'Disidencias de género' es un blog coordinado por Lucía Barbudo y Elisa Reche en el que se reivindica la diversidad de puntos de vista feministas y del colectivo LGTBQI.
Sirene y tritone: Malva charla con Coco
Hablo con Coco por teléfono el lunes por la tarde, después de una mudanza transoceánica. Participará en el II Congreso internacional de artes y diversidad: identidad virtual, tránsito, territorio y violencias, que se celebrará en distintas sedes de la ciudad de Murcia del 7 al 9 de noviembre de 2019, con la conferencia-acción «La violencia y los secretos: archivos y cuerpos queer en la era digital». Nació y vivió hasta los diecinueve años en Murcia, luego ha vivido en París, Toulouse, Edimburgo, Montreal y Toronto. Ahora se ha mudado a Madrid. Tras obtener su consentimiento para grabar, que el consentimiento es una cosa muy importante, me saco la libreta de purpurina con preguntas.
Malva Disco: Bueno, vamos a empezar como todas las personas: nombre, pronombres…
Coco Guzmán: Mi nombre es Coco Guzmán y utilizo cualquier pronombre.
MD: ¿Dónde tienes arraigo?
CG: Lo estaba pensando hoy: ¿qué es una casa?, ¿qué es un hogar? y creo que formo parte de una red, ya sea queer, o rara, o como queramos llamarlo, de gente que se conoce de muchos espacios. Más que el territorio, me siento bien con ese tipo de lazos, de redes. Luego me gusta mucho todo lo que sea agua, me fascina estar a la orilla de una playa, de un río, un océano o un lago. También forma parte de ese espacio que no es territorio.
MD: En los encuentros queer/marikas, por ejemplo, me he encontrado no ya en un «espacio seguro», sino uno donde estoy muy muy muy a gusto. Entonces me planteo ¿los cisheteros están así siempre?
CG: O no están así casi nunca, también es posible.
MD: Ay, ¡me encanta! Ja, ja, ja. Mira, nos lo mereceremos.
CG: Claro, es que al final no sé si tienen ese aprecio.
MD: Bueno y «mamá quiero ser artista» ¿en qué momento?
CG: Nunca, ja, ja, ja. Hay gente a la que sí, que ese término le suena muy normal. Digo que hago dibujos, nunca pensé ser artista. Estudié literatura y me encantan los cómics. Buscaba novela gráfica marika, transfeminista, y en ese momento no había tanta como hay ahora y yo no tenía dinero. Estaba en una casa okupa en París, no tenía ese acceso. Recordé que mi abuela decía «qué bien dibujas». Convertí mis propios cómics en fanzine y empecé a distribuirlo entre mis amigos. Fue una necesidad: quiero leer cómics y como no los hay los voy a hacer. Aparte, voy a contar mi historia pero solo la voy a contar para mis amigos. Siempre me río un poco de mí.
MD: Me reconozco mucho en esta línea. Tus instalaciones no transmiten pretensión. Se percibe intimidad.
CG: Sí, me gusta mucho la intimidad.
MD: Y coloreas cuerpos grandotes con trazos finos.
CG: Como en uno que se llama Rizomas Salvajes.
MD: ¿Rizomas Salvajes? ¿Como la canción de Las Bajas Pasiones?
CG: Sí. Son trazos finitos. Si te fijas en Genderpoo, la instalación sobre el cuarto de baño, sobre todo la última que hice en la Habana, mezclo esas dos cosas: figuras muy grandes a las que te puedes ir acercando y hay muchos detalles, escrito en pequeñito… Esa visión de lo macro y lo micro creo que está ligada al cómic, que puede tener esa sensación de intimidad. Me gustan los dibujos en que tienes que hacer un esfuerzo, físico, por acercarte y mirarlos. También es mi esfuerzo corporal de dibujar con un lápiz muy chiquito, que a veces me lleva a un estado de meditación.
MD: A mí me gusta transmitir algo que se comprenda pero con segundas lecturas, para quienes entienden.
CG: Trabajo mucho en capas de cebolla. Intento que mi trabajo sea muy accesible, pero si conoces, tienes otro acceso y cuanto más te acerques más lecturas tienes. Intento trabajar un poquito así. He estado hablando justo hoy con unos amigos de las claves de lectura: vivimos en una sociedad muy hipervisibilizada. Todo es hipervisible ¿no?
MD: Pornográfico, incluso.
