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Jesús Cañadas, novelista: “A los chavales les digo que se olviden del rollo del artista y vean al escritor como un autónomo”

Jesús Cañadas (Cádiz, 1980) se estrena en la novela juvenil con 'El ojo de Nefertiti' (Edebé), el primer volumen de la saga de 'Athenea y los Elementos', que constará de cinco entregas. La segunda sale en febrero. Dirigido a jóvenes de once a catorce años, el libro es un homenaje a la aventura clásica (Julio Verne, Tintín), pero también al cine fantástico de los 80 (“homenaje inconsciente”, dice el autor). De la mano de los protagonistas, Athenea y Mehmed, el lector se adentra en el Berlín y el Egipto de 1913, en plena era dorada de la egiptología.

De tu libro, llama la atención el perfil de los protagonistas: Un inmigrante y una niña rebelde. Dos inadaptados que tratan de escapar a los roles que les impone la sociedad.

Ella es una niña de 1913 y ¿qué le pasa a una niña en esa época? Que tiene que ser bonita, calladita, obediente, saber tocar un instrumento, coser y casarse lo antes posible para que se la quiten de encima a sus padres. Pero Athenea es justo lo contrario. Y ese rebelarse para llegar a ser lo que quiere es el arco de transformación que va a vivir a lo largo de los cinco volúmenes. Y luego Mehdi: me apetecía que el compañero de Athenea fuera un reflejo de la juventud berlinesa de hoy. Él es uno de los primeros inmigrantes que llegaron de Turquía por la guerra de 1913. Y tiene que enfrentarse al racismo colonialista de la época. Así como ella es lanzada y aventurera, él es tranquilo, cerebral, quiere ser inventor… un Watson. La relación entre ellos irá evolucionando en las siguientes novelas…

Eso que dicen de que a los adolescentes no les gusta leer…

Es mentira. Tenemos muchas tonterías en el coco. Yo lo estoy viendo en los colegios: Las chavalas y los chavales me están dando unas alegrías… porque se acercan al libro sin ningún tipo de prejuicio. En el mundo editorial, de la cultura… ya sabes la cantidad de rencillas, polémicas que surgen con tal autor, editorial, festival… Bueno, pues a los lectores jóvenes no les importa nada de eso. Lo único que les importa es lo que hay entre la primera y la última página.

¿Qué da más miedo, presentar un libro en una sala llena de friquis o en un aula llena de niños?

La primera vez, hace relativamente poco, que me puse delante de chavales de once, doce años. Estaba como asustado, pero empecé a hablarles y enseguida me hicieron preguntas… En todas las clases te encuentras con uno, dos o tres que quieren ser escritores. Quieren saber sobre el oficio. Te ves reflejado en ellos. Son las cosas que tú sentías cuando tenías su edad: esas ganas de contar tus propias historias. También les interesa la parte práctica, como por ejemplo, cuánto se gana…

¿Les dices la verdad?

Les digo mi situación de ahora. Con mucho trabajo y paciencia, compaginando trabajos normales con la literatura, se consigue. Que hace un par de años que soy mileurista a base de ir encadenando proyectos. En fin, que con mucha suerte se puede vivir de la literatura, pero que es muy difícil. Que se olviden del rollo del artista y que vean al escritor como un autónomo.

Muchos hubieran agradecido que alguien les diera ese consejo a esa edad.

Hay que ser sincero con los chavales. No contarles milongas de la alta literatura, porque eso es engañarles.

Hay hoy una tendencia a la asepsia en la literatura juvenil e infantil. ¿Te has encontrado con ese problema, que alguien te diga: “Quita esa escena, es políticamente incorrecta”?

He tenido la grandísima suerte de que Reina Duarte, la editora de Edebé está totalmente en contra de eso. Ella aboga por que se trate con respeto al niño. Así que nadie me ha dicho que me corte. Mientras escribía el libro, me dije que, si yo sobreviví a la muerte de David el gnomo, podía meter alguna muerte en 'El ojo de Nefertiti', que no iba a pasar nada. La muerte es parte de la vida y los niños lo saben.

