El lugar de la acción es una terraza en plena huerta de Murcia a mitad de julio. A pesar de que el sol ya se ha ido, el calor es sofocante y los comensales buscan alivio en la cerveza a los 35 grados de temperatura. En una esquina aparece un hombre con un micro, un loop y una gran sonrisa. En el momento en el que Marcos Martínez, más conocido como Grison, cuenta su primer chiste ya tiene al público en el bolsillo.
Grison es conocido por todos por su participación en el programa de La Resistencia, pero Marcos es un showman que aclimata el ambiente cantando 'Insane in the Brain' y consigue que todos rían a carcajadas imitando el sonido de las hélices de un helicóptero. Ha llegado a presentar un espectáculo en una tienda de urinarios en la que tuvo que poner el loop (instrumento que sirve para grabar sonidos en bucle) encima de un váter para poder sostenerlo. En otra ocasión, cuenta que un perro se acercó corriendo para morderle en mitad de otro trabajo cuando estaba imitando sonidos de animales. Habla de esto mientras ríe y aclara que tiene buenos recuerdos de todo lo que ha hecho.
¿Cómo te preparas un show mezclando beatbox (recreación de sonidos usando solo la boca) y humor? En la Resistencia siempre dices que es todo improvisado, pero aquí parece bastante.
Pues la verdad es que no, es todo improvisación. Tengo unos patrones básicos con los que seguir y sé por dónde tirar y tal, pero básicamente es improvisación. Escuchar al público. Nunca hago un show igual, cada día pasa una cosa distinta.
Dices que escuchas al público, ¿alguna vez te has encontrado con espectadores nada receptivos?
Claro, hay público muy malo y público muy bueno. Siempre intentas ser lo más profesional posible, pero la energía del público y el feedback es lo que me guía. Al final, con el paso de los años y con trabajar mucho de esto te vas encontrando público diferente, si ves que es un poco malo intentas tirar hacia adelante como sea. En estos casos hago cosas más musicales, ofrezco espectáculo para agradar a la gente y va para adelante igual.
¿Y qué pasa cuando el público es bueno?, ¿qué es lo más loco que has visto en un show?
Joer, ¿lo más loco? Muchas cosas. Acabar en una casa gigantesca de un tipo que salió en el show, que resultaba que era el alcalde de un pueblo. El tío me invitó y acabamos dos días de fiesta. Cosas así. Conoces gente de todo tipo. También recuerdo a un cantante senegalés que ejercía como tal en su país que se subió al escenario conmigo, y era muy bueno. Me ha pasado de todo, pero siempre con mucho buen rollo.
Con tu trabajo en La Resistencia has dejado claro que también eres cómico, ¿es algo que has tenido que trabajar ahora o es algo que ya traías de antes?
Es algo innato, algo que sale solo. Desde pequeño siempre he sido el típico capullo del instituto, el graciosillo de la clase; es algo que, quieras o no, llevas dentro. Siempre me ha gustado llevarme las cosas al humor y he aprendido cuándo las cosas funcionan o no funcionan.
¿Qué fue antes: el beatbox o el humor?
El beatbox, o las dos cosas a la vez. El beatbox sale de hablar con la gente, de hacer el tonto en las pruebas de sonido (yo antes era guitarrista en un grupo de funk), de ir probando e ir haciendo gracias, por lo que diría que es algo que sale a la vez.
¿Alguna vez pensaste que podrías llegar a vivir del beatbox?
¿Cómo estoy viviendo ahora? No. Pensaba que sobrevivir sí, pero vivir de una manera más estable en la que me puedo permitir hasta decir que no a algunos trabajos no me lo habría imaginado. Hay poca gente viviendo de este arte, es una cosa un poco underground todavía y hay muy pocos en el mundo viviendo de esto.
¿Dirías que es un arte que está denostado?
No. Yo creo que la gente lo flipa bastante y a poco que hagas se sorprenden mucho, y tiene muy buena acogida. Cuando haces un show así el público cree que es una técnica más difícil de lo que realmente es, pero la boca es un instrumento que trabajas bastante porque estás todo el día con ella, no es como las manos para tocar el piano.
Algunas personas consideran que un sintetizador o un ordenador nunca podrían ser considerados un instrumento musical, ¿crees que una voz y un loop pueden equipararse a una guitarra?
Yo creo que es hasta más complicado. La voz humana es el instrumento más bonito que hay: un coro de gospel cantando bien afinado es algo que tiene mucha potencia y te pone la piel de gallina. Sobre la gente que dice eso, diría que no hay que ser intransigente con el arte, porque un tío con una cremallera, si la afina y le echa horas, puede hacer algo muy bueno.
Ahora que tocas más la comedia gracias a La Resistencia, ¿alguna vez te has visto coartado por lo que llaman ‘los límites del humor’?
No, limitado no. Tú tienes que saber el momento de hacer una broma y a quién se la haces. Cuando estás bromeando con una persona y no le transmites una buena energía y no te importan sus sentimientos, después no te puedes excusar en que es una broma porque no es legal. No hay una limitación, hay un contexto y tu sentido común para saber qué bromas puedes hacer y no puedes hacer. Lo bueno de hacer un show delante de la gente es que puedes leer las miradas y el lenguaje no verbal, ver si una persona es proactiva a que se pueda tomar bien un comentario.
¿Se puede bromear con todo?
Con temas como feminismo, drogas, creencias religiosas o políticas siempre se puede hacer humor, pero con el objetivo de reírse; en el momento en el que la broma se utiliza para crear un conflicto ya no está bien. Ahí te pones un poco el límite tú, pero no hay un límite real. Luego, si la gente se siente ofendida con un chiste es que quizás no lo ha entendido bien o yo no lo he hecho bien. Tengo un filtro, pero hay algunas personas que a la mínima reaccionan. Yo intento hacer análisis de lo que digo, si no le encuentro un sentido negativo simplemente no puedo hacer nada.
Hablas del lenguaje no verbal del público, ¿es más difícil hacer un show frente a una cámara?
Que va, en La Resistencia estamos haciendo un programa en el que sabemos a qué público va dirigido, por lo que sabemos qué bromas podemos hacer. Claramente vamos con todo, porque la cadena (Movistar+) está siendo bastante permisiva con nosotros y vamos a muerte, pero siempre sabiendo dónde estamos.
Hablas de que tenéis bastante manga ancha, pero en abril el programa tuvo que retirar un vídeo del humorista Iggy Rubín por unos chistes sobre Ortega Lara, ¿qué piensas de esta decisión?
Lo entiendo perfectamente. Fue una cuestión en la que entraron terceros y la cadena hizo lo mejor para todos: no crear un conflicto. Se hizo lo mejor para que nadie saliese muy perjudicado y al final todo se ha calmado sin más daños.
Ahora se habla mucho de los ‘ofendiditos’, ¿crees que hay una criminalización hacia los que protestan por según qué ‘bromas’?
Sí que la hay, porque siempre ha habido un control de la información. Está todo politizado y siempre hay gente a la que le interesa que se digan ciertas cosas y otras que no se digan. Siempre que sale alguien hablando de lo que no tiene que hablar, viene otro detrás a dar caña y a llevárselo a su terreno y criminalizarlo. Debería haber una libertad de expresión real en la que todo el mundo pudiera decir todo lo quisiera, dentro de no entrar en un conflicto violento ni humillar a nadie.
¿Crees que hay una barrera en la libertad de expresión?
Una persona adulta y con cierto criterio tiene que saber dónde está el punto de conflicto. No puedes meter a un rapero en la cárcel por decir no sé qué de una ametralladora y el rey, cuando tú sabes que el tío lo único que está haciendo es rap. Ese chaval no va a coger una pistola ni está incitando.