calcolítico.
“Eso y la cercanía del cabezo de la Mina nos puso sobre la pista de que debía haber enterramientos en el entorno”, explican desde Patrimonio Santomera.
De hecho, el de las Muelas es sólo uno de los diez sepulcros, algunos múltiples, que los investigadores han localizado en la zona. Se extienden a lo largo de kilómetro y medio por la pared de la sierra y en el Cabezo de la Mina, todos en pequeñas cuevas: “Algunos cuerpos están enterrados; otros, metidos en grietas”.
Según los arqueólogos, todo apunta a que los enterramientos están conectados entre sí y en relación al cabezo Malnombre.
Culturas perdidas
En los yacimientos no han sido hallados hasta el momento adornos, armas o utensilios que puedan proporcionar pistas sobre cómo fueron las vidas de sus ocupantes. Poco o nada podemos saber sobre sus creencias o su visión del mundo.
Sí podemos aventurar que observaron algún tipo de culto animista, vinculado a la tierra y sus ciclos, que dotaba a la montaña de carácter sagrado. Por esta razón hubieran elegido los recovecos de la sierra de Orihuela para enterrar a los suyos.
Se plantea también la posibilidad de que esta gente sepultara únicamente partes del cuerpo, puesto que, por ahora, los arqueólogos sólo han encontrado fragmentos de cráneos, vértebras y costillas, mandíbulas, pelvis o falanges.
En todo caso, la investigación se halla en su fase inicial y toda conclusión es precipitada.
Finalizada la primera prospección y redactada la memoria, Patrimonio Santomera se propone solicitar a la Dirección General de Bienes Culturales el permiso para iniciar una segunda campaña. Se muestran seguros de que ésta traerá nuevos hallazgos que ayudarán a comprender mejor el mundo de nuestros ancestros: “No descartamos el descubrimiento de más enterramientos”, consideran.
Contemplando el paisaje desde la Cueva de las Muelas al atardecer, esto parece más que posible: La cima del cabezo Malnombre queda a nuestros pies mientras las grajas vuelan en círculos sobre nosotros. Más allá se ve el cabezo de la Mina. Ambos montes están repletos de huellas arqueológicas de nuestro pasado como especie.
La pared de la sierra de Orihuela se extiende a ambos lados y cada recoveco parece la promesa de un inminente descubrimiento.