'Disidencias de género' es un blog coordinado por Lucía Barbudo y Elisa Reche en el que se reivindica la diversidad de puntos de vista feministas y del colectivo LGTBQI.
El 8M, el coronavirus y la Ideología de Género, de género subnormal
Sé que tengo un facha delante (el masculino –singular o plural- que emplearé es genérico a todos y todas las fachas) cuando escucho 'ideología de género' referido a las corrientes de pensamiento que se aúnan y vertebran los feminismos. Feminismos de los que el facha nada sabe, pero todo opina.
Da el macho titiritero conferencias sobre lo que la manada ha convenido llamar 'ideología de género' (en Murcia fue Joaquín Robles en la Facultad de Ciencias Políticas, evento por supuesto no exento de violencia y custodiado por la policía) al tiempo que se frota la barriga –real o metafórica- como si fuera una lámpara mágica de la que espera le salga el genio. Pensar (¡qué generoso se me antoja aquí ese verbo!) que la ideología de género la trajimos las feministas o, para precisar más los feminismos queer, equivaldría a afirmar que antes no existía tal cosa.
Y yo pregunto: ¿acaso no era ideología de género excluir a las mujeres de derechos civiles como el acceso al voto, a tener una cuenta corriente o a acceder a la universidad? ¿Acaso no es ideología de género pensar que el matrimonio o la familia son la receta sempiterna para la felicidad en las mujeres? ¿No es ideología de género lo que describen los postulados del amor romántico? ¿No era ideología de género patologizar la homosexualidad o no lo sigue siendo patologizar la transexualidad? La ideología de género es en realidad un invento patriarcal, de género subnormal sin ningún género de dudas, y no la trajimos las feministas; nosotras a lo que hemos venido, no se equivoquen, es a destruirla.
Lo que sí están trayendo los feminismos es la 'creación de lo nuevo' y lo nuevo siempre ha asustado a los viejos. Y no me refiero a nuestres querides mayores y al respeto a los saberes-sedimento que arrastra el río de los años con la ancianidad; con lo viejo me refiero a todo lo que se niega a transformarse, lo que se resiste a morir. Como decía el poeta William Blake con su verso: del agua estancada, espera veneno.
Es la masculinidad agónica, de reciente articulación democrática en el nuevo partido de machos nostálgicos del franquismo y empecinados en mantener el statu quo de las relaciones de poder, lo que debe terminar de morirse. Lo viejo no tiene imaginación y por consiguiente no tiene capacidad ni poder de creación, lo viejo es la tortura y la condena al eterno bucle de la repetición anunciada. Como anunciadas están en las crisis –más aún cuando las crisis económicas se combinan con miedo- las reacciones racistas y xenófobas, los discursos patrios y de tufos coloniales, el odio-miedo al otro materializado en los cierres de fronteras: es el blindaje reaccionario y conservador.
El macho reacciona como un producto desfasado que eyacula miedo a que se acaben sus privilegios. Por eso el partido de los Ultrafantoches centró su campaña electoral fundamentalmente en torno a dos ejes enemigos: las feministas y la población migrante y racializada. Esos fueron sus mítines y sus ruedas de prensa, y esos siguen siendo sus declaraciones, sus titulares y sus actos de titís conferenciantes: bukakes de miedo.
Dice la psicoterapeuta brasileña Suely Rolnik que el ser incapaces de traspasar las opresiones que acontecen más allá del yo tiene consecuencias nefastas para la vida. Cuando defiendes que el patriarcado es un holograma, una suerte de ficción inventada, estás situándote en la no-solidaridad política, en la no-consciencia de la opresión ajena (más allá del yo, quizás porque el yo es el opresor): es la lógica del blanco que niega el racismo, la lógica de la abola que dice que no hace falta ser puta para pagar las facturas, la lógica del macho que pide el Día del Orgullo Hetero.
