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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Última jornada del IBAFF: la violencia de las favelas y cine sensorial

‘La Mujer Rubia’, Ciclo honorífico Lucrecia Martel

La tercera proyección dentro del ciclo honorífico a la directora argentina, fuera de concurso, fue la extraordinaria ‘La Mujer Rubia’, también conocida como ‘La Mujer sin Cabeza’.

Verónica (María Onetto) vuelve en su coche, pero tras un instante de distracción atropella algo en la carretera. Con la cámara fija, sobre su perfil, sin mostrarnos qué ha pasado, vuelve a arrancar y emprende su camino sin bajar del coche. Verónica está en shock. Posteriormente, turbadoras noticias sobre un cadáver en el punto donde sucedió el hecho la perturbarán aún más hasta que días después confiesa a su marido lo sucedido. Tras volver sobre sus huellas comprueban que parece ser que atropelló un perro, pero una conspiración de silencio se cierne en su defensa. Desaparecen registros, papeles, cualquier pista que pueda indicar alguna relación entre ella y el cadáver.

Tal y como apuntaba Enric Albero recordando una entrevista de la propia Martel, la película gira “en torno a la disolución de la responsabilidad individual en la clase social a la que pertenece la protagonista”. La clase social se defiende a sí misma. Aunque Verónica no baja de la burbuja de su coche para socorrer a la víctima, durante toda la película ella es mimada, cuidada, tanto por los familiares y allegados sino también por los empleados con los que Verónica, durante enajenación, se va cruzando.

Una vez más Lucrecia Martel sigue fiel a su forma de filmar. Juega con los planos cortísimos tan opresivos y añade los desenfoques y la profundidad de campo para tratar de hacer aún más opresiva la situación y transmitirnos el estado de shock de la protagonista, ajena a la realidad, ida. Las relaciones familiares están muy presentes, las amistades y el servicio, siempre omnipresente en su filmografía, cobra en esta obra una dimensión más oscura, desde las sombras.

‘Baronesa’

La ópera prima de Juliana Antunes llega al IBAFF tras ser la película revelación en diversos festivales, desde Valdivia hasta los prestigiosos festivales de Marsella y Ourense. Baronesa transcurre en un barrio marginal de Belo Horizonte, en la región de Minas Gerais, y sigue el día a día de Andreia y Leidiane. Cuidan a sus hijos, limpian, barren, y sobre todo hablan con sus amigos, como las tiernas conversaciones con su amigo ‘Negao’.

Los días parecen transcurrir plácidos a pesar de que el contexto, y el fuera de campo, nos hacen percibir la amenaza de una violencia incrustada en el universo de la favela, de esa violencia que sí nos llega al modo hollywoodiense a través de películas como la archiconocida ‘Ciudad de Dios’ o la más reciente ‘Tropa de élite’, que construyen tópicos en nuestras mentes europeizadas y prejuiciosas.

Lo más destacable es la dignidad con la que Antunes retrata a sus protagonistas, cómo recoge sus costumbres y sus quehaceres diarios con profundo sentimiento de respeto y hermosura, y como hasta el juego con la “raya” de cocaína sobre el móvil puede convertirse en un acto de juego y cariño tan tierno entre un hombre y una mujer.

Son mujeres muy fuertes, que sustentan a la familia, al barrio y la sociedad con una energía y vitalidad única que las hace sobreponerse a las más duras tragedias, a la incertidumbre de cada día, a la muerte, y que las anima y las empuja a seguir construyendo una mejor vida.

‘Drift’

También proyectada en la semana internacional de la crítica de Venecia. El primer largometraje de Helena Wittmann, (Neus, Alemania, 1982) y autora de cortos como “Wildnis” (2013) y “21, 3º” (2014), narra la historia de dos mujeres que pasan un fin de semana en un barco en el Mar del Norte, antes de que la amiga emprenda el viaje de regreso a Argentina, su país de origen.

La última película proyectada en el IBAFF ha resultado la película más compleja, dura y exigente para el espectador. Un ejercicio sensorial en el que los diálogos apenas existen y donde un viaje por barco en el Mar del Norte, el ruido del oleaje, y el sonido de Nika Breithaupt basada en un tratamiento rítimico constante del sonido como si de una maquinaria orgánica se tratase, junto al movimiento y vaivén de la cámara en el barco sobre el oleaje crean una experiencia casi cercana a la ensoñación.

El mar es el narrador e hilo conductor de la película de Wittmann. La experiencia que propone va mucho más allá de la narrativa convencional, como ninguna otra película lo ha hecho en la presente edición del IBAFF, donde propuestas muy arriesgadas como ‘Let the summer never come again’ incluso tenían una narrativa algo convencional, y que en este caso invita al espectador a dejarse llevar o, como pareció pensar algún espectador en la sala, a irse antes del final.

Tras estas proyecciones el Festival pasa a su fase final, con la ceremonia de clausura este sábado en la que se darán a conocer las ganadoras de los diferentes premios que otorga el público y el jurado. Tras la ceremonia se proyectará la última película de Lucrecia Martel, ‘Zuma’.