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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Feminismo de barrio

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Leyendo a Mikki Kendall y su libro 'Feminismo de barrio: lo que olvida el feminismo blanco' (Capitan Swing, 2022o hegemónico me doy cuenta que son muchas las comunidades marginalizadas ya han desarrollado estrategias y soluciones por cuenta propia, como por ejemplo las mujeres con discapacidad. Kendall habla tangencialmente de este hecho ya que ella misma tiene discapacidad y es muy interesante ya que, tal como ella lo plantea, el feminismo atiende a prioridades variadas y las luchas son diferentes porque las preocupaciones también lo son.

Kendall expone a lo largo del libro que la mayoría de las feministas estadounidenses rara vez habla de la satisfacción de las necesidades básicas como una cuestión feminista. Temas como la inseguridad alimentaria, el acceso a una educación de calidad, barrios equipados, salarios dignos y una atención médica decente son cuestiones que no se contemplan. “Hay poca investigación inclusiva que tenga en cuenta las diferencias raciales y menos el género o la discapacidad”, (pág, 121) afirma Kendall.

El capítulo titulado 'Hambre' habla de cómo la comida basura puede no ser saludable, pero es un recurso eficaz usado por las familias monomarentales y su prohibición sin alternativas asequibles acaba apoyando discursos gordofóbicos y aporafóbicos que culpan a las madres de no poder salir de su propia condición de pobreza, mientras el precio del resto de alimentos (perecederos para los que necesitas, por ejemplo, nevera) no dejan de subir. Como ella señala: “Hay una historia detrás de cada menor almorzando una bolsa de patatas fritas y un refresco en la parada del bus; no es algo que se explique por falta de conocimientos sobre nutrición, pereza o abandono” (pág. 46).

Otro tema que trata como dejado de lado por el feminismo hegemónico es el derecho al acceso a la vivienda que como demuestra el informe de Discriminación Racial (Provivienda, 2022) y el Informe Radar (Ecom 2020). Es algo que también sucede en el estado español y las capas de opresión son las mismas. 

Lo cierto es que leyendo a Kendall me sentía extraña (por temas de apropiación cultural) porque siendo blanca e intentando situar mi análisis, veía muchos paralelismos entre lo escrito por Kendall y la vida de algunos barrios que he habitado (racializados o no, obreros todos) donde “las chicas de barrio deben aprender a mostrar solo una fracción de sí mismas, la que se consideran aceptable, aunque tienen que trabajar el doble para llegar la mitad de lejos en la vida”.

En el capítulo 'Guapa para ser…' también veo muchos paralelismos con la presión estética de mis amigas y familiares gitanas, por ejemplo cuando dice que “mientras que un moño descuidado puede ser el epítome de la elegancia desenfadada en una chica blanca, si una mujer negra no se esfuerza por mejorar su apariencia, se encontrará con la desaprobación fuera y dentro de la comunidad” o cuando cuenta que salía con chicos blancos y le decían cosas como ‘qué guapa eres para ser negra’. Esta última frase tiene su variante en “no se te nota que tienes discapacidad”.

Aunque no se adentra demasiado en 'Justicia reproductiva, eugenesia y mortalidad materna' habla de diversos temas relacionados con el aborto, la disforia de género (lenguaje de ella), las manifestaciones de sus seguidores en redes de porqué no debía estar embarazada si era una veterana con discapacidad y como los grupos antiabortistas refuerzan sus argumentos adoptando a niños con discapacidad e instrumentalizandolos y luego votando a candidatos que privan a las comunidades de los servicios para las personas con discapacidad. 

El último capítulo 'Aliadas, airadas y cómplices' es un cierre donde nos recuerda que “la ira no tiene que ser culta para ser válida. Una mujer airada no tiene que ser agradable ni estar tranquila si quiere ser escuchada”, (pág 232) y cómo exigir que las personas sean educadas es otro rasgo del feminismo blanco.

Kendall habla desde la vulnerabilidad y el orgullo de forma mordaz. No creo que quiera dar lecciones, sino poner de manifiesto que “nadie se ha liberado de la opresión pidiéndolo cortésmente”.

Leyendo a Mikki Kendall y su libro 'Feminismo de barrio: lo que olvida el feminismo blanco' (Capitan Swing, 2022o hegemónico me doy cuenta que son muchas las comunidades marginalizadas ya han desarrollado estrategias y soluciones por cuenta propia, como por ejemplo las mujeres con discapacidad. Kendall habla tangencialmente de este hecho ya que ella misma tiene discapacidad y es muy interesante ya que, tal como ella lo plantea, el feminismo atiende a prioridades variadas y las luchas son diferentes porque las preocupaciones también lo son.

Kendall expone a lo largo del libro que la mayoría de las feministas estadounidenses rara vez habla de la satisfacción de las necesidades básicas como una cuestión feminista. Temas como la inseguridad alimentaria, el acceso a una educación de calidad, barrios equipados, salarios dignos y una atención médica decente son cuestiones que no se contemplan. “Hay poca investigación inclusiva que tenga en cuenta las diferencias raciales y menos el género o la discapacidad”, (pág, 121) afirma Kendall.