Quién iba a decir que el mejor lugar para hablar de copla es en el baño. Allí, entre azulejos, Lidia García (Montealegre del Castillo, 1989) comenzó a grabar su podcast '¡Ay, Campaneras!', sin saber que alcanzaría los más de 150.000 oyentes y un reconocimiento a nivel nacional: “Surgió de repente. Lo empecé a hacer al principio del confinamiento, al tercer o cuarto día quería hacer cosas. Casualmente unos días atrás había ido a un curso de formación de profesorado sobre la creación de podcast docentes. Entonces se me ocurrió llevar lo aprendido en el curso un pelín más allá”.
Así, lo que comenzó como una formación como investigadora predoctoral en el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Murcia terminó siendo '¡Ay, Campaneras!'. En el podcast, García analiza desde el prisma feminista, LGBTI y de clase la copla, el cuplé y la zarzuela, géneros que la autora describe como “la melodía de la ropa recién tendía, del remiendo y la corrala, la sinfonía de los cuidados, el ritmo de las labores invisibles que sostenían y sostienen el mundo”.
Un género que está más a la orden del día que nunca. En los últimos años, la copla ha vuelto para convertirse en grandes éxitos de las principales plataformas musicales. Para García, esta reinvención y metamorfosis de la copla “lleva mucho camino andado”: “Siempre me da miedo pecar de adanismo, no es algo tan reciente. Por ejemplo Carlos Cano o Martirio desde los 70 o de los 80 llevan haciendo muchísima labor en esto. La cuestión es seguir andando ese mismo camino de redescubrir la copla”.
Lo que definitivamente sí ha sido novedoso es la recreación por medio de inteligencia artificial de Lola Flores para el anuncio de una conocida marca de cerveza. La campaña ha generado polémica por, como se menciona en el propio anuncio, “manosear las raíces”: “Es un terreno ambivalente. Por un lado es un discurso publicitario y el interés último es vender algo. Pero por otra parte sí que creo que pueda tener cierto interés que al menos tenga la capacidad para sacar un tema y se hable sobre ello. Pero por supuesto me parece espinoso, no tengo una respuesta clara al respecto”, reconoce Lidia García. “Es lo mismo que sucede con cualquier movimiento social como el feminismo o los derechos LGBTI. Cuando se integran con discursos publicitarios siempre estamos ante la misma discusión y ante la misma diatriba: ¿Esto nos lleva hacia adelante o nos frena esa fagocitación del capitalismo?”, observa.
La copla desde el armario
Para García, el colectivo LGBTI siempre ha estado “muy vinculado a la copla”: “Y no solo como consumidores, que hemos sido los más fervientes admiradores de las folclóricas, muchas de ellas lo han dicho en numerosas ocasiones. También como creadores: Rafael de León o Miguel de Molina por ejemplo”.
Pese a que a la autora del podcast menciona a un par de hombres de la copla abiertamente miembros del colectivo LGBTI, destaca “el silencio” entorno a las copleras mujeres que podrían pertenecer al colectivo: “Es además un silencio extraño porque está todo lleno de insinuaciones, un murmullo que atraviesa todo el género, que atraviesa toda la copla, y toda esa parte de farándula que tiene el género. Pero sin embargo es difícil ponerle palabras, porque con las mujeres bisexuales o lesbianas se produce esa doble condición de pertenecer al sexo femenino y no ser heterosexuales, lo que las hace doblemente invisibles. Lo hemos tenido históricamente más complicado en ese sentido que los hombres”, reflexiona.
Aunque para las copleras quedaba vetada la salida del armario, García destaca las declaraciones de algunas de ellas en defensa del colectivo LGBTI “sin necesariamente tener mucho aparataje teórico ni nada”: “En una entrevista Lola Flores hablaba con varias mujeres trans y hacía todo un alegato a favor de sus derechos. Muchas veces no hace falta un elevadísimo debate intelectual para hablar de ciertas cosas, sino un poco de empatía con la gente y ponerse en los zapatos del otro. Eso es algo que muchas de estas folclóricas hicieron de manera pionera”.
“La mayoría de estas folclóricas estaban en esa situación pública nada habitual para las mujeres, siempre cuestionadas por dedicarse al espectáculo”, apunta García. “Y además eran mujeres de orígenes casi siempre muy humildes. Por lo que tenían una combinación de otredad que favorecía ese ejercicio de empatía”.