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Paco Rabal, marinero en tierra

Paco Rabal exhaló su último aliento en el cielo, más concretamente en el vuelo Londres-Madrid, que hizo un aterrizaje de emergencia en Burdeos del 30 de agosto de 2001, aunque ya demasiado tarde. El actor falleció de un enfisema pulmonar a los 75 años allá en las alturas. Su mujer, Asunción Balaguer, que lo acompañaba en el viaje, dijo tras su muerte que era “un hombre inteligente y bueno”. Rabal volvía de recibir un homenaje en el Festival de Cine de Montreal.

“No quiero que la milana me se vaya”, dice Azarías en `Los santos inocentes´, uno de los personajes más míticos que interpretó Rabal, cuando el pájaro se echa a volar para luego volver a posarse sobre su hombro. `Milana bonita´ es como se llama la casa del actor situada en una orilla del paseo de Calabardina, Águilas. Él nació cerca, en Cuesta de Gos, en 1926, aunque a los seis años emigró junto con su familia a Madrid. Su padre era minero y su madre, molinera.

Pinitos como actor

En Madrid Rabal se ganaba la vida vendiendo mercancías por las calles junto con su padre y su hermano. En 1936 comenzó a trabajar como electricista en los estudios de cine Chamartín. Siguió el consejo del poeta Dámaso Alonso, su vecino, y se decidió por la interpretación. En una ocasión, el escritor le dijo: “Tú puedes ser actor. Eres alto”. Se aprendía los diálogos durante los rodajes y trabajó como doble de luces de los actores.

En 1942 se ofreció como voluntario en una pequeña escena de `La rueda de la vida´. Durante el rodaje de `La pródiga´, Rafael Gil le dijo: “Vamos a darle un papelillo a ese chico que tiene cara de paleto”. Y ya fuera su cara de paleto, su voz profunda y ronca, su altura o su carisma, pero a partir de ese momento su carrera despegó para volar alto. Tanto en un primer momento en el teatro, como después en cine y en televisión, Rabal dejó una huella única con su expresividad: ya fuera con altanería del patriarca (`Juncal´), la ternura del personaje simple (`Los santos inocentes´) o el sufrimiento del genio (`Goya en Burdeos´).

Poco a poco, el aguileño consiguió pequeños papeles en los Teatros Infanta Isabel y María Guerrero. Allí conoció a José Tamayo, quien le contrató como actor. Su consagración en las tablas llega con `La muerte de un viajante´ en 1952. Su nombre empezó a sonar. Más tarde cosechará otros éxitos en obras como `Edipo´, `La vida es sueño´ o `Calígula´.

Estrellato en el cine

Y la carrera en el cine, la más determinante en su vida, no se hizo esperar. En 1948 participa en su primera película, `Alhucemas´, y paulatinamente el teatro va quedando en segundo plano. Unas cuantas películas le dan fama internacional: `La guerra de Dios´ (León de Plata en el Festival de Venecia, 1953), `Hay un camino a la derecha´ (Premio de interpretación en el Festival de San Sebastián, 1953), `Todo es posible en Granada´ (1954), etc. En 1958 rueda en México `Nazarín´, película de Luis Buñuel, que lo lanza definitivamente al estrellato para nunca apagarse.

Con el tiempo, su trabajo se relaciona con el cine de autor (Bardem, Saura, Rivette, Visconti, Camus) y conseguirá algunas interpretaciones indelebles en la memoria de los espectadores: como en `Viridiana´, `La Colmena´, `Los santos inocentes´ (Premio en Cannes a la mejor interpretación y Premio Nacional de Cinematografía) o `Pajarico´ y `Goya en Burdeos´, por la que obtuvo el Goya a la mejor interpretación en 2000.

Rabal también tuvo una importante carrera televisiva, que le granjeó una gran popularidad, sobre todo a raíz de su participación en la serie `Juncal´ de Jaime de Armiñán, en la que interpretaba a un viejo torero retirado y pícaro.

Vuelta a Águilas

El actor donó a la Casa de Cultura de Águilas los numerosos premios que consiguió a lo largo de su carrera. En esta localidad costera se le dedicó una calle en 1984. En 1992 fue nombrado Hijo Predilecto de la Región de Murcia y allí viviría los últimos años de su vida.

Rabal sufrió dos graves accidentes de automovilismo en 1963 y 1980 que le dejaron el rostro marcado con una cicatriz; la apostura de la juventud dejaría paso a una presencia grave y con una `autoritas´ indiscutible.

Francisco Rabal, convencido hombre de izquierdas que militó en el Partido Comunista, estuvo ligado durante gran parte de su vida a la actriz María Asunción Balaguer, con la que se casó en 1950 y con la que tuvo dos hijos (Teresa y Benito), quienes también siguieron sus pasos en el cine. Era “un hombre inteligente y bueno”, dijo Balaguer tras su muerte.