'Disidencias de género' es un blog coordinado por Lucía Barbudo y Elisa Reche en el que se reivindica la diversidad de puntos de vista feministas y del colectivo LGTBQI.
A la diosa de mi juventud
Creo que nos debíamos esta conversación hace tiempo. Desde hace tiempo te busco, pero solo veo una figura alargada y cada vez más borrosa. Te has ido desdibujando desde hace unos meses, pero es en este último que te veo más lánguida y transparente, me esquivas la mirada, y siento que te esfumas irremediablemente.
Me inyectaste energía, pasión por la vida, y la vehemencia que aún corre por mis venas. Querías comerte el mundo de un solo mordisco y te sentías dueña del tiempo y del mundo. Te recuerdo delgada y en jeans. Tenías muchos anillos en tus manos. Era la única muestra visible con la que pretendías disfrazar tu estética 'masculina' (eso que ahora sabemos que es no binario). Los anillos y la lectura del tarot eran tus armas en esa cruzada heteropatriarcal. No saliste ilesa. Te recuerdo en jeans, delgadísima y triste. La presión social te asfixiaba el cuerpo, incluso contra tu genética llena de mujeres de generosa figura. Siempre que te veo, te rodea un halo de miedo y de tristeza, a pesar de tu sonora carcajada y tu sonrisa permanente.
Te veo y me cuesta abrazarte. Aún no entiendo por qué esforzarte tanto en tratar de calzar en ese espacio tan heterosexual. Me cuesta abrazarte, y abrazar tus esfuerzos vanos por pertenecer a la tribu. Me duele el tiempo invertido (¿perdido?) en amistades que te rompieron el corazón, en aparentar docilidad y permitir que te invadieran. Pero son justo esas cosas las que no me permiten dejarte ir. Ya sabes (siempre lo supiste) que es el rencor, y no el amor, lo que te engancha y no te permite trascender.
Eso sí, siempre admiré tu capacidad de imaginarte más adulta, y el cuidado de tus alas por sobre todas las cosas. Aún en los momentos más difíciles siempre te proyectaste subiendo a mil aviones, comiéndote el mundo. Saboreando la música y la comida, tus compañeras predilectas en los momentos más difíciles, pero también en los más dulces.
Te abrazo con todo mi corazón, con este cuerpo maduro, no binario, en el que la genética de figuras generosas ha hecho mella y del que me siento orgullosa. Me quedo con tus alas que enquisto en mis sienes canosas y en mi espalda ancha y cansada. La carcajada la instalo en el corazón y en el diafragma. Programo en cada uno de mis sentidos la imaginación vivísima. Te dejo sacar tu propia voz y desecho esa carcasa impostada de fragilidad. No me gusta, a ti tampoco te gustó nunca y ahora no nos sirve.
Siento que no hay mucho tiempo. Quieres irte y debo dejar que te marches. Quiero despedirte de la manera más amorosa y pacífica. Me quedo con tus alas, con tu imaginación vivísima, con tu carcajada estruendosa, tu fe en la vida a pesar de las tormentas. Con todo lo otro que me engancha a ti, desde el rencor y/o desde el fastidio, francamente no sé qué hacer, porque al final fueron muestras de amor y aceptación hacia un prójimo que ni te quería ni te aceptaba. Pero era amor al fin y al cabo. Amor y ganas de formar parte del colectivo, de tener amistades para toda la vida, aunque amamos nuestra soledad. ¿Te parece si esa capacidad de amar la dejamos para mí misma?.
Gracias por la resistencia. Gracias por ser tú, a pesar de todo, y permitirme vivir ahora como quiero.
Creo que nos debíamos esta conversación hace tiempo. Desde hace tiempo te busco, pero solo veo una figura alargada y cada vez más borrosa. Te has ido desdibujando desde hace unos meses, pero es en este último que te veo más lánguida y transparente, me esquivas la mirada, y siento que te esfumas irremediablemente.
Me inyectaste energía, pasión por la vida, y la vehemencia que aún corre por mis venas. Querías comerte el mundo de un solo mordisco y te sentías dueña del tiempo y del mundo. Te recuerdo delgada y en jeans. Tenías muchos anillos en tus manos. Era la única muestra visible con la que pretendías disfrazar tu estética 'masculina' (eso que ahora sabemos que es no binario). Los anillos y la lectura del tarot eran tus armas en esa cruzada heteropatriarcal. No saliste ilesa. Te recuerdo en jeans, delgadísima y triste. La presión social te asfixiaba el cuerpo, incluso contra tu genética llena de mujeres de generosa figura. Siempre que te veo, te rodea un halo de miedo y de tristeza, a pesar de tu sonora carcajada y tu sonrisa permanente.