'Disidencias de género' es un blog coordinado por Lucía Barbudo y Elisa Reche en el que se reivindica la diversidad de puntos de vista feministas y del colectivo LGTBQI.
El filtro belleza del móvil: dispositivo biopolítico por excelencia
Hace poco cambié de móvil. Soy de las que se resisten a la obsolescencia programada y cambiar de móvil es algo que no hago a menudo. En este nuevo dispositivo hay un microdispositivo biopolítico que conocía, pero no había probado: el filtro de belleza de la cámara.
Esta opción, según el fabricante, permite “mejorar la foto final y que parezca más bella”. Esto, a efectos prácticos, se traduce en: usar la luz para eliminar pecas, ojeras, imperfecciones y asperezas “para que la piel parezca más joven”, difuminar el hueso de la nariz, marcar los pómulos, agrandar ligeramente los ojos y las pestañas.
El efecto final es algo plastificado y juraría que me agranda los labios también. El asunto es que este filtro incorporado en la cámara (que obviamente puedes no usar) es casi una operación de cirugía que te indica como debería ser tu cuerpo para encajar más en los cánones de belleza normativos. Y me preguntó: ¿cómo hemos llegado aquí? ¿cómo se instaló la virtualidad de esta forma en nuestras vidas?
El feminismo lleva años reclamando la estría, la celulitis y las imperfecciones en general como bellas porque son reales y como reza la frase vinimos a ser reales no perfectas. En general, las diferencias de nuestros cuerpos son lo que los hace únicos. Sin embargo, la industria de la moda, las presentadoras de televisión y algunas redes sociales parecen decirnos que si no somos la misma mujer es por una cuestión de falta de técnica, recursos o ganas como señalaba Iris Murdoch.
Si bien es cierto que hay resistencias desde la alteridad, la construcción social de la belleza hegemónica actual establece unos cánones de belleza irreales que nos acarrean múltiples desgracias y enfermedades (anorexia, bulimia, cánceres por blanqueamientos de piel entre otras) por no ser lo suficientemente alta, blanca, delgada, morena o por todo lo contrario. La industria de la belleza saca partido de las inseguridades de las mujeres creando necesidades con el fin de “ser atractiva para” con múltiples finales de frase como “encontrar trabajo”, “tener éxito social”, “encontrar pareja”, entre otros, más basadas en la estética mas que en la ética.
De nada sirve que hagamos maniquíes más reales o que algunas tiendas incorporen 'tallas grandes' (que en otros países son normales) si el Photoshop en las modelos nos presenta una idea distorsionada de las corporalidades aumentando el pecho, estrechando la cintura, alisando la piel o agrandando los ojos y es cuanto menos curioso que las cámaras de selfies vengan ya con estos sistemas de autoedición.
Como decía una amiga trans no binaria: “¡Ojalá no supiéramos de que operarnos!” o dicho de otra forma ojalá no hubiera unos cánones de belleza establecidos que dictasen cómo deberían ser nuestros cuerpos según la norma. Deconstruyamos esta idea de belleza que parece inmanente a todas las épocas cuando -buceando en internet podemos ver perfectamente que el ideal de belleza cambia según el contexto histórico y las culturas-.
No uséis filtros de belleza, que nadie nos diga como deberíamos ser.
Hace poco cambié de móvil. Soy de las que se resisten a la obsolescencia programada y cambiar de móvil es algo que no hago a menudo. En este nuevo dispositivo hay un microdispositivo biopolítico que conocía, pero no había probado: el filtro de belleza de la cámara.
Esta opción, según el fabricante, permite “mejorar la foto final y que parezca más bella”. Esto, a efectos prácticos, se traduce en: usar la luz para eliminar pecas, ojeras, imperfecciones y asperezas “para que la piel parezca más joven”, difuminar el hueso de la nariz, marcar los pómulos, agrandar ligeramente los ojos y las pestañas.