Entrevista

Olvido García Valdés: “Aunque escribía poemas, no podía pensar en mí misma como poeta”

Francisco Vicente Conesa

15 de noviembre de 2021 14:01 h

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La poeta Olvido García Valdés (Santianes de Pravia, Asturias, 1950) ha participado en el Festival Deslindes de Cartagena y ha vivido un encuentro con jóvenes poetas en la ciudad portuaria. Galardonada con el Premio Iberoamericano de Poesía en 2021, García Valdés subraya de la poesía escrita en Latinoamérica cuenta “con un peso grande de lo popular”.

A mí personalmente, además del concepto de poema, me interesa mucho el concepto de poemario. Cómo se gesta, cuál es su personalidad, cuál es su cierre… Su último libro, publicado en Tusquets es más largo de lo que es habitual editorialmente en poesía, y ha salido a la luz después de unos cuantos años de silencio. ¿Cómo siente usted que un poemario ha terminado? ¿Cómo lo sintió en el caso de confía en la gracia, en un contexto en el que no existe prisa alguna por acabar? ¿El poemario acaba, o se abandona?

Es interesante, sí; aunque alguien dijo que el misterio de un libro no está en su final, sino en su principio. En mi caso, no escribo libros, escribo poemas; para mí es el poema la unidad de trabajo. Después, al cabo de unos años, esos poemas constituyen un libro. Ese es un trabajo específico que hay que realizar entonces: ver qué libro es ese, cómo se montan los textos, qué lecturas propicia. Fue al preparar mi poesía reunida, Esa polilla que delante de mí revolotea, para Galaxia Gutenberg, cuando me di cuenta de la cohesión que había entre los distintos libros.

¿Cuándo cierro un libro? Cuando viene la sensación de que de algún modo se cierra un ciclo, que hay bastantes materiales y que hay que verlos en conjunto. Entonces retomo los poemas, que hasta entonces se habían ido trabajando individualmente, y miro a ver qué libro es ese. En el caso de confía en la gracia, recoge mi trabajo entre 2012 y finales de 2019.

Ha estado invitada al festival Deslinde, y una de las actividades más enriquecedoras de las propuestas por el festival es un encuentro con algunos poetas jóvenes, naturales o residentes en la Región de Murcia. ¿En general, sigue las propuestas de la poesía joven en España? ¿Cuál es su relación con las tendencias poéticas actuales? ¿Qué caminos ve?

Sí, esa propuesta del festival me gustó mucho; y me dejó pensando: yo nunca habría podido participar a su edad en un encuentro así; primero, porque en la España de la época era inconcebible; y segundo, porque, aunque escribía poemas, yo no podía pensar en mí misma como poeta –ser poeta me parecía algo extraordinario, y desde luego no a mi alcance (el arte, la filosofía, la poesía y la verdadera vida eran lo más, algo a lo que por definición yo no podía pertenecer, aunque ese fuera mi mayor deseo). Ahora la palabra 'poeta' parece designar simplemente a quien escribe versos o ha publicado un libro.

Pero sí, me interesa mucho lo que se está escribiendo, aquí, en España, y también en Latinoamérica. Esa es una fortuna que tenemos, poder leer la poesía de Perú, Argentina, México, Chile... países tan infinitamente ricos poéticamente. Pero no hago una prospección sistemática, leo un poco azarosamente, y desde luego nunca tratando de agrupar, de ver corrientes o vías... Me gusta sobre todo la sensación contraria: qué interesante es este libro, qué joven es su autora, o su autor, ¿qué más ha escrito? Hay algunos y algunas poetas jóvenes, y ya no tan jóvenes (¿hasta cuándo se puede usar ese adjetivo?, ¿nos quitamos unos años para entrar?), que están haciendo un trabajo personal y bien interesante.

¿Cómo cree que los jóvenes reciben su obra? ¿Qué querría que permaneciera en generaciones posteriores de su poética?

