Lara Carrión (Murcia, 1992) se llevó con 'Patas de rama' el prestigioso premio MurciaLit, que organiza la librería La Montaña Mágica de Cartagena. Un libro de relatos sorprendente que reúne con una madurez literaria inusitada guiños del género fantástico, una relectura de la narrativa realista española del siglo XX, introspección y vértigo. La voz de una joven escritora murciana que aborda la experiencia migrante desde el punto de vista del que se marcha (la autora vive en Reino Unido), que revisita la infancia en busca de fantasmas y que se consolida como una de las grandes figuras emergentes de nuestras letras. Este miércoles 15 de diciembre estará en Libros Traperos a las19h., acompañada por la periodista y agitadora cultural Ana Andújar.
Aunque no es el tema principal del libro, sí aparece en algunos relatos la experiencia migrante, que creo que es una de las grandes lagunas de la literatura española contemporánea. ¿Cómo llevas a la narración tu contexto como persona migrada?
Creo que mi contexto se ha abierto paso por sí mismo, sin yo buscarlo. Curiosamente, empecé a escribir más sobre España al poco de mudarme a Inglaterra, pero con el tiempo me he dado cuenta de que las historias sobre migrantes en Inglaterra (españoles o no) piden cada vez más espacio en mi ficción. De hecho, ahora mismo estoy trabajando en otra colección de relatos cortos más larga cuyo tema principal es precisamente este. Ir de viaje o hacer una estancia en otro país es una cosa, pero vivir es una experiencia que te redefine por completo y te crea, en ocasiones, muchos sentimientos contradictorios (satisfacción, por un lado, si estás contento con tu trabajo y tu vida como expatriado; pero también nostalgia, desarraigo e incluso disociación). Quiero dejar que todo esto me inunde un poco, a ver dónde me lleva. El sur de Inglaterra está lleno de migrantes como yo, de todos los países, y es un caldo de cultivo idóneo para la creatividad.
Como en la obra de Mónica Ojeda o Andrés Barba, la infancia recorre muchos de tus cuentos, pero no una infancia mítica o idealizada sino como territorio donde se reúne la libertad y el trauma. ¿Cómo llegas a un enfoque tan poco habitual, qué buscas en ese tema?
Recuerdo mi infancia como una etapa feliz, pero también lúcida. Fui una niña muy curiosa, inquisitiva y, sobre todo, sensible, tanto a estímulos como a sentimientos ajenos. En mi mente guardo un repositorio enorme de emociones que experimenté durante esos años; sentimientos que en su día no pude catalogar y que, por tanto, ahora considero puros y no adulterados. Acceder a estos sentimientos y explorarlos a través de la ficción es, por un lado, una forma de conectar conmigo misma y, por otro, un modo de dotar de credibilidad a la infancia y reivindicar la lucidez de esos años en los que no filtramos absolutamente nada, pero no por ello dejamos de sentir. De mi infancia recuerdo sombras de conceptos complejos como la justicia, la identidad, la verdad, la pertenencia, la muerte… Y me resulta inevitable no querer revisitarlos con mis lentes de adulta, no para juzgarlos o darles respuesta, sino simplemente para disfrutarlos, conectar con mis orígenes y, a veces, volver a cuestionarme antiguos interrogantes.
El género fantástico sobrevuela el libro con sus mecanismos, sus giros y su libertad, ¿te has traído a tu trabajo como narradora tus lecturas de novela gráfica?
Sí, y posiblemente también me haya traído mi amor por los videojuegos y el cine. Compagino la lectura con muchas otras aficiones, y creo que al final mi imaginario es una especie de manta hecha con retales de muchos colores y patrones diferentes. Hay escritores que, sin duda, me han servido de gran inspiración (posiblemente los que más, hasta la fecha, hayan sido Mia Couto, Ana Mª Matute, Haruki Murakami y Mariana Enríquez), pero también lo han hecho muchísimos novelistas gráficos como Tillie Walden, Cyril Pedrosa, Shaun Tan, Mariko y Jillian Tamaki… O, sin ir más lejos, nuestro propio Paco Roca. Pienso que tengo una narrativa muy visual (de ahí quizás mi obsesión por los adjetivos) precisamente porque mi mente es visual, siempre lo ha sido. Pero siento que esto es algo positivo. A fin de cuentas, si solo basamos nuestra ficción en otra ficción, corremos el riesgo de producir más de lo mismo y no aportar nada nuevo. Yo aún estoy explorando los temas que más me gustan, pero tengo claro que quiero que mi narrativa siga siendo libre y multidisciplinar.
También eres conocida por tu trabajo como ilustradora. Me pregunto si hay un pasadizo para ti entre ambas disciplinas, ya que te defines como artista autodidacta.
Me gustaría creer que sí. Aún estoy experimentando con los límites que cada formato (escritura e ilustración) puede ofrecerme, pero me gustaría intentar combinarlos en un futuro. Por un lado, pienso que esta sería la conclusión más lógica; pero, por otro, confieso que hay una parte de mí a la que le gusta que estas dos aficiones estén separadas. Disfruto de la falta de dibujos en lo que escribo como disfruto de la falta de palabras en lo que dibujo. A esto se suma que, a mi parecer, suelo escribir cosas que no encajan con mi estilo de dibujo (y viceversa), así que aunar ambas facetas, aunque es algo que no quiero dejar de intentar, aún se me antoja un poco lejano. Por ahora, estoy intentando sacar adelante un proyecto más serio de webcómic. Quizás una cosa lleve a la otra y acabe descubriendo que estas dos partes de mí encajan para algo más largo… ¡Os iré informando!
Como española residente en Reino Unido, ¿en qué cultura te apoyas más como creadora, en la anglosajona o en la nuestra?
Creo que me apoyo un poco en ambas. Mi formación y experiencia como traductora (que, inevitablemente, implica amor por otros idiomas y culturas) hace que me sea difícil “radicalizarme” en mi cultura de origen o considerarla como mi única fuente de inspiración. Dicho esto, al escribir, siento que tiendo más a centrarme en la cultura española (combinada con pinceladas de realismo mágico o, directamente, fantasía). Y en cuanto a la ilustración, es muy probable que no siga una cultura concreta, ya que no me he formado como artista bajo ninguna escuela y siempre he ido experimentando con elementos que me gustan, provenientes de creadores muy diversos (he de decir que, para esto, las redes sociales vienen de maravilla).
A pesar de tu juventud, ya tienes un bagaje como gestora editorial y traductora. ¿Qué tendría que pasar para que una profesional como tú volviese a España y por qué no está pasando?
La mayoría de los que nos hemos ido lo hemos hecho por los mismos motivos: empleo estable, progresión laboral, salarios dignos y la posibilidad de independencia. Lo sé porque este no solo es mi caso, sino el de muchos de mis amigos. Yo ahora mismo trabajo para una multinacional y podría, en teoría, volver a España; pero si quisiera regresar como autónoma, lo tendría bastante más complicado. España tiene una cuota mensual de autónomos muy superior a la de otros países europeos (de hecho, el mínimo ha aumentado este año a 289€) y esto, para los que nos planteamos la posibilidad de emprender en un futuro, hace que volver a España siga sin resultar una apuesta segura. Los millennials somos unas de las generaciones más precarias que ha visto la historia reciente de nuestro país, pero también somos una de las más formadas. No pedimos más que la posibilidad de trabajos estables, dignos y bien remunerados que nos permitan vivir y desarrollarnos como seres humanos. Es una situación compleja para la que me temo que no tengo respuesta, pero sí entusiasmo y, sobre todo, esperanza. Y creo que esto último es lo que a veces más nos falta.