Javier Castillo (Málaga, 1987) escribió “El día que se perdió la cordura” (Suma de Letras) en los trayectos de tren de Fuengirola a su trabajo en Málaga. Este consultor de finanzas que escribe cuentos desde la adolescencia decidió subir su novela a Amazon y, en apenas unas semanas, las descargas se contaban por miles. Tras vender 40.000 ejemplares en formato digital, se lanza ahora al papel de la mano de Suma de Letras. El éxito parece multiplicarse: Cientos de personas hicieron cola el jueves en la librería Educania para que les firmase un ejemplar. El culpable es un thriller frenético y minuciosamente armado. Así es como se construye un best-seller desde el asiento de un tren:
No debió de ser cómodo escribir una novela entera en un vagón.
No tenía otro momento para hacerlo, por mi trabajo como consultor financiero. Así que, cuando decidí empezar la novela, pensé que los 45 minutos de trayecto, con la ida más la vuelta, me daban una hora y media en total. Me llevaba el ordenador, me ponía mis cascos y escribía tratando de aprovechar el tiempo al máximo, rodeado de gente con maletas que iba al aeropuerto. De haber tenido más horas libres, a lo mejor hubiera terminado el libro en cuatro meses en vez de en año y medio.
Llevas escribiendo cuentos desde la adolescencia. ¿Qué te dijo: Ha llegado el momento de atreverse con una novela?
Yo sueño cosas muy raras, y tengo la costumbre de apuntarlas. Un día soñé la escena con la que empieza el libro, en la que un hombre desnudo y ensangrentado camina por la calle con la cabeza de una mujer en la mano. Me desperté eufórico y corrí a escribirlo. De inmediato supe que quería hacer una novela. Fue un pálpito interior.
Ahora tu sueño se ha convertido en una novela de éxito. ¿Contabas con eso?
Para nada, en absoluto. Escribí la novela para mí, y el día en que la terminé, imprimí cuatro copias y las mandé a las editoriales. Soy superimpaciente, así que cuando supe que iban a tardar un año en responder, cogí, la subí a Amazon y me desentendí. A las dos semanas, entro en Amazon y me encuentro con que mi libro estaba entre los diez más vendidos. El primer día hubo una venta. Pensé que esa persona se habría equivocado. Pero al siguiente hubo cinco, diez, treinta, cincuenta… más de cien. A finales de agosto se llegó a mil descargas diarias.
¿Hiciste promoción en redes sociales?
Nada. Es más, tengo una cuenta de Twitter que apenas utilizaba. Cuando entré después de bastante tiempo, descubrí que de pronto tengo 3.000 seguidores.
Enseguida empezaron a llegarte ofertas.
Subí la novela a principios de agosto y a partir de octubre empecé a recibir ofertas de editoriales medianas. Me hizo muchísima ilusión, pero, viendo que estaba teniendo éxito con Amazon, pensé que no necesitaba una editorial en ese momento, así que las rechacé. Tiempo después me escribió Suma de Letras, donde mi novela encajaba porque publican literatura muy comercial, thriller, suspense… Pensé que mi novela ya había tenido un recorrido digital, así que era hora de ver si también tenía lectores en papel. Y los está teniendo: Salió el 2 de febrero y en unos días iba ya por la tercera edición. Una locura.
¿Qué querías hacer sentir al lector cuando escribiste “El día que se perdió la cordura”?
Quería jugar con él sin hacer mucha trampa, que se divirtiera. No quería hacer ningún alarde de literatura, sino entretener. Que cogiera el libro y no lo soltara en cuatro, cinco… las horas que le durase.
Invertiste medio año en la planificación de la novela, con tres tramas entrelazadas y en tiempos distintos.
Me tomó tiempo estructurarlo porque no hice como muchos autores que, cuando desarrollan tramas paralelas, las escriben de forma independiente y luego lo montan todo. Yo redacté capítulo a capítulo, como una trenza, para que coincidieran las tramas, los giros. Que un descubrimiento llevase al siguiente. Tengo todavía el Excel que utilicé.
¿Dejaste espacio para la improvisación?
No. Por ejemplo, quería que todo estuviese orquestado para que en el capítulo 84 apareciese una referencia a una de mis novelas favoritas: “1984”, de George Orwell, y así sucede.
En tu novela abundan los guiños literarios. ¿Qué autores te han marcado?
Me ha marcado muchísimo Gabriel García Márquez, aunque no tenga nada que ver con la novela negra, por la manera que tiene de describir, las frases largas, con mucho ritmo. Al inicio del libro no hay nada de eso, pero conforme avanza sí introduzco párrafos más elaborados. Paul Auster me encanta, sobre todo “Leviatán”. Estoy muy marcado en mi manera de escribir por estos dos autores, aunque me gustan muchos otros: Stieg Larsson, Joël Dicker… Y, de los clásicos, Raymond Chandler, Agatha Christie…
“El día que se perdió la cordura” tendrá secuela.
Como me encantaba el trasfondo de la historia, los personajes… dejé al final de la novela una subtrama abierta, por si había lectores. Quería guardarme esa posibilidad.
Fuiste previsor.
Sí, y a la editorial le ha encantado (ríe). El contrato ya está firmado y se publicará a finales de este año o principios del que viene. Está prácticamente escrita. Estoy revisándola.
Esta vez no habrás tenido que escribir en el tren.
Me compré un escritorio chulísimo en Ikea para escribir, pero aun así hay parte escrita en el tren. El resto lo he hecho en casa, más tranquilo, con más tiempo para pensar.
Lo mismo echas en falta lo de escribir en movimiento.
Pues mira: La premisa de tener sólo 45 minutos para escribir te hacía esforzarte más, mientras que a lo mejor en casa, al tener horas por delante, te puedes dispersar, miras el móvil, hablas con tu mujer, vas a la nevera…