Yanira Carrillo Puerta estudió piano durante catorce años para convertirse en concertista profesional. Lo consiguió, pero, viviendo en Italia y sometida a las duras exigencias de la disciplina, empezó a notar que algo fallaba: “Sabía que la música me hacía feliz, sin embargo sentía que yo era algo más que una pianista”. Aquel momento de replanteamiento la llevó a estar dos años sin tocar. Cambió de rumbo. Hoy, ocho años después, dirige Musicarte, centro de formación artística (c/ Escuelas 7, el Ranero) con once profesores y por el que han pasado 300 alumnos de tres a 60 años. Allí se imparten, entre otras, clases de canto, saxo, batería, cajón flamenco, violín, guitarra clásica y eléctrica y, por supuesto, piano. “Conforme hemos ido creciendo con el boca oreja, nos hemos adaptado a las demandas de la gente”, afirma la directora y gerente.
Musicarte es también colaboradora en el ciclo el Ranero Street Music, de la Junta de Distrito Norte y el Servicio de Cultura de Murcia.
De pianista a emprendedora
Los dos años que Yanira Carrillo Puerta estuvo sin tocar la ayudaron a, “poco a poco, ver la música desde un punto de vista diferente, más simple”.
En aquel momento ya sabía que tenía que reinventarse, pero aún no sabía cómo: “Quería hacer algo aquí, en Murcia. Dedicarme a lo que me gustaba sin tener que irme a otro país. Eso lo tenía claro”.
A su vuelta a España, pasó años dando clases de piano a domicilio, “de pueblo en pueblo”, pero una circunstancia casual terminó por llevarla en otra dirección: “Mi coche se averió y en ese momento no podía comprarme otro”.
Dado que no podía desplazarse, tuvo que limitar su círculo de alumnos a la ciudad de Murcia, y le fue bien: “Pronto tuve la agenda llena de lunes a sábado”.
La alta demanda la animó a abrir un local donde reunir todas sus clases. Además, organizaba conciertos trimestrales para sus estudiantes. Ambas cosas conformarían el origen de Musicarte.
Improvisación y creatividad
“Cada profesor del centro tiene su método”, resalta Yanira, aunque una de las características que imprime a su enseñanza es que “intentamos salirnos de la norma. Ponemos a los niños a componer y a inventar melodías desde el primer momento. Eso les ayuda a ver cómo la música es capaz de moldear el alma”.
En ese sentido, “ofrecemos un punto de vista más libre que el del conservatorio. Por supuesto, éste lo respeto muchísimo: La disciplina y la autoexigencia en el aprendizaje de la música son fundamentales y son útiles en otros aspectos de la vida, pero la libertad es muy importante también”.
Estas ideas son el resultado de una década de experiencia enseñando piano: “Al principio no me daba cuenta de la importancia de la creatividad. Tardé en comprender el valor de la espontaneidad. Venía con las ideas fijas y los métodos con que me había formado. Ahora soy mucho más libre y sé que seguiré evolucionando”.
En el desarrollo creativo de los alumnos y alumnas tienen un importante papel los conciertos trimestrales que Yanira organiza: “Desde el momento en que pueden, tocan en público, a veces sus propias composiciones”.
En su opinión, “lo más maravilloso es que en los recitales pueden experimentar lo que han aprendido en la academia. El sacar la música al exterior les ayuda mucho en su desarrollo”.
Pintura, cómic, ilustración
Desde el principio, Yanira decidió incorporar clases de pintura a su academia: “No fue una idea comercial, sino más bien personal: En su momento, empecé a estudiar Bellas Artes, quería ser pintora. Pero al final me cambié al piano y siempre se me quedó esa espina clavada. Así que se me ocurrió la posibilidad de integrar arte y música en el mismo espacio, como una manera de enriquecimiento mutuo. De hecho, algunos niños aprenden ambas cosas”.
También se imparte cómic e ilustración.
Al centro acuden desde niños y niñas de tres años hasta adultos.
Trabajo duro
Casi cinco años después de fundar Musicarte, Yanira afirma: “Ha sido muy duro, sobre todo al principio. No era consciente de dónde me metía. No tenía formación sobre cómo llevar un negocio. Pero he ido aprendiendo día a día, de los errores, que los he cometido”.
La mayor recompensa es poder trabajar con aquello que más ama, la música: “Tiene beneficios cognitivos, físicos, intelectuales. Pero, además, posee otro gran poder: Ayuda a las personas a estar en contacto consigo mismas, con su interior. Una vez aprendes, ya no estás sola. La música te acompaña toda la vida”.