'Disidencias de género' es un blog coordinado por Lucía Barbudo y Elisa Reche en el que se reivindica la diversidad de puntos de vista feministas y del colectivo LGTBQI.
Elle gibó (porque incluía)
No os lo váis a creer, la Real Academia de la Lengua incluyó el pronombre «elle» en su observatorio de palabras hace unos días. Elle, sí, el pronombre personal neutro. El tuiterverso se volvió loco, le enmendó la plana y… la egregia organización lo ha retirado. Chorprecha.
«Elle» —en realidad— destapa la punta de un iceberg mucho más interesante como es el género gramatical neutro: la flexión «-e». Amigue, hermane, maestre. Se habla de esta posibilidad en textos publicados en la península histérica desde el año 1976, que yo sepa. Allá donde más se habla español, en la colonizada Hispanoamérica, es donde más se registra un uso que haya permeado a ciertas instituciones. En Argentina, por ejemplo, se está añadiendo al (ya farragoso) desdoble: «todos, todas y todes». Les profesionales de la traducción hablan del enguaje no binario y su traducción. ¿Qué más queréis!
Les que utilizamos el neutro de nuevo cuño, somos muches y con muy diversos puntos de vista. Algunes ni siquiera lo utilizamos de manera indefectible. Eso no lo invalida. Contar con este neutro gramatical permite que lo ‘marcado’ tenga sus formas (masculino y femenino gramaticales) y que la morfología ‘no marcada’ no dé ventaja a ninguna de ellas. El neutro gramatical en «-e», en lugar del masculino impositivo, sería lo más respetuoso. Este género gramatical inclusivo visibilizaría a las personas disidentes de los géneros normativos (masculino y femenino) y formaría plurales que incluyeran a todos los géneros humanos.
Y es que lo de los géneros hay que aclararlo. Resumiendo mucho y con Occidente como referencia, los géneros (antropológicos) reflejan los patrones que se asignan socialmente a las personas por sus genitales. Qué se considera hombre o mujer, por ejemplo. Sin embargo, esto ni siquiera corresponde al sexo, pues resulta que los sexos (biológicos) son más complejos. De acuerdo con la OMS no existen únicamente dos. Traduzco al pie de la letra: «Claramente, no se trata tan solo de féminas con XX y varones con XY, sino que —más bien— existe un abanico de complementaciones cromosómicas, balances hormonales y variaciones fenotípicas que determinan el sexo». Si os instruís, veréis a lo que nos referimos y cómo tenemos aún mucho que luchar también por la dignidad de las personas intersexuales.
La adopción de un género gramatical neutro materializaría pues muchos avances para toda la sociedad. Especialmente para las personas trans, con tanto que os ha gustado «Veneno». Personas trans son aquellas «cuya identidad de género, expresión de género o conducta no se ajusta a aquella generalmente asociada con el sexo que se les asignó al nacer» e «incluyen personas andróginas, multigénero, desconformes con el género, de tercer género».
Utilizar «elle» y las terminaciones en «-e», puede tener efectos transformadores. Sabemos que para asumir una realidad es preciso que la sociedad pueda nombrarla. Para poder integrar y respetar a las personas no binarias, así como para trabajar en el concepto de igualdad de los géneros, esta herramienta es clave. Deseo que ninguna persona se vea privada de oportunidades de desarrollo y me chiflaría que naciésemos en la misma casilla. Hacia ahí apunta esta evolución lingüística. Sin faros así de idealistas no habría avances para les desfavorecides.
Aquella egregia organización monta un observatorio de palabras, pero ni se le ocurre mostrar otros fenómenos, como cambios sintácticos y morfológicos de manera tan transparente. Nunca sabremos si es así por tratarse de trabajo y autocuestionamiento en exceso, que autocuestionarse de vez en cuando es atroz. A aquella egregia organización se le encargó el análisis del texto de la constitución española (qué mayúscula ni qué ocho cuartos). Tardó dos años e ignoró todos los análisis realizados en varios países hispanoablantes, defendiendo a capa y espada el masculino impuesto.
La lengua constituye una tecnología humana y su función principal —la que determina la corrección en su uso— es la transmisión del mensaje. Esta herramienta nos permite comunicar nuestra concepción del mundo. A la vez, como cualquier herramienta, se puede adaptar y utilizar para hacer el bien. Permite captar sutilezas que encierran cómo nos vemos y cómo vemos al resto. Me parece preciso y precioso que sembremos una forma de expresarnos contra la exclusión.
Os cuento esto escuchando lo último de Margareth Menezes. Lo que tenga que ser será, pero no dependerá de la aprobación expresa de esa egregia organización con más de trescientos años de vejez (y tan solo un quince por ciento de mujeres académicas en pleno siglo XXI). Hay más factores, la lengua es —efectivamente— de sus hablantes. De todes, eso sí.
No os lo váis a creer, la Real Academia de la Lengua incluyó el pronombre «elle» en su observatorio de palabras hace unos días. Elle, sí, el pronombre personal neutro. El tuiterverso se volvió loco, le enmendó la plana y… la egregia organización lo ha retirado. Chorprecha.
«Elle» —en realidad— destapa la punta de un iceberg mucho más interesante como es el género gramatical neutro: la flexión «-e». Amigue, hermane, maestre. Se habla de esta posibilidad en textos publicados en la península histérica desde el año 1976, que yo sepa. Allá donde más se habla español, en la colonizada Hispanoamérica, es donde más se registra un uso que haya permeado a ciertas instituciones. En Argentina, por ejemplo, se está añadiendo al (ya farragoso) desdoble: «todos, todas y todes». Les profesionales de la traducción hablan del enguaje no binario y su traducción. ¿Qué más queréis!