'Leer el presente' es un espacio que dedicamos a libros desde eldiario.es/murcia. Del mundo a la página y viceversa. Coordina José Daniel Espejo.
Este aliacán que me muerde las faldas
El olvido. Pero no el involuntario, no el que es fruto de la enfermedad, sino ese que se busca y se provoca para desterrar lo que ya cada vez importa menos: los viejos. Sus muertes.
De esto ―y de muchas otras cosas― escribe Antonio Botías Saus en Cuando vengan a por ti, su primera novela, publicada este mismo año en la editorial Murcialibro. Una historia con la pátina del realismo mágico, pero también impregnada de huerta y costumbre; preñada de tristeza y rebosante de una prosa ágil y directa con la que el autor siluetea a Carmen, a la Nena o a Adolfo el cajero, algunos de los personajes que viven en sus páginas.
En sus páginas y en Sangonera, porque el periodista y cronista oficial de Murcia ha elegido este municipio como escenario particular de las desdichas de sus protagonistas. Y así, el aire de 'la murcianía' se cuela por las aristas de la historia a través de expresiones, dichos y creencias propias que encarnan todavía más una novela en la que, sin necesidad casi de prestar atención a los detalles, Botías Saus consigue crear unos personajes de carácter.
Apenas importa conocer dónde desemboca la historia ―hay flecos que no se cierran, caminos que no se abren, sino que surgen―, porque todo existe en el tramo de vida de estas 216 páginas. De pronto, el lector está allí: en esa mesa de camilla en la que Carmen, la hija de Encarnación, critica a sus vecinas mientras cierra a cal y canto las puertas de su casa; o en el huerto en el que el traficante planta algunas hierbas de aromas apacibles y exóticos; o en la cola del banco donde los viejos ―llevados por sus hijos en paro― esperan cobrar la mísera pensión para ser útiles, una vez al mes, a sus familias.
Tres casas y el aliacán
“A la tristeza siempre se la llamó aliacán en Sangonera”, escribe Botías Saus. Aliacán. La palabra se repite como un mantra a lo largo de la novela. Resuena poderosa como los chillidos de los mochuelos que, en Sangonera, advierten a los viejos sobre su muerte.
Y es esa misma tristeza la que traba tres de la casa del pueblo: la de Carmen, la del Traficante y la de Adolfo. Tres casas con tres viejas que se acercan al punto de no retorno, que despiertan cada día con el aliacán mordiéndoles las faldas. Porque se huele la muerte, con su rosario de viudas en sillas de anea y el negro por castigo. Porque se huele el olvido, la indiferencia de las familias y el cotilleo de visillos.
Antonio Botías centra el relato en esas familias que de algún modo acaban conectadas por sus vivos, pero sobre todo por sus muertos ―o por aquellos que no están ni en un bando ni en otro―. Y lo hace con la sencillez que da el oficio de periodista. Una prosa como a puntos: sin un detalle por exceso, pero con la riqueza de un lenguaje, un ritmo y una narrativa que hacen que transitar por Cuando vengan a por ti se convierta en un agradable paseo.
No desvelaremos nada: precisamente la primera virtud de la historia de ficción de Botías Saus es que se puede sentir cómo coge de la mano al lector para llevarlo de ventana en ventana, cómo le permite asomarse a lo más profundo de estas vidas en las que lo mágico ocurre con la naturalidad con la que en los pueblos pasa todo lo que es prodigioso. Y así respetar más la sabiduría de las abuelas, el miedo supersticioso de sus años, que esconde toda la verdad de la existencia.
Para arañarte el alma
Cuando vengan a por ti es la primera novela de Botías Saus, pero el periodista y escritor ya ha dado sobradas muestras de talento literario en trabajos divulgativos centrados en la historia de Murcia.
Ese 'entrenamiento' le ha valido para firmar un libro con muchos aciertos estéticos. Como la profusión de capítulos cortísimos con los que el escritor salta en las historias y en el tiempo para crear una visión en la que, poco a poco, van integrándose todas las almas que vertebran la historia.
El periodista Juan Ramón Lucas, autor del prólogo, lo define muy bien: “Esta novela está para arañarte el alma, desde el principio hasta el fin. No es un relato de misterio, aunque lo tiene todo; tampoco hay una trama de intriga, pero brinda tras cada página una sorpresa en forma de cuadro o de frase para