Raúl Jiménez, escritor: “Hay ideas a las que nos aferramos por mucho que la realidad nos pruebe una y otra vez que son falsas”

Tras dos libros de relatos, Raúl Jiménez (1979) debuta en el género largo con 'El peor ciego', obra que le ha valido el Premio Sloper de novela: “El primero al que me presento”, explica. Lo ha logrado con una novela con alma de relato donde nada discurre por los cauces habituales, lo que convierte su lectura en una sorpresa continua. El libro esconde, además, un secreto que al lector corresponde entresacar. Con un estilo tan rico como desnudo, -“en el hueso”, explica gráficamente el autor- la historia de dos hermanos nacidos en un pueblo polvoriento junto a una cementera discurre entre guiños al western.

'El peor ciego' es tu primera novela tras dos libros de relatos.

Tengo una querencia natural por la narrativa breve. Me apasionan los relatos y creo que se nota en mi novela. Hay capítulos que funcionan como relatos en sí mismos. También es un libro donde la omisión es muy importante, lo que es una técnica tal vez más propia del cuento que de la novela. Hay un secreto. Quizás 'El peor ciego' es antes un relato largo que una novela. En el fondo, siento que no he salido del género.

De hecho cuentas toda una vida en apenas 147 páginas.

No me gustan los libros de más de 300 páginas. Por supuesto hay libros maravillosos de más de 300 páginas, pero, como lector, me gusta que se vaya al grano. Así, quería que 'El peor ciego' te cogiera y no te soltara. Yo me decía: “A lo mejor no le aporto grandes cosas al lector, pero por lo menos que no se aburra”.

¿Cómo nace 'El peor ciego'?

Quería homenajear el western, que siempre me ha interesado mucho, y las novelitas del oeste que nuestros abuelos compraban en el kiosco por un duro y leían en una tarde. Por otro lado, en mi pueblo, San Vicente del Raspeig, hay una cementera abandonada. Suelo dar largos paseos por allí. Es una imagen muy poderosa: las chimeneas larguísimas, una esfera de hormigón enorme… Algo apocalíptico, salido de 'Mad Max'. Siempre había querido escribir sobre eso. Me parecía un escenario ideal para iniciar una novela, algo muy polvoriento.

Ese homenaje al western se va diluyendo en favor del drama de los personajes.

Mi idea era incluir todos los tópicos del género para luego llevarlos hacia otro lugar: Aparece un pueblo, un reverendo, un linchamiento, un hotel, llegan unos forasteros… Pero luego todo esto pasa a un segundo plano y la historia va por otra parte.

El relato evoluciona siempre por caminos inesperados. Como escritor, ¿eres un planificador o un improvisador?

No me siento a escribir sabiendo adónde me dirijo. Sabes que hay escritores que tienen un guión o borrador previo, en la cabeza al menos. Algunos incluso no escriben una línea hasta que tienen la historia por completo cerrada. Yo no me manejo así: Cuando doy con una frase que me llama la atención por su sonoridad, o con una imagen poderosa, entonces me siento a escribir y me dejo ir. Normalmente el resultado no me convence en absoluto y lo arrojo a la papelera, pero de vez en cuando sí doy con algo, una conversación, una reflexión, unos personajes, que me llaman y ya voy tirando del hilo. Luego sí reescribo mucho. Pero voy improvisando. Y me gusta que sea así porque esa sensación de incertidumbre, de que cualquier cosa puede pasar, el lector la percibe.

¿Debemos buscar una moraleja en 'El peor ciego'?

Para mí sí puede entenderse toda la historia como una metáfora: El libro habla sobre las ideas a las que nos aferramos con todas nuestras fuerzas pese a que la realidad nos demuestre una y otra vez que son absurdas. Sólo queremos ver aquello que podemos soportar. En todo caso, una vez escrita la novela, la interpretación del escritor tiene poco valor. La que importa es la del lector.

Eso remite al diálogo del viejo guionista de westerns, que le dice al narrador: “Cuando uno tiene fe, los hechos importan poco. Se tergiversan y manipulan. La fe nos mantiene a flote, pero nos impide por lo mismo llegar al fondo de las cosas”.

En varios momentos varios personajes ponen ante los ojos del protagonista la realidad, pero él se resiste: No quiere verla. Es un poco lo que nos ocurre a muchos con ciertas creencias que tenemos, irracionales.

Tus personajes se mueven entre la duda y la fe ante los accidentes de la vida.

Siempre me ha interesado mucho la duda, los actos de fe. De hecho escribir es un acto de fe: uno tiene en sus manos un engrudo, un montón de papelotes escritos a mano, y sabe que aquello será algún día un libro, que puede llegar a serlo, pero eso sólo será posible si sigue, si lo trabaja. Si el escritor pierde la fe en su criterio, el libro nunca llegará a concretarse, no llegará a ser. Cuando escribes, avanzas a oscuras, dando zancadas en el vacío.

El otro asunto central es la relación entre los dos hermanos.

Es algo que ya había abordado en mis anteriores libros. Me parece un tema interesante, con muchas aristas: Se mezclan celos, complicidad, rivalidad, una infancia y una familia compartidas… Yo tengo una hermana con la que tengo una relación fantástica y, aparte, soy padre de dos hijos varones. Quizá por ello me preocupa ese asunto: Cómo se llevan, como se llevarán en el futuro.