De la recepción de mis libros por parte de los jóvenes, solo sé por los ecos que me llegan: reseñas, artículos, algunas entrevistas (y siempre es una sorpresa maravillosa...); y, claro, los comentarios que me hacen los que son amigos y que veo con cierta frecuencia.

El sentimiento es siempre de sorpresa y gratitud; y a veces de enorme alegría.

Para la segunda parte de la pregunta no tengo respuesta. No es nada saludable pensar en la permanencia; escribir aquí y ahora, cada uno, cada una lo suyo, es lo que de verdad importa.

En el contexto de la poesía joven surgen a menudo debates en los que figuras como usted, un poco más alejadas de las redes sociales, podrían aportar seguro perspectivas interesantes. A raíz de la publicación de los finalistas del último premio Adonáis, ha surgido un fuerte debate en redes sociales sobre un tema complicado, como es el sistema de premios. ¿Cómo cree que el sistema de premios afecta a la producción poética joven? ¿Cree que limita la visibilidad, o más fatalmente, la producción de poéticas alternativas?

¿Cree la relación entre el sistema de premios y el panorama poético es más estrecha ahora que unas generaciones más atrás?

No puedo hablar del debate al que se refiere, porque no estoy en las redes sociales (solo uso Whatsapp para mensajes inmediatos) y no lo he seguido. Tampoco conozco el funcionamiento práctico de los premios, más allá de los premios en cuyo jurado participo. Yo publiqué mi primer libro, Exposición, (bueno, casi mi primer libro, porque el anterior, El tercer jardín, era poco más que una plaquette que editaron unos amigos), porque fue accésit del Premio Esquío (no ganó, pero publicaban el accésit, que era lo que me importaba); y publiqué ella, los pájaros, mi libro siguiente porque ganó el Premio Leonor. A partir de ahí, tuve editorial donde publicar (y la verdad es que he sido muy afortunada: primero, con la extraordinaria Ave del Paraíso, de José-Miguel Ullán; y luego, con Tusquets y Galaxia Gutenberg), y jamás me volví a presentar a un premio (como sabe, a los que me concedieron después –el Nacional de Poesía en 2007, el Premio de las Letras de Asturias en 2016, o el Iberoamericano de Poesía “Pablo Neruda” este año, 2021–, no se presenta uno).

Hay grandes libros y extraordinarios poetas que no han sido premiados nunca, y han muerto sin ese reconocimiento (pienso en Jaime Saenz, en Mirta Rosenberg, en Lorenzo García Vega, en el propio Ullán...), y todos conocemos libros muy malos y muy premiados con los que se llenan páginas de los suplementos...

En relación con la pregunta anterior, aludo a unas palabras de Cristina Peri Rossi: “Estoy orgullosa de no haberme vendido a ningún premio por unos milloncitos”. Acaba de ganar el Premio Cervantes. Sencillamente me gustaría escucharla a usted hablar de ella.

Felicidades para Cristina Peri Rossi. Hace muchos años que no la veo, pero recuerdo una lectura con ella en Barcelona, y siempre le tuve una afectuosa simpatía.

Respecto a la convivencia entre vanguardia y formas poéticas más tradicionales, me interesan las diferencias entre Latinoamérica y España. ¿Cree que aquí hay menos espacio editorial para propuestas más arriesgadas?

Latinoamérica es inmensa. En sus países me parece que convive también una poesía que conoce bien el trabajo de las vanguardias y escribe a partir de ahí, con una poesía más conservadora, y que hay también un peso grande de lo popular. En España ya sabemos cómo han sido las cosas y quién trabaja qué y cómo. En cuanto a las editoriales, depende de los editores y editoras, de su planteamiento y las opciones ideológicas y mercantiles con las que se identifiquen. Por otra parte, desde hace ya una década larga han aparecido sellos con propuestas muy interesantes, tanto en Madrid y Barcelona, como en ciudades más pequeñas. A ver cómo va...

