'Disidencias de género' es un blog coordinado por Lucía Barbudo y Elisa Reche en el que se reivindica la diversidad de puntos de vista feministas y del colectivo LGTBQI.
Carta abierta a una amiga cisgénero y heterosexual
Desde que salí de tu casa, hace casi una semana, me he tratado de convencer que no necesitaba escribir (te) estas líneas. De hecho, te pido disculpas si ahora sale así como una carta con destinataria anónima, pero en realidad todo lo que tengo que decirte, abarca más bien una reflexión general acerca de las diferentes formas de vivir la sexualidad que existen y la legitimidad de vivirlas como cada quien quiera.
Te escribo desde la admiración y el respeto por lo que eres y lo que haces. Sanar, a través de una comprensión holística e integradora del cuerpo y el alma, sin plantearlas como una dicotomía, ciertamente es un avance y una apuesta sabia por tratar de mejorar la humanidad. Estoy convencida de que tu interés en mi salud es auténtico, que tu consejo lo diste desde la generosidad con la que brindas tu conocimiento. Por esta razón se me hizo tan difícil reaccionar cuando con tono dulce y amoroso afirmabas que me vendría bien “hacer el amor” o “tener un polvo casual” para mi salud y bienestar. O como cuando afirmabas (cuando te conté que nunca había tenido pareja ni me interesaba) que no debía definirme como asexual, que deje abierta la posibilidad de tener placer en mi vida ( no fueron quizás las palabras exactas, pero la idea es esta).
Ese mismo día por la tarde, me regalaste unos pendientes, e insististe en que los pusiera, porque me quedaban bien. Te agradecí y te dije que no usaba, que seguramente regalaría esos pendientes a mis amigas. Insististe en que me los dejara puestos, que me quedaban bien. Por un minuto, y traicionándome a mi misma, busqué complacerte, dejándome los pendientes. Ventajosamente fue solo un minuto. Bastó solo ese minuto para remover todos los recuerdos de infancia y adolescencia en que la gente a mi alrededor me obligaba a vivir una identidad binaria, y me conminaban a ser “femenina” (lo pongo entre comillas porque es un concepto que se elabora y se resignifica cada día). Volví a transpirar y a sentir que la vida me hacía una encerrona nuevamente. Te parecerá ridículo saber que tuve miedo, que algo primario y remoto se me removía en las vísceras. Yo también tardé en legitimar esa sensación, y sentí vergüenza por ser tan sensible. Pero el rechazo siempre deja una huella, y aunque luego se disfrace de palabras bonitas y utilice la máscara de las buenas intenciones, para quienes lo hemos vivido, cualquier disfraz es traslúcido. El rechazo también te enseña que eso de que todes estamos en las mismas condiciones, es una utopía, porque en la realidad hay gente que pesa más que otres.
Siendo así, te acostumbras, o mejor dicho, aprender a pasar por alto este tipo de situaciones, porque sabes que en el relato de esta situación, mucha gente legitimaría tu actuación, por eso de que es muy normal andar interpelando y cuestionando la existencia de todo lo que no se entiende, de todo lo que está fuera de la norma. Entonces todes les diferentes, estaríamos ungides para disculpar y aceptar todo tipo de intromisiones y de comentarios. Y desde luego, se entiende que nuestro enojo ante estas actitudes carece de legitimidad. Yo he llegado a sentir que mi enojo vale menos que el podría tener cualquier persona “normal”.
Sabes, cuando decidí dejar mi lugar de origen para venir aquí, estaba en busca de poder habitar un lugar (un pueblo, país, ciudad) sintiéndome una más. Aquí, a pesar de mi condición de extranjera, lo he logrado. He sido y seguiré siendo extranjera, y mis rasgos fenotípicos lo demuestran. Pero he sentido que desde mi disidencia asexual y genérica he podido SER. Así que esa tarde, en la que no pudiste esconder tu rechazo hacia mi condición (a pesar de tu dulzura y cariño), volví a sentir que no podía SER. Me volví a sentir sin espacio, asfixiada. También sentí tristeza y decepción, porque no alcanzaba a entender hasta dónde llegaba el mandato espiritual y alternativo de amor y aceptación estaban. Y es que sabes he perdido la paciencia de explicar todo lo que relativo a mi opción de SER. Yo no voy preguntando a la gente por qué es cis género, y/ o por qué es heterosexual. Tampoco hablo de la maravilla de amanecer en paz, sola en tu cama, con un silencio maravilloso, y las múltiples posibilidades de tener tiempo con una misma.
Y sí, muy a tu pesar, les disidentes habremos de buscarnos nombres, para visiilizar nuestra existencia , y así mostrar que estamos dentro del espectro de lo humano.
Va amaneciendo, y he decirte que este espacio en el que decido hacer pública mi opinión, ha sido reemplazado por esta carta, en lugar de otro artículo que iba a enviar. No sé, estoy en esa lógica de dejar de cargar lo que pesa, y la verdad salí de tu casa bastante cargada.
No sé si has visto “Todo sobre mi madre”, la peli de Almodóvar. A mi, creo que te lo comenté, me encantan sus películas. En esta en particular aparece un personaje maravilloso “AGRADO”(me conozco bien eso de tratar siempre de agradar a los/as demás), cuyo monólogo tiene un colofón hermoso “Una es más auténtica cuando más se parece a lo que ha soñado de sí misma). Esa frase, mi querida amiga, para toda la disidencia pluma (sexual y /o genérica) ha tenido un impacto brutal, porque nuestra lucha pasa porque nuestra autenticidad se respete, porque es ir descubriendo que de pronto lo que has soñado de ti misma, no es normal, ni permitido, o se considera enfermedad.
Ya para terminar, te diré que el universo juega de manera paradójica. En plena crisis de mediana edad, sin trabajo estable, con poco dinero, con un fracaso académico que va doliendo y pensando, tus palabras me llevaron a ver lo que soy, y a sentirme AUTÉNTICA, creo que estoy cada vez más cerca de lo que he soñado de mí misma.
Te dejo un abrazo cariñoso.
Desde que salí de tu casa, hace casi una semana, me he tratado de convencer que no necesitaba escribir (te) estas líneas. De hecho, te pido disculpas si ahora sale así como una carta con destinataria anónima, pero en realidad todo lo que tengo que decirte, abarca más bien una reflexión general acerca de las diferentes formas de vivir la sexualidad que existen y la legitimidad de vivirlas como cada quien quiera.
Te escribo desde la admiración y el respeto por lo que eres y lo que haces. Sanar, a través de una comprensión holística e integradora del cuerpo y el alma, sin plantearlas como una dicotomía, ciertamente es un avance y una apuesta sabia por tratar de mejorar la humanidad. Estoy convencida de que tu interés en mi salud es auténtico, que tu consejo lo diste desde la generosidad con la que brindas tu conocimiento. Por esta razón se me hizo tan difícil reaccionar cuando con tono dulce y amoroso afirmabas que me vendría bien “hacer el amor” o “tener un polvo casual” para mi salud y bienestar. O como cuando afirmabas (cuando te conté que nunca había tenido pareja ni me interesaba) que no debía definirme como asexual, que deje abierta la posibilidad de tener placer en mi vida ( no fueron quizás las palabras exactas, pero la idea es esta).