CG: Y eso es problemático para mucha gente. Hay muchas críticas, incluidas de personas trans, porque hay cosas que se hacen demasiado visibles y no están explicadas. Ponen en peligro algunas experiencias, de gente que no se quiere identificar, que no puede.
MD: Es que permite la opinión no informada, como la pornografía de la protesta, enseñando lo más escabroso. Mucho espacio de pantalla a discursos con hechos escogidos y descontextualizados, aunque no lo parezca. Ay, el aspecto político…
CG: Para mí es importante reflexionar no solo las ideas, sino los valores. Intento que los métodos en mi vida y en mi obra sean políticos: alineados con mis valores. La relación entre lo macro y lo micro, cómo llevar una gran idea a lo pequeño de mi vida. Utilizo materiales no solo que sean accesibles económicamente, sino también que la gente reconozca, que no haya una alienación. No son caros, preciosos, sino materiales con los que todos tenemos una experiencia como el papel, la madera, la arena, los hemos tocado y transmiten una sensación. Y cuando trabajo con personal técnico, es muy importante el trato, el espacio que ocupo o cómo la obra ocupa el espacio. Las instalaciones tienen tendencia a hacerse muy grandes, que no todo el mundo puede permitírselo, con una fuerte carga audiovisual, un sonido muy fuerte, imágenes muy grandes. A mí me hace reflexionar mucho, ¿por qué necesitamos tomar tanto espacio? Una amiga artista me decía «fíjate que todas esas instalaciones tan grandes están hechas por hombres cishetero».
MD: Mira…
CG: ¿No? Hombres blancos que tienen que tomar ese espacio en el museo también. ¿Qué necesidad hay? Me parece interesante la reflexión sobre la obra sutil.
MD: Tengo una pregunta «rara» ¿«Llueven queers»?
CG: Yo creo que sí ¿no?
MD: A ver, yo creo que llueven y en gotas gordas, pero a lo mejor es que vivo en una cámara de eco.
CG: El libro con ese título viene del fanzine que en francés era «Il pleut des gouines» y cuando lo hice en inglés «It’s raining dykes».
MD: Llueven bolleras, vaya.
CG: Luego vino la reflexión para traducirlo al castellano con todas las versiones posibles, tanto de la península ibérica como en latinoamérica. Creo que esa conversación sobre lo que es ser queer ha evolucionado, el libro Llueven queers tiene siete años, pero a mí lo que me gusta es que puede ser que caigamos como gotas gigantes. ¿Y si la lluvia te hiciese queer? El agua moja y si no te metes en la casa…
MD: La lluvia te queerifica, ja, ja. ¿Alguna anécdota relacionada con ser una persona no normativa?
CG: Bueno, mi obra está enlazada a mi propia experiencia, como la de entrar a un cuarto de baño y que me digan «este es el cuarto de baño de mujeres, vete», o que he tenido que desnudarme en una ducha pública porque no me dejaban entrar. Lo del cuarto de baño motivó esa imagen de Genderpoo de la sirena con bigote. Que dije «voy a hacer mi propio signo del cuarto de baño». La sirena es un elemento de la mitología queer, no lo pensé en ese momento. Una activista trans con la que trabajé me explicó la relación entre la mujer trans y la sirena. También es un personaje peligroso para los hombres, que «no se pueden contener».
MD: La sirena encarna mucho de la disidencia de género, con aspectos como la transformación deseada, «permanente» pero sometida a portarse bien. ¡Pues cuántas cosas interesantes! Mil gracias, de verdad.
CG: Gracias a ti. Si te falta algo, me lo dices.
Hablo con Coco por teléfono el lunes por la tarde, después de una mudanza transoceánica. Participará en el II Congreso internacional de artes y diversidad: identidad virtual, tránsito, territorio y violencias, que se celebrará en distintas sedes de la ciudad de Murcia del 7 al 9 de noviembre de 2019, con la conferencia-acción «La violencia y los secretos: archivos y cuerpos queer en la era digital». Nació y vivió hasta los diecinueve años en Murcia, luego ha vivido en París, Toulouse, Edimburgo, Montreal y Toronto. Ahora se ha mudado a Madrid. Tras obtener su consentimiento para grabar, que el consentimiento es una cosa muy importante, me saco la libreta de purpurina con preguntas.
Malva Disco: Bueno, vamos a empezar como todas las personas: nombre, pronombres…