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Sobre este blog

'Disidencias de género' es un blog coordinado por Lucía Barbudo y Elisa Reche en el que se reivindica la diversidad de puntos de vista feministas y del colectivo LGTBQI.

Las grietas del feminismo `mainstream´

Rosa Mª Egea

Miranda Hobbes va con frecuencia al videoclub de su barrio neoyorkino a sacar películas. Es su forma de pasar el tiempo ya que ha decidido pasar de los hombres. Alquila y devuelve películas un día tras otro. En la puerta del establecimiento hay unos hombres que trabajan en la obra y que la `piropean´. Miranda aguanta el acoso durante varias semanas. Hasta que un día se da la vuelta, se encara con el hombre que le chilla todo lo que le haría y le dice que si tan guapa le parece que se vaya con ella a casa a echar un polvo. El hombre, ante tal respuesta, se achica. Estoy casado, responde. Entonces, ¿si el hombre no quieres ni ligar ni llamar la atención de Miranda por qué la `piropea´?, ¿por qué los hombres se enfadan si les plantamos cara ante un que `no me entere yo que ese culito pasa hambre´?, ¿por qué la única respuesta que los hombres creen que debe tener su acoso callejero es la de nuestro paso acelerado, nuestra cabeza gacha y nuestra mirada humillada? Porque el piropo es una manera de ejercer el control sobre las mujeres, sin más. Porque así nos recuerdan que el espacio público les pertenece a ellos un poquito más que a nosotras. Y nuestros cuerpos, también.

Miranda Hobbes es una de las protagonistas de `Sexo en Nueva York´. Esta serie nos intentó hacer creer que empoderamiento femenino era sinónimo de tener una cuenta bancaria lo suficientemente llena como para ser independiente, aunque estés deseando tener una relación ideal con un príncipe azul, y tener un armario lleno de ropa. Es un producto neoliberal lleno de grietas gracias a las cuales aprendí que hay que replicar al acoso callejero que `la relación más importante y la que más debemos cuidar es la que tenemos con nosotras mismas´ y que los tacones están para pisotear al patriarcado. No sé si esa fue la intención de los productores, pero ese fue el aprendizaje de muchas.

Actualmente, el feminismo está de moda. El término se ha colado hasta en esas revistas que les dicen a las mujeres cómo deben ser y cómo deben vestir. Si echas un vistazo rápido por Instagram verás como estas publicaciones alternan artículos sobre qué gel es mejor para combatir la celulítis con otros que recogen que la foto de alguna modelo ha vuelto a ser viral por mostrar las estrías que tiene en el culo. Otra grieta.

Intentan vendernos geles y cremas para controlarnos, pero necesitan clics en sus artículos para llenar sus bolsillos. Y los clics los consiguen mostrando cuerpos reales. Vamos a cuestionar sus cánones de belleza, vamos a aplaudir que en los anuncios de cremas depilatorias las mujeres aparezcan con pelos y vamos a demandar que haya cuerpos diversos en la publicidad. Llevamos mucho tiempo viendo un único tipo de mujer en nuestras televisiones, ahora los queremos ver todos.

La palabra feminismo se ha colado también en nuestros armarios. Inditex ha sustituido el `Barbie Girl´ de sus camisetas por el `Feminist´. Amancio ha aceptado las normas del juego. Si el feminismo está cobrando fuerza es obligación del mercado adueñarse de la palabreja e intentar vaciarla de contenido ideológico. Lo que Amancio no sospecha es que sus camisetas son también una grieta. Se empieza por comprarlas y se acaba por leer que la economía feminista no contempla la explotación de ningún ser humano como forma de generar riqueza. Defiende la sostenibilidad, el comercio justo, la economía circular y colaborativa. Y se empieza a pasar de Zara para comprar en otro tipo de comercios. Porque cuestionar la actual sociedad de consumo también es cosa del feminismo.

Series como `Big Little Lies´ o `El cuento de la criada´ nos han ayudado a entender que las mujeres no debemos competir entre nosotras, sino cooperar. Estas series hablan de maltrato, de vientres de alquiler y nos hacen ver que da igual cuanto poder tengas, en un mundo concebido por y para los hombres siempre estarás sometida. El concepto de sororidad ha llegado a nuestras vidas y nos ha hecho más fuertes. Ahora somos manada, somos hermanas. Y vamos a parar ciudades enterar para decirle a otras mujeres que no están solas, que las creemos y que este sistema es injusto. Da igual lo que nos digan las películas, los libros o las letras de algunas canciones. El culpable de una agresión es solo el que agrede, no nuestra ropa. Da igual que Javier Marías cuestione el movimiento #MeToo porque los hombres no acosan, somos las mujeres las que exageramos. Estamos en las redes. Y vamos a contar nuestras historias aunque a estos señoros no les guste.

Los productos feministas que nos vende el mercado están llenos de grietas que debemos aprovechar para resignificar nuestra lucha a cada paso. El feminismo va ganando espacio y por eso tenemos un Consejo de Ministras formado por mujeres en puestos de representación que históricamente han estado ocupados por hombres.

Pero feminismo no es sinónimo de mujerización. Por ejemplo, no nos vale que Ana Botín se defina como feminista por moda y no por convicción, mientras que el Banco Santander desahucia a familias enteras. Porque ser feminista no es solo luchar por los derechos de las mujeres, que también. Es transformar la sociedad. Es poner la vida en el centro. Es luchar por el derecho a la vivienda, a los cuidados, a reclamar que las ciudades sean espacios de encuentro y no de consumo.

De nada sirve que mujeres como Ana Botín rompan el techo de cristal para adoptar roles de liderazgo masculinos, jerárquicos y perpetuar relaciones de poder basadas en la desigualdad. No queremos que nos vendan el papel de la `superwoman´ que es ejecutiva de día y madre complaciente de noche como un triunfo del feminismo porque así es como nos quiere el patriarcado, asumiendo sus normas de juego, extasiadas por no poder compaginar vida personal con laboral y confrontando con otras mujeres.

De nada sirve que haya mujeres en la cúspide si el suelo de la pirámide sigue estando formado por mujeres que limpian miles de habitaciones por dos euros la hora. No. Ese es el feminismo que quieren poner de moda. Pero nosotras queremos el feminismo de la grieta. No queremos, ni nos vamos a conformar con el 50% de la cuota de representación de una empresa de economía neoliberal. Ni con el 50% de la cuota de representación de un partido político que recorta en políticas de igualdad, en ayudas a la dependencia y que niega que modelos de familia hay muchos y todos tienen que tener por ley los mismos derechos. El feminismo, para ser transformador, debe ser subversivo. El feminismo es radical porque va a la raíz, va a dinamitar los cimientos del patriarcado. Por eso, te animo a que busques las grietas del feminismo `mainstream´ y las conviertas en lucha.

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'Disidencias de género' es un blog coordinado por Lucía Barbudo y Elisa Reche en el que se reivindica la diversidad de puntos de vista feministas y del colectivo LGTBQI.

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