Otro debate que hace poco azotó la actualidad en redes sociales es el papel de la intertextualidad. ¿Cuál cree que es el límite entre el diálogo y el plagio? Desde lo personal, me parece que la literatura poética es un continuo diálogo, pero, ¿qué piensa de la relación entre la producción y lo intertextual? ¿Cómo afronta la escritura desde lo leído, o lo escuchado?

Tampoco conozco esa polémica (de lo que deduzco que sin redes se duerme mejor). Pero la intertextualidad es una práctica ya antigua ¿no?, desde los clásicos a Ezra Pound, por dar un solo nombre ilustre. Se lleva al poema lo que el poema necesita, a veces con la cursiva de la cita y a veces integrando en el texto las palabras ajenas...

Antes de terminar, no puedo resistirme a hacerle un par de preguntas que me intrigan como lector. Dijo en alguna ocasión que el poema se forma con palabras oídas, exentas de contexto. Se debe llegar al sentido del poema a través de las relaciones posibles entre las palabras aisladas. En términos poéticos, ¿Qué es para usted llegar al entendimiento del texto, si es que el término entender aplica aquí?

Me parece que ahí hay dos referencias distintas, que se unen en su pregunta. Por un lado, hablando de mis poemas, es cierto que la presencia en ellos de voces oídas (en el metro, en la cola de un supermercado, en un sueño...) ha ido creciendo; siempre estuvieron, pero han ido creciendo en los últimos libros (en general los sonidos, como si el oído quisiera ganarle la partida al ojo).

Y, por otro lado, y hablando del sentido en la poesía moderna (y “moderna” es un adjetivo que no solo indica un tiempo, sino unas posiciones estéticas), es cierto que hay que proceder así, como por tanteo, puesto que en muchos casos desaparecieron las andaderas de la referencia. Hace poco leí unas frases del poeta Reynaldo Jiménez (en una recopilación de conversaciones con poetas latinoamericanas/os actuales, Se dicen cosas, de José Ignacio Padilla); en un momento determinado Reynaldo dice: “para leer a un poeta tenés que aprender a leerlo. Hay que seguir aprendiendo a leer. Uno no termina de aprender a leer”. Eso que usted comenta del “entender” (y que no tiene nada que ver con el conocimiento discursivo, con el conocimiento como la relación de un sujeto con un objeto), pasa por ahí, para leer a un poeta hay que hacer el ejercicio, continuado –como la amistad–, de aprender a leerlo; y entonces hasta los textos más difíciles se abren.

Dice en un poema bellísimo: “Lo verde /que hiere o acaricia. Brisa / verde. Y si yo hubiera muerto / eso sería también así.” O también: “Dorado pez, /dorada de los abismos, destellos /en lo hondo. Un sueño subterráneo /nos recorre, nos reúne, /nacemos y morirnos, más se repite /el sueño y queda el pez, /su densidad, la transparencia.”

¿Qué significa el tiempo dentro del poema?

¿Busca lo belleza en lo esencial, en aquello que ha de permanecer?

Yo creo que el tiempo siempre significa la muerte (y la muerte es siempre la muerte propia). De ahí esos saltos vertiginosos hacia el futuro, en el que ya no estaremos (y naturalmente no pasa nada).

Esa percepción de la muerte me parece que es la que dota de intensidad al presente, al mundo y la vida. Y, sin duda, la hermosura es mucho más intensa porque nada permanece.

Espero sinceramente que haya disfrutado del Mediterráneo y de su estancia en mi tierra.

Sí, ha sido un gusto visitar Cartagena y participar por fin en el Festival Deslinde. Patricio Hernández me había invitado ya hace tres años y por distintas circunstancias no pude venir hasta ahora. Me encanta la vitalidad del Festival y cómo la ciudad nos acoge. Muchas gracias.