Llegados a estas fechas, puntuales como los anuncios de perfumes, aparecen los resúmenes del año y las previsiones para el siguiente. A la Economía se le ha acusado con frecuencia de acertar solo cuando pronostica el pasado; para leer el futuro y equivocarse ya están las cartas, nosotros aspiramos al papel del médico que, en base al diagnóstico actual, prescribe tratamientos, y nadie le pide que acierte si va a tener o no fiebre dentro de unos meses, lo que dependerá de mil imponderables propios y ajenos.
Hecha la disculpa pertinente, toca aproximarse a un ejercicio especialmente difícil este año, con una evolución pandémica que marcará todo y que nos deja sin saber si sorber o soplar, porque los buenos datos de vacunación se mezclan con la incertidumbre de las nuevas variantes; además, nuestra especialización turística nos hace especialmente sensibles a las restricciones (voluntarias o forzadas) de la movilidad y a los datos, no solo nacionales. La evolución previsible de la economía regional (y la española y, con las lógicas diferencias, la europea y la mundial) se asienta desde esa incertidumbre fundamental en cuatro pilares que determinarán el ritmo de recuperación.
Un primer elemento positivo es el volumen de ahorro privado a la espera de ser gastado, a poco que la situación sanitaria lo permita. Ya se ha notado este año en decisiones como las reformas de viviendas, pero en 2022 se va a seguir trasladando a decisiones de gasto que estimulan la actividad y el empleo. También se va a reflejar en decisiones de jubilación (y, en general, de abandono de la población activa), cuando sea posible, porque muchas personas, tal y como ha sucedido en Estados Unidos, han descubierto que otra forma de vivir es posible, con todo lo que implica de relevo generacional.
Un segundo elemento positivo es la puesta en marcha de las diversas inversiones ligadas a fondos europeos. En la Región creo que no se ha puesto suficientemente en valor el impacto que suponen ya las obras del soterramiento, del arco noroeste y de la vía a Lorca, pero todas estas inversiones se van a ver acompañadas por otras y van a suponer una inyección de actividad.
La sombra más importante que, en mi opinión, se cierne sobre la economía regional del 22, dejando los efectos directos de la pandemia de lado, es la evolución de la inflación y los tipos de interés. Cabe recordar que el objetivo explícito de la política monetaria europea es mantener la inflación en el entorno del 2%, y está por el 5. Ya escribí en este medio sobre las causas y las consecuencias de ello, pero si la situación persiste y se traslada a condiciones de financiación más estrictas, puede suponer un problema grave, porque acelerará las necesidades de consolidación fiscal de nuestras administraciones públicas. Nadie plantea ahora la vuelta a la austeridad, pero entre ello y el escenario de alegre expansión monetaria y fiscal en el que vivimos hay mucho terreno.
A la vista de todo lo anterior, soy optimista respecto a la evolución económica de nuestra Región en 2022. Creo que la última estimación del FMI de un 5,8% de crecimiento para el conjunto de España puede alcanzarse a poco que los aspectos sanitarios nos den un respiro, y que deberíamos estar preparando cómo dar la mejor respuesta a los retos estructurales que acompañarán y definirán esa recuperación, desde la vivienda a la formación y desde la mejora de la justicia al aprovechamiento de las enormes oportunidades que para nuestra Región supone la transición ecológica.
El cuarto pilar que quiero destacar no descansa en imponderables sanitarios o en la macroeconomía internacional, sino en nuestro propio marco político. Se suele decir que la economía se beneficia de la estabilidad política, pero yo creo que en contextos de fuerte incertidumbre como el actual, además de estabilidad hay que pedir perspectiva; una parte de la clase política y mediática, además de la propia dinámica generada por las redes, parece vivir para la tensión y la crispación, y hace muy difícil un debate serio sobre qué necesitamos como sociedad para salir más fuertes. Creo que el acuerdo de Presupuestos Generales ha sido muy positivo en este sentido, y el de la reforma laboral puede serlo, si somos capaces de huir de la etiqueta fácil (deroga o no, conmigo o contra mí) y ponemos en el centro el reto que supone que la generación más joven y golpeada por las dos últimas crisis (la financiera y la sanitaria) pueda construir desde el año que empieza su futuro. Que así sea.