Cuando el partido no te sale como esperabas, lanzas zarpazos o das empujones al rival en el último segundo, como hicieron Pau Ribas y Vezenkov con Sadiel Rojas sobre la bocina que puso fin al FC Barcelona – UCAM Murcia del domingo. Se llama frustración y es comprensible. Pero cuando el plan te sale (casi) perfecto, recibes zarpazos y empujones, y a cambio sólo ofreces una sonrisa de oreja a oreja mientras agarras con fuerza el balón, como hizo Rojas. Y allí arriba, en el marcador del Palau, un no tan sorprendente 94-97. Porque sí, el hecho de que Murcia gane en Barcelona tras 18 visitas saldadas con otras tantas derrotas se debe calificar de sorpresa, pero teniendo en cuenta cómo se desarrolló el partido, más que por la historia o por la diferencia de presupuesto, el marcador sorprende porque a siete minutos del final los de Ibón Navarro ganaban por 16 puntos (67-83); y a cuatro minutos, por 14 (75-89).
“Felicito al equipo por el trabajo que ha hecho durante 38 minutos y medio”, decía el entrenador vasco en la rueda de prensa postpartido, sin ocultar su satisfacción. Más no se puede precisar, pero es que fue así. El plan de Ibón Navarro salió perfecto excepto por esos últimos momentos en los que Murcia estuvo a punto de echar por la borda la tarea de todo el partido. Y por supuesto, no habría sido justo. El equipo rojiblanco -que vistió su llamativa tercera equipación, de color amarillo- mereció el triunfo, pero según parece, no vio venir el peligro que tiene un equipo de Euroliga contra las cuerdas, como el que baja la guardia alegremente ante un león herido. Pressey, Seraphin y un alterado y protestón Ribas intentaron dar utilidad a los esfuerzos anteriores de sus compañeros Heurtel y Vezenkov, pero sus zarpazos no mataron al CB Murcia como sí lo hicieron los del Valencia la semana pasada.
Esta vez no hubo pájara inicial, y desde el momento en el que el colegiado lanzó el balón al aire, se vio nítidamente en los rostros y en las actitudes de todos los jugadores murcianos que había un plan; se les vio concentrados y sabiendo perfectamente lo que tenían que hacer. Se les vio llevando a la práctica el planteamiento defensivo del entrenador con precisión de relojero, un planteamiento que desbarataba muchos ataques blaugranas, que negaba los bloqueos directos y que lograba llevar el balón a las bandas y colapsarlos. Aunque parezca extraño alabar la defensa de un equipo que ha encajado 94 puntos, lo cierto es que la claridad de los conceptos y el convencimiento con el que los materializaban permitió a los murcianos no dudar ni un segundo, no venirse abajo cuando el Barça sacaba provecho a aquellas rendijas que el equipo de Ibón Navarro no tenía más remedio que dejar abiertas, como renunciar a la ayuda de sus jugadores grandes y conceder algunos lanzamientos.
Además, al CB Murcia se le vio cómodo en ataque, disciplinado, muy activo en el juego sin balón, vertical, agresivo, sin miedo, sin fisuras. En este apartado destacó ese juego exterior que ya podemos llamar “mágico”, sobre todo cuando se ponen de acuerdo para enchufarlas: Oleson, Urtasun y Benite tienen pólvora en sus manos para volar una montaña entera; pero también hay que festejar el buen hacer en la dirección de Kloof -que por momentos se vistió de Jordan- y de Hannah -ambos recibieron una breve ayuda de Alberto Martín- y el espíritu de luchador incansable de Sadiel Rojas en todo lo que hace, que es mucho -Hanga, Vezenkov o Ribas tendrán pesadillas con él-. En cuanto al juego interior murciano, aquella expresión vaga con barniz de tópico de “tener oficio” se ajusta aquí a la realidad como un guante, en especial a Kevin Tumba y Marcos Delía, que tuvieron que esforzarse hasta el límite ante Seraphin y, en menor medida, ante Moerman, Tomic y Oriola. Curioso ver tanto ‘crack’ desaprovechado.
Otra buena noticia fue la mejoría de Soko en ataque, especialmente con un rebote ofensivo y dos tiros libres decisivos en los últimos segundos; confío en que el partido de Barcelona signifique un punto de inflexión para el alero británico. Y no podemos olvidar a Lukovic, cuyos puntos fueron muy importantes al principio del choque, bien con su lanzamiento exterior o con sus penetraciones. A la espera de poder contar con el talento ofensivo en la pintura de Faverani y Antelo, y reconociendo que la posición de ala-pívot está siendo motivo de intranquilidad para muchos aficionados, el plan de Navarro justifica y merece la confianza y la paciencia de todos, tanto si el día sale redondo como si sale cuadrado. Por último, es interesante señalar el uso de eso que en la NBA llaman ‘small-ball’ para los instantes finales del partido: un quinteto formado por cinco pequeños. En este contexto la apuesta de Navarro fue arriesgada y se sufrió, pero después de todo, salió bien porque el CB Murcia terminó ganando.
De todo lo dicho deducimos que el trabajo del cuerpo técnico en el FC Barcelona - UCAM Murcia no sólo fue táctico, sino también mental; y con esto se demuestra, por si alguien no lo tiene claro, la importancia de contar con un entrenador que señale el camino, que tenga un plan para construir equipo, con una idea de juego y con fortaleza mental; un entrenador que convenza a sus jugadores, y por supuesto, unos jugadores que se dejen convencer, prietas las filas, para luchar y ganar si se ha de ganar, o al menos morir con las botas puestas.
Lo que está por venir ahora para el CB Murcia es, de nuevo, la BCL y un desplazamiento a Oldenburg. Y después, marcado en rojo, un nuevo Rubicón a atravesar: un partido contra Obradoiro que, sólo por eso, ya es digno del máximo interés -véase el historial conjunto de ambos equipos-, pero que además será el reencuentro con uno de los nuestros: Nemanja Radovic. Obradoiro llegará a Murcia con una semana entera de descanso y de trabajo, después de su meritorio triunfo contra el hasta entonces invicto Fuenlabrada. Si no miedo, sí que infunde respeto saber que Moncho Fernández habrá estado tramando un nuevo asalto al Palacio durante siete largos días, pero aquí le esperará el equipo de Ibón Navarro y la afición de Murcia, deseosa de aplaudir a Radovic antes del partido, y de empujar después incondicionalmente a los suyos para alcanzar una nueva victoria y seguir creciendo.