Encarnación Fernández, una de las cantaoras más grandes que ha dado La Unión, ha recibido en el salón de actos de la Casa del Piñón, de manos del alcalde Pedro López Milán, el Castillete de Oro del Festival a “su labor de embajadora de los cantes mineros”.
Emocionada hasta las lágrimas, la cantaora ha dado las gracias por el premio a todo el pueblo de La Unión: “es un gran orgullo para mí, tengo dos lámparas mineras y con este Castillete todos los premios que hay en el festival, muchísimas gracias al pueblo de La Unión”.
El alcalde ha recordado por su parte la actuación de Encarnación Fernández en la presente edición del Cante de las Minas: “la gala con su hijo fue una actuación estelar. Si hay una persona que se merece este Castillete esa es Encarnación, será muy difícil que su trayectoria sea igualada”, ha dicho Pedro López Milán.
Aunque nacida en Torrevieja en 1951, de niña se trasladó a La Unión donde ha transcurrido su vida personal y buena parte de su trayectoria profesional. Hablar de Encarnación es hablar de la familia Fernández, una saga con nombre propio en la historia del flamenco de la región de Murcia. Hija, hermana y madre de guitarristas.
De la mano de su padre se inició con siete años en los tablaos y siguió de adolescente, también como bailaora, con su hermana Bárbara con quien formó el grupo “Las gitanillas de bronce”.
Ganadora de dos lámparas mineras en los años 1979 y 1980, obtuvo también el Melón de Oro del Festival de Lo Ferro en 1988, junto a infinidad de reconocimientos en otras regiones como Andalucía, Cantabria o Extremadura.
Especialista en los cantes mineros, amante de la copla y admiradora de Marifé de Triana, el eco de su voz, puramente gitano, unido a su forma de entender el cante, revolucionó en los años setenta el concepto de estos palos flamencos.
Cuenta con dos grabaciones propias, una para Moviplay en 1981 con el título El cante hondo de Encarnación Fernández con la guitarra de su padre y maestro, así como una misa minera junto al cantaor Pedro Rabadán.