Los de la ideología de género subnormal necesitan poner a las mujeres y otres subalternidades en su sitio, eliminarlas como sujeto político a través de todo tipo de estrategias que van desde el insulto hasta la ridiculización. El objetivo es hacerlas desaparecer, como se hacen desaparecer los cuerpos en las fronteras y en el Mar Mediterráneo; como se hacen desaparecer mujeres todos los días asesinándolas. La solución final.
Los feminismos agrietan y resquebrajan las estructuras de poder; sabedlo, hermanas, sin las luchas antirracistas del Movimiento Negro, no hubiese venido la segregación y las lógicas esclavistas y coloniales persistentes todavía hoy en la Ley de Extranjería y la explotación laboral (se abolió la esclavitud, no el racismo); sin las cotas de libertad sexual alcanzadas, no hubiera existido jamás el poderoso frente abolicionista de la prostitución ni los movimientos anti-porno en EEUU en la década de los 70; sin un 15M, no existiría una Ley Mordaza; sin unos feminismos fuertes, no existirían partidos como el de Vox.
Pienso con Rolnik: “La cancelación del teatro machista y la imposibilidad del personaje masculino de seguir actuando en el papel de opresor puede llevarlo a una respuesta reactiva, violenta, movida por su exasperada voluntad de conservar la escena y su personaje a cualquier precio”: la crisis del macho es esta y no otra. Si no soy este ¿quién soy? El macho huérfano de identitarismo es un ser perdido.
En esa doble vara de medir que tienen los discursos y las personas hipócritas, aquellos que señalan la irresponsabilidad del Movimiento Feminista al seguir adelante con la manifestación del 8M son los mismos que el lunes siguieron con normalidad sus propias vidas a pesar del coronavirus: llevaron a sus hijes al colegio, se desplazaron hasta su lugar de trabajo, comieron o cenaron o tapearon en sus mismos bares y fueron con total tranquilidad a sus gimnasios.
Los mismos que se burlan de las reivindicaciones del Movimiento Feminista son los mismos que salen a aplaudir a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, los mismos que pasan fotos de la bandera por grupos de 'wasap' aprovechando la coyuntura vírica para sacar pecho racista en esa otra enfermedad política y social: el fascismo, los mismos que entienden la mano dura como única alternativa y defienden el control del Estado sobre nuestras vidas.
Y así, mientras estamos teniendo las conversaciones que ellos quieren que tengamos sobre la necesidad de multas y violencias, y mientras estamos ocupades en esta cosa estúpida, reduccionista y simplista de culparnos unes a otres, no estamos teniendo conversaciones sobre por qué faltan camas en los hospitales, por qué faltan respiradores en los hospitales, por qué faltan médicxs y enfermerxs en los hospitales, por qué siempre hay oposiciones para ingresar en la Policía Nacional mientras que se racanean plazas para cubrir todo lo que ahora nos falta en los servicios médico-sanitarios, por qué las únicas estrategias que se plantean son el control de la población y la aplicación de medidas sancionadoras, por qué el miedo como estrategia de comunicación.
Asistimos a una resignificación de las palabras 'libertad' y 'responsabilidad' donde el Estado desvía nuestra atención para que las personas nos señalemos con el dedo buscando culpables desde nuestros balcones; demasiadas veces la historia nos enseña que si queremos que las personas devengan policías, lo único que hay que hacer es darnos la cantidad adecuada de miedo.
Sé que tengo un facha delante (el masculino –singular o plural- que emplearé es genérico a todos y todas las fachas) cuando escucho 'ideología de género' referido a las corrientes de pensamiento que se aúnan y vertebran los feminismos. Feminismos de los que el facha nada sabe, pero todo opina.
Da el macho titiritero conferencias sobre lo que la manada ha convenido llamar 'ideología de género' (en Murcia fue Joaquín Robles en la Facultad de Ciencias Políticas, evento por supuesto no exento de violencia y custodiado por la policía) al tiempo que se frota la barriga –real o metafórica- como si fuera una lámpara mágica de la que espera le salga el genio. Pensar (¡qué generoso se me antoja aquí ese verbo!) que la ideología de género la trajimos las feministas o, para precisar más los feminismos queer, equivaldría a afirmar que antes no existía tal cosa.