'Disidencias de género' es un blog coordinado por Lucía Barbudo y Elisa Reche en el que se reivindica la diversidad de puntos de vista feministas y del colectivo LGTBQI.
Orgullo y prejuicios
Estamos en el año 20 después del efecto dos mil. Toda la Murzia está ocupada por los voxciferanos… ¿Toda? ¡No! Asambleas formadas por irreductibles disidentes resisten —todavía y como siempre— al invasor. Y la vida no es fácil para las organizaciones en los anticuados asentamientos de Gaypitalismum, Terfarium, Euroblancum y Funcionalum…
Una serie de avances nos permite ya una vida más digna, en sociedad y en nuestra intimidad, a las personas disidentes de género (trans, asexuales, bisexuales, pansexuales, lesbianas, intersexuales, queer/cuir o gays, entre otras). Después de décadas de lucha, por citar algunos progresos normativos: hemos abierto ciertas vías legales y médicas con que tener más potestad sobre nuestros cuerpos y nuestra documentación, nos ampara alguna protección judicial y hasta cualquiera puede decidir no casarse porque no lo desee, y no porque no tenga más remedio. Además, por fin está mal visto aprovechar nuestra disidencia de género para tratarnos mal, especialmente en público.
Para que estos avances tuvieran lugar se han tenido que compaginar con los credos predominantes de la sociedad. Por un lado, con la visión anticuada de la sexualidad, que trata a la persona como un objeto invariable y no presta atención a su socialización, su contexto y su individualidad complejos. Por el otro, insertando las necesidades, aspiraciones y expectativas de las personas disidentes de género y de muchas mujeres en modelos de mercantilización, de relación y de familia basados en supuestos materialistas y machistas: que el dinero todo lo justifica, que hay dos casillas muy definidas para los cuerpos —hombre y mujer— o que la forma de afecto familiar más válida es una pareja para siempre y reproductiva, entre otros. Antes del cambio de siglo, recuerdo cómo organizábamos espacios de acogida, actividades formativas o lúdicas y manifestaciones en asociaciones estudiantiles y juveniles en las que aún la presencia era prácticamente masculina cisgénero. También recuerdo que en muchos casos los mensajes insinuaban «somos gays “pero” somos normales, somos “como el resto”». Qué alegría ver avances.
Las sociedades, los partidos políticos, los mercados, las administraciones, las oenegés y el resto de instancias en las que humanamente nos organizamos han podido ir asimilando nuestras disidencias de género gracias a que se ha «vendido una moto que se parecía a la que había» y esto ha costado sangre, sudor y lágrimas, literal e internacionalmente, y no pocas cantidades. Lo que ocurre es que esa moto (y toda su ‘gama’) está «fabricada» para no descontentar a una ciudadanía cuyo modelo venía siendo «el» señor con una edad mediana, de tez más pálida, de origen europeo, con un cuerpo hiperfuncional y un deseo sexual típico, que se ve representado en carteles y pantallas, así como al que se le supone cierta educación, cierta religión, cierta remuneración y una moralidad concreta. Este arquetipo corresponde a una minoría, bastante pequeña pero con demasiado poder.
La realidad, por su parte, es hermosamente diversa, Murcia incluida. Así que como complemento de las organizaciones e instituciones que no consiguen atender a la complejidad humana, nos hemos constituido en asamblea para intentar que esta pluralidad se tenga mejor en cuenta. Gracias a esto, esta provincia del reino celebró ya el año pasado una manifestación del ‘orgullo crítico’ que complementa las actividades más festivas de las instituciones y asociaciones heredadas del siglo veinte.
Con esto, os presento el inicio del manifiesto que estamos barajando para el 28 de junio, día en que nos concentraremos con el fin de recordar que hay que seguir trabajando para que la realidad esté bien atendida:
Este año una plaga nos ha recordado cómo la especie humana comparte vulnerabilidades y necesita apoyo mutuo. Un estado de alarma nos ha demostrado cómo hay tantas discriminaciones, que se extienden y entrelazan, que afectan a una mayoría. El auge de los movimientos antirracistas, los feminismos y la toma de conciencia de muchas otras formas de marginación —desde las institucionalizadas hasta las sutiles pero cotidianas— hace cada vez más ineludible que pongamos en el centro la interseccionalidad de las luchas, que comprendamos las relaciones entre las secuelas de la colonización, la concepción de la convivencia según unas capacidades y no otras, el descuido milenario ante las labores y necesidades de cuidados, ante la dictadura del binomio sexo-género, ante la explotación laboral y ante la acumulación de poderes financieros.
Este año, ahora que algunas personas provenientes de colectividades oprimidas han ido alcanzando puestos de conocimiento, de poder y de divulgación, por fin nos vemos representades en las pantallas y en los carteles. Ahora por fin ciertas plataformas mayoritarias empiezan a permitir que se oigan estas voces que siempre hemos tenido y tan poco se nos había dejado levantar.
Este año, por enésima vez, nos sublevamos. Este año queremos tender puentes entre luchas cuyas raíces se hunden en siglos de abuso de poder y que —dentro de sus particularidades— trabajan por el respeto, la reparación, la dignidad, la consideración, el entendimiento, la libertad, la igualdad social, la igualdad de derechos y la igualdad de oportunidades.
Este año queremos recordar que rara vez se nos discrimina por un solo motivo. La norma, lo que se nos ha presentado como «lo habitual», nos obliga a pensar en las situaciones de las personas, en el trato a sus cuerpos y en la consideración de sus voces, desde la homogeneidad. La norma nos quiere en casillas, pero las casillas son cárceles.
Nosotres, nosotras, nosotros entendemos que autodefinirse no es encasillarse. Reclamar las identidades propias es dar sentido a la existencia de cada cual. Entender raíces y alas, permite comprender cuáles son las cadenas de cada persona para romperlas. Conocer nuestra diversidad no nos impide encontrar espacios de hermandad. Cada lucha cuenta con sus particularidades, cada una tiene valor propio y urgencia, cada lucha debería acompañar al resto de luchas.
El domingo 28 de junio —de manera ordenada y distanciada— nos reuniremos a las 7 de la tarde en la plaza de la Universidad. Os invitamos a soñar con un futuro más inclusivo, donde no sean solamente señoros pudientes euroblancos cisheteros quienes decidan qué pueden y qué no, o cómo se estudia el resto de personas: la mayoría. Os invitamos a participar en las actividades de la Asamblea del Orgullo Crítico de Murcia, seguirnos en redes sociales y colaborar como podáis, para que el sueño se materialice.
https://twitter.com/CriticoMurcia
Estamos en el año 20 después del efecto dos mil. Toda la Murzia está ocupada por los voxciferanos… ¿Toda? ¡No! Asambleas formadas por irreductibles disidentes resisten —todavía y como siempre— al invasor. Y la vida no es fácil para las organizaciones en los anticuados asentamientos de Gaypitalismum, Terfarium, Euroblancum y Funcionalum…
Una serie de avances nos permite ya una vida más digna, en sociedad y en nuestra intimidad, a las personas disidentes de género (trans, asexuales, bisexuales, pansexuales, lesbianas, intersexuales, queer/cuir o gays, entre otras). Después de décadas de lucha, por citar algunos progresos normativos: hemos abierto ciertas vías legales y médicas con que tener más potestad sobre nuestros cuerpos y nuestra documentación, nos ampara alguna protección judicial y hasta cualquiera puede decidir no casarse porque no lo desee, y no porque no tenga más remedio. Además, por fin está mal visto aprovechar nuestra disidencia de género para tratarnos mal, especialmente en público.