El mundo juvenil ya asomaba en tu anterior novela, 'Las tres muertes de Fermín Salvochea'.

Sí, pero esta vez quería hacer una historia de aventuras. Escribir algo tipo Julio Verne, Tintín, César Mallorquí o incluso con un humor muy Ibáñez, a lo Mortadelo y Filemón, porque eran las lecturas que yo hacía a esa edad. He cogido los ingredientes que me gustan y los he volcado en este potaje.

¿El haber sido recientemente padre ha influido en el libro?

Totalmente. Athenea, me he dado cuenta a posteriori, es una proyección de lo que yo quiero que sea mi niña dentro de unos años. Ahora que soy padre, por una parte tengo mucho miedo de que le pase algo, pero por otra quiero que cuando sea mayor sea cabezona y aventurera, y que yo esté al borde del infarto: “Niña no te subas ahí, niña no toques eso”.

Los padres tienden a la sobreprotección.

Yo lo estoy viendo ahora. Tienes miedo todo el tiempo de que le pase cualquier cosa a tu hija. Sabes que debes protegerla, pero tienes que obligarte a comprender que no vas a poder evitarle los problemas que trae la vida, y que tienes que darle las herramientas para que se enfrente a ellos. Si yo he sido la persona más independiente y he viajado por todo el mundo de Cádiz a Japón, también quiero que mi hija lo sea, aunque yo no duerma por las noches.

En tus libros, y en este especialmente, se siente el influjo del cine fantástico de los 80.

Consciente no es, pero está ahí, lo reconozco. En la llegada de Mehdi a la casa de Athenea hay mucho de 'El secreto de la pirámide'. Hay influencias que no puedes evitar y el cine de Amblin de los 80, y el de Spielberg de chavales, a mí me marcó muchísimo y está patente en 'Los nombres muertos', 'Las tres muertes de Fermín Salvochea' y también aquí. Luego me gusta dejar guiños para los friquis como yo. En 'El ojo de Nefertiti' los hay a 'Regreso al futuro', 'Terminator', 'Alien'…

Sitúas tu aventura en la era dorada de la egiptología.

Fue casi por accidente. Cuando acabé 'Las tres muertes de Fermín Salvochea', como se desarrolla en Cádiz, quise escribir una novela que tuviera que ver con Berlín, que es mi segunda casa. Llevo diez años viviendo allí. También quería que fuese algo de viajes. Primero me planteé escribir sobre cómo el altar de Pérgamo llegó a la ciudad. Sin embargo, la historia era muy burocrática, no daba para una aventura. Pero justo enfrente está el Museo Egipcio, donde se encuentra el busto de Nefertiti, y eso sí tenía un potencial de novela de Julio Verne grandísimo: con espías en la excavación, la escultura la sacaron de contrabando metida en una sombrerera… Me decidí a escribirla. Entonces mi agente me propuso contar no la historia del arqueólogo, sino la de su hija, y convertir el relato en una novela juvenil. Primero no lo vi, pero luego comprendí el potencial de la idea.

¿Qué nos puedes contar de por dónde avanzará la saga en los próximos libros?

Llevo a Athenea y Mehdi a Atlantis en el segundo volumen. Es un tema sobre el que literatura hay un montón. El punto polémico es siempre dónde está Atlantis. Cada novela o ensayo señala un lugar. Hay incluso un documental producido por James Cameron que dice que está delante de Cádiz, al lado de Doñana. Entonces yo tenía que buscar una explicación para la ubicación verosímil, y creo que la que he encontrado es muy divertida, va a sorprender.

La autora de la portada es la ilustradora Marina Vidal.

Ha ido todo tan rodado que hasta es aburrido contarlo. Se la propuse a Edebé porque me gustaba su trabajo. Ella ha hecho cosas por ejemplo para Brandon Sanderson. A la editorial le pareció bien. Ella se leyó el libro, tuvimos un par de conversaciones por Skype para hablar sobre los personajes e hizo tres propuestas. Edebé eligió la que más le gustaba, que era también la que más me gustaba a mí, y que es la portada del libro. Marina ha conseguido algo mágico: Que yo no recuerde cómo eran mis personajes antes de verlos dibujados por ella.