'Disidencias de género' es un blog coordinado por Lucía Barbudo y Elisa Reche en el que se reivindica la diversidad de puntos de vista feministas y del colectivo LGTBQI.
No se llama “sofagate”, se llama patriarcado
Hace un mes Ursula Von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea se quedaba estupefacta al comprobar cómo no había una silla preparada para ella en la reunión que mantuvo con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
Sin poder ocultar su sorpresa, pero dando prioridad a la reunión antes que al protocolo, Von der Leyen fingió normalidad y se sentó en el sofá continuo mientras Michel y Erdogan ocupaban las sillas preferentes para hablar, entre otras cosas, de la retirada de Turquía de la Convención de Estambul. Dos días más tarde, Michel se pronunció declarando lamentable la situación por dos motivos: haber dado la impresión de ser indiferente a “la torpeza del protocolo” turco y dos porque la situación “ensombrecía el importante y beneficioso trabajo geopolítico”. Y es que Horkheimer (sociólogo de la Escuela de Frankfurt con una fuerte Crítica a la Razón Instrumental) se habría echado las manos a la cabeza ante tal diferenciación entre medios y fines.
Michel resaltó el honor de formar parte de un proyecto donde dos de las cuatro principales organizaciones están dirigidas por mujeres: la Comisión, por una presidenta a la que no dejan sentarse, y el Banco Central, por Christine Lagarde. También se mostró orgulloso de su mujer Sophie Vilmès que le va a suceder como primera ministra. Destacó que lo importante era la defensa que hicieron ante Erdogan sobre el Convenio de Estambul, los derechos de las mujeres y los niños. Dicho de otra forma, un hombre tomó la palabra, hizo alarde de feminismo y defendió a Von der Leyen que dijo sentirse herida como mujer y europea (ojo con el segundo adjetivo da para un libro de la Vasallo o una segunda parte del libro de Alba Rico)
Confieso que hace un mes, cuando todo esto sucedió se me propuso escribir sobre este tema y lo vi tan lejano y perteneciente a las altas esferas que no me interpelaba para nada. Sin embargo, me ha servido para darme cuenta que esto a mi alrededor pasa muchísimo y seguimos sin tener protocolos propios para pararlo, ¿si la presidenta de la UE no sabe cómo lidiar con estos desprecios, cómo lo va a hacer la presidenta de la asociación de vecinas?
En el caso de nuestras vecinas nadie va a salir a pedir disculpas públicas defendiendo su feminismo con ejemplos de poder (como mucho un “oye que yo ayudo en casa”). Me pregunto ¿qué ocurre cuando la mayoría del tejido asociativo es trabajo de las mujeres y en la junta solo hay hombres que ignoran como se crean esas redes? ¿A cuántas mujeres en puestos de dirección en entidades sociales y asociaciones conocéis? Si bien, por ejemplo, en el Tercer Sector la mayoría de las trabajadoras son mujeres, ocurre que la mayoría de directores son hombres.
Tenemos ejemplos en nuestros barrios donde son ellas las que organizan todos los saraos, las que cosen los trajes de carnaval, adornan las calles, preparan la comida, hablan con las nuevas vecinas y, al fin y al cabo, las que mantienen los espacios cuidados. Son las que se organizan a la salida del colegio y las que se dan cuenta cuando les quitan un banco en su camino porque ya no pueden ir a comprar, dejar a los niños y acompañar a su madre al médico en un solo viaje. Son ellas las que conocen mejor su barrio y su ciudad. Como digo, todas estas mujeres me representan más que Ursula Von der Leyen y solo tienen algo en común con ella: ser leídas como mujeres le resta autoridad.
Decía Octavia Butler en 'La Parábola del Sembrador' (recientemente editado por Capitán Swing) que “en ocasiones nombrar una cosa te ayuda a entenderla. Saber el nombre de una cosa y, además, saber para qué es esa cosa te permite comprenderla mejor”. Aunque el nombre de estos procesos desiguales es patriarcado, en los medios lo llamaron “sofagate”, como si fuera algo que solo le ocurre a Von der Leyen: más por europea que por mujer.
Hace un mes Ursula Von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea se quedaba estupefacta al comprobar cómo no había una silla preparada para ella en la reunión que mantuvo con el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan.
Sin poder ocultar su sorpresa, pero dando prioridad a la reunión antes que al protocolo, Von der Leyen fingió normalidad y se sentó en el sofá continuo mientras Michel y Erdogan ocupaban las sillas preferentes para hablar, entre otras cosas, de la retirada de Turquía de la Convención de Estambul. Dos días más tarde, Michel se pronunció declarando lamentable la situación por dos motivos: haber dado la impresión de ser indiferente a “la torpeza del protocolo” turco y dos porque la situación “ensombrecía el importante y beneficioso trabajo geopolítico”. Y es que Horkheimer (sociólogo de la Escuela de Frankfurt con una fuerte Crítica a la Razón Instrumental) se habría echado las manos a la cabeza ante tal diferenciación entre medios y fines.