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Diego Sánchez Aguilar: “No hablamos del sexo real”

`Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino´no es ningún tratado sexual. Eso sí, con el hilo conductor del sexo el escritor y profesor cartegenero disecciona la soledad, el fracaso, la incomunicación o el cansancio de unos personajes a quienes vemos reflejados en sus momentos más íntimos y patéticos. El sexo -y la vida- no es como nos lo contaron. 

¿Las palabras nos tienen o las tenemos nosotros a ellas? En su relato ganador del Rendibú no queda claro...

La idea del relato es que las palabras nos tienen, que son como un virus. Lo que pasa es que la idea de que somos nosotros los que poseemos a las palabras es una idea muy poderosa y arraigada de la que cuesta desprenderse.

Pero cuando escribes te das cuenta de que no hay un más allá. Somos nuestras palabras, lo que nuestras palabras nos dejan ser. Habitamos dentro de ese lenguaje y es nuestro único horizonte posible.

Tengo curiosidad por saber si los hombres de España de mediana edad ven la web YouPorn porque su libro da esa impresión. ¿Por qué decidió diseccionar la vida sexual de las personas?

Respecto a lo primero, no conozco a todos los hombres de España, pero puedo decir que, de los que conozco, todos o casi todos consumen pornografía. Y tal vez esa fuera una de las razones que me llevaron a elegir el sexo como un medio para diseccionar la sociedad actual. Porque la idea del libro era esa. No diseccionar la vida sexual de las personas, sino utilizar el sexo como elemento de frustración e insatisfacción para analizar, desde ese punto interior y oscuro, la sociedad que habitamos ahora mismo.

A pesar de que en un primer momento el hilo conductor del libro sea el sexo, a mí me ha parecido que es la soledad, ya sea en pareja o sin ella ¿Está tan sola la clase media occidental?

Pues eso se relaciona mucho con la pregunta anterior, con el consumo de pornografía, porque la clase media está sola frente a sus deseos o aquello que se ve obligada a desear. Además, es una clase inexistente, sin conciencia de clase. En la oligarquía, en cambio, sí que hay un fuerte sentimiento de clase que se defiende y hace piña. Valga como ejemplo el famoso compiyogui de Letizia, y todo lo demás merde.

Por otro lado, la presencia de la soledad es una manera de indagar en las mecánicas del deseo, que siempre se desarrollan en silencio y soledad. 

Otro aspecto que me ha llamado la atención es la falta de comunicación sobre sexo entre los personajes, ¿no hablamos de sexo?, ¡pero si incluso vimos un programa de televisión con ese nombre en los noventa!

Pero de qué sexo hablamos, esa es la cuestión. Yo creo que no hablamos del sexo real, del sexo que tenemos en nuestra vida cotidiana. Yo no le cuento a mis amigos o familiares cómo o cuándo he hecho el amor. No es como pasa con la comida, por ejemplo, que nos pasamos la vida recomendándonos restaurantes, contando lo bien o lo mal que hemos comido. La mayoría de la gente no nos cuenta lo bien o lo mal que ha follado. Por tanto, no creo que realmente hablemos de sexo.

Sí es cierto que el sexo está muy presente en la televisión, en la publicidad, en las revistas tipo Cosmopolitan, pero de lo que nos hablan es del sexo que no tenemos, del sexo que deberíamos tener, creando así esa insatisfacción que domina a los personajes de los relatos.

Si uno lee la Constitución, la Declaración de Derechos, los programas de los partidos políticos, lo que dicen los telediarios tendrá una imagen muy alejada de lo que realmente es. Estamos dejando morir a los refugiados sirios, los estamos vendiendo a Turquía; pero si uno oye a los políticos firmantes del pacto, solamente escuchará hablar de justicia y humanidad. Pues lo mismo ocurre con el sexo. Por eso me interesaba el sexo como puerta de entrada al análisis de nuestra sociedad porque refleja perfectamente esa doble cara: el sexo que se nos vende y el sexo que vivimos. 

¿A usted no le ha dado ningún pudor escribir de sexo?

Cuando escribo, no tengo pudor alguno. Es el libro el que manda. Y este libro me pedía esa crudeza que abunda en los relatos. Otra cosa es cuando se publica, y veo, por ejemplo, a mi madre con el libro en las manos; ahí sí viene el pudor.

 

¿Lo privado también es político?

Es que no creo que exista lo privado. Lo privado es el deseo, que se vive, como ocurre a los personajes de los relatos, en silencio y soledad. Pero el que vivan el deseo en esa esfera de lo privado no quiere decir que eso sea algo individual y único.

Sus deseos son una manifestación política porque los deseos de la clase media están totalmente dirigidos por nuestra cultura: los libros, periódicos y revistas, películas, anuncios, televisión y redes sociales nos dicen qué debemos desear.

En el libro tiene la posición de un entomólogo, pero se percibe el estilo indirecto libre en algunos relatos en los que el narrador se identifica parcialmente con un personaje `outsider´, como en el caso de `Comida de empresa´, `Cuba´ o `Vecinos´. ¿Se siente un poco fuera del sistema, hasta un cierto punto, claro?

No me siento nada fuera del sistema, al contrario. Me siento totalmente dentro del sistema. Por eso elegí esa posición de entomólogo: para salir y tomar aire y tomar perspectiva y verme a mí y a mis vecinos desde fuera. Es uno de los privilegios de la literatura, esa distancia que nos permite aprender a mirarnos como extraños.

En el fondo del libro se aprecia la crisis económica, la crisis de los cuarenta... ¿No estamos donde queremos/nos prometieron?

Claro, esa es la idea del libro. Todos los personajes se sienten estafados, sienten que la vida es una gran injusticia, uno de los relatos se titula así precisamente, porque creo que esa es la esencia de la clase media y la idea del libro es que el sexo, con su componente de insatisfacción perpetua, reflejara la eterna insatisfacción de la clase media.

Así como en el sexo, el deseo se renueva inmediatamente después de cada coito; en nuestra sociedad, que imita la mecánica sexual a través del consumo, el deseo se renueva después del breve orgasmo de posesión que supone la compra. En cuanto este hecho de posesión ha sido consumado, una oleada de estímulos vendrá a hacernos olvidar cualquier satisfacción, y a colocarnos de nuevo en la lanzadera de la desesperación o el tedio.

Escribe poesía, microrrelatos y también el recientemente publicado libro de relatos `Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino, ¿qué le lleva de un género a otro y qué le da cada uno?

Mi poesía tiende mucho a lo épico y, en ese sentido, se acerca a veces a lo narrativo: suelo crear un personaje y un mundo que ese personaje habita. Parto de la idea de un libro dentro del cual cada poema es una pieza. En la narrativa también me interesa la idea de libro, como en `Nuevas teorías sobre el orgasmo femenino´, que es antes una unidad que puede leerse como una novela más que una reunión de relatos.

La principal diferencia es que en la poesía busco más un pensamiento simbólico, mientras que en la narrativa prefiero incidir en lo analítico y lo sociológico.

En cuanto al microrrelato, he de reconocer que es un género que he practicado poco, y siento más cercano a la poesía.

Usted es profesor: ¿han leído sus alumnos su libro? ¿Es posible contaminarles del amor a las palabras?

No suelo hablarles a los alumnos de mis libros. Ahí sí que soy pudoroso. Pero el amor a las palabras se lo intento inculcar cada día e intento hacerlo a través de textos literarios.

Lamentablemente, en los últimos años ha habido una fuerte corriente pedagógica y política contra la literatura. Esta está prácticamente desapareciendo de los planes de estudio, y los profesores de Lengua y Literatura nos vamos convirtiendo en profesores de comunicación.

Se considera ahora que usar textos literarios en clase es anticuado y elitista, y estos se van sustituyendo por textos `de la vida cotidiana´ como anuncios o mensajes de redes sociales. El simple hecho de considerar el texto literario como algo excluido `de la vida cotidiana´ ya da idea de por dónde van los tiros. Pero, en este sentido, me considero inflexible.

¿Ha encontrado una nueva teoría del orgasmo femenino, en todo caso?

Evidentemente, el título es una provocación, un juego irónico con esos titulares de revistas como el Cosmopolitan y similares, que siempre quieren enganchar con el reclamo del sexo. 

 Cuando escribo, no tengo pudor alguno 

Cuando escribo, no tengo pudor alguno