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La nueva normali·drag

20 de enero de 2021 21:00 h

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Imaginemos una especie de Operación Triunfo de transformismo. Para clasificarse, sus concursantes deberían destacar en el escenario y desfilar con atuendos pasmosos. Un playback de la muerte podría salvarles de la eliminación. Nos regalaría momentos de convivencia, emotividad, aprendizaje, preparativos y comadreo entre sus participantes, modo culebrón, claro. Pues se llamará «Drag Race España» y será la adaptación patria de RuPaul's Drag Race, un programa yanqui ultragalardonado. Su llegada me deja las areolas erizadas y el resto mustio: mmm, sentimientos encontrados… mis favoritos.

Esta fantasía tardocapitalista vendrá de la mano de Timofónica y de un grupo de comunicación con participación del noticiero ABC, nobleza no guillotinada y demás gente de esa que no pasa hambre. Como cualquier transformista, ¿sabe usted? Mientras tanto, artistas de tu zona buscan divertirte. Se emite en plataforma de pago, no en abierto, sacándole así el jugo a públicos más oprimidos —y pioneros— como ha ocurrido con la serie «Veneno». 

RuPaul's Drag Race basa su formato en los certámenes de belleza (los de misses), más populares en EE. UU. que aquí (1). Le honran avances como incluir personas de orígenes múltiples y racializadas o lograr que masas más convencionales aprecien el transformismo y su insurrección de género. Para adaptar el «mundo travesti» a un público más general, han tenido que ‘refinarlo’ al máximo: espectáculo, sí; reflexión, menos. Se sirve también del patriotismo ante una comunidad históricamente desdeñada por las instituciones y más atrasada en derechos que en nuestro estado.

En cada emisión de «RuPaul: Reinas del drag» (2), sus drag queens hacen gala de un talento que no es moco de pavo. Me marcó mucho que durante las pasarelas pusieran la voz de quienes desfilan, narrándonos cómo ese aspecto, esa presencia, les empodera. Sin olvidar que «el tacón si no es tu elección, es opresión», confieso que engalanarme o subirme a unas plataformas me da mucho poderío.

Charlé con Rubén Antón (fundador de Drag is Burning (3)) sobre las expectativas para Drag Race España. Me contó que el término «transformismo» se cristalizó aquí cuando Leopoldo Fregoli, un señor casado y con descendencia, a finales del s. XIX mutaba en escena para representar varios personajes. Coincidimos en la preocupación de que no se valorasen lo suficiente el cabaret y el folclore que caracterizan al transformismo patrio.

Al conversar con Sara Rodríguez (alter ego del reinón Hapi Hapi, promotora del Colectivo Drag King) (4), apuntaba que hacer de drag kings saca a escena cómo hay privilegios reservados históricamente a hombres. Además, permite satirizar lo tóxico de la hombría, empoderar masculinidades menos valoradas y contestar aún más los planteamientos cisheteropatriarcales, lo que inquieta al orden establecido. Me comentaba cómo los kings están mucho menos visibilizados, menos insertos en el imaginario popular, e incluirlos en Drag Race arrojaría luz sobre ellos.

El ‘drag’ me parece especialmente educativo si se trabaja desde identidades de género disidentes: mujeres y personas no binarias. Cuando digo que «soy una señora peluda, porque las señoras podemos llevar los pelos que nos dé la gana» recuerdo la importancia absurda que damos a ciertos estereotipos del sexo-género o a la idea binaria de repartir el mundo entre jesucristos heroicos y vírgenes aguantalotodo. Del mismo modo, rescatar el folclore permite unir puentes entre generaciones y espacios sociales no siempre colindantes.

De momento, RuPaul’s Drag Race desatiende demasiado la diversidad real del ‘drag’. Por un lado, favorece ciertas destrezas y potencia cánones de imagen poco asequibles. Por otro, está configurado para honrar y privilegiar a reinonas hombre cisgénero (a «hombres que se visten de mujer») como reza su lema «Caballeros, arranquen motores y que gane ¡la mejor!». Todo para drag queens. Nada de drag kings ni de drags no binaries, excluyendo así voces ya infrarrepresentadas. Aunque se hayan revelado algunas excepciones, nunca han estado integrades en la dinámica.

Drag Race aumenta las oportunidades de prosperidad de sus concursantes con una bien merecida visibilidad, al tiempo que eleva socialmente la categoría de un conjunto de actividades habitualmente relegadas a guetos. Que audiencias de todo el mundo cuenten con programas como Drag Race en plataformas audiovisuales convencionales no debe menospreciarse. No obstante, desde la difusión internacional de RuPaul's Drag Race, si como drag no incluyes en tu arte brillos, disciplinas, pinturas y artificios de los mostrados en el programa, recibes mucha menos consideración. Volvemos a confundir instrumentos y finalidades. Tanta competición puede agudizar las desigualdades. Quienes participen verán su caché aumentado, así como sus contrataciones, el resto ya si eso… 

Y es que RuPaul's Drag Race ha creado su propio ecosistema económico, que ─como en cualquier espacio capitalista─ excluye inevitablemente a muchas personas (5). ¿Dependerá entonces nuestro valor como artistas de si hemos concursado? ¿Nos exigirán seguir los patrones del programa, coartando nuestra libertad artística?

Ojalá en la adaptación para Españita se pongan las pilas. Ojalá aprovechen al máximo los mensajes de inclusión que pueden lanzar. Ojalá la audiencia no se deje embelesar por el brillo y los recursos. Ojalá descubra que lo importante es que el arte te haga sentir. Ojalá pida más transformismo y menos desigualdad. Más allá de «televisión» es la vida de muchas personas, que bastante tienen con la precariedad que les ha caído por saltarse las normas binarias de género.

¿Y tú, cómo apoyas al transformismo local?

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1. El entramado de Miss America repartió alrededor de 45 millones de dólares entre unas doce mil concursantes durante el año 2013, por ejemplo.

2. Versión en castellano del título del programa original. El nombre Drag Race es una catacresis basada en las carreras de «frenar o despeñarse»: drag races. Es tradición transformista hacer juegos de palabras.

3. «Drag Is Burning» es un proyecto artístico que captura, visibiliza y dignifica el transformismo, ejerciendo de plataforma para voces drag.

4.  «Colectivo Drag King» reúne a reinones consagrados y emergentes para fomentar la visibilidad de esta vertiente.

5. Glamrou, escritore y artista británique, responsable del espectáculo From Quran to Queen (algo así como ‘Del corán a coronada’), ya vio que lo mismo iba a pasar en el Reino Unido. A partir de RuPaul’s Drag Race se convocan ferias de muestras anuales y se han emitido ediciones en Tailandia, el Reino Unido, Canadá u Holanda; programas de repesca de reinonas que no ganaron su edición (RuPaul's Drag Race: All Stars); otras emisiones inspiradas en planteamientos similares (RuPaul's Drag U, RuPaul's Celebrity Drag Race); así como giras por varios continentes con sus concursantes (RuPaul's Drag Race: Werq the World), para empezar.

Imaginemos una especie de Operación Triunfo de transformismo. Para clasificarse, sus concursantes deberían destacar en el escenario y desfilar con atuendos pasmosos. Un playback de la muerte podría salvarles de la eliminación. Nos regalaría momentos de convivencia, emotividad, aprendizaje, preparativos y comadreo entre sus participantes, modo culebrón, claro. Pues se llamará «Drag Race España» y será la adaptación patria de RuPaul's Drag Race, un programa yanqui ultragalardonado. Su llegada me deja las areolas erizadas y el resto mustio: mmm, sentimientos encontrados… mis favoritos.

Esta fantasía tardocapitalista vendrá de la mano de Timofónica y de un grupo de comunicación con participación del noticiero ABC, nobleza no guillotinada y demás gente de esa que no pasa hambre. Como cualquier transformista, ¿sabe usted? Mientras tanto, artistas de tu zona buscan divertirte. Se emite en plataforma de pago, no en abierto, sacándole así el jugo a públicos más oprimidos —y pioneros— como ha ocurrido con la serie «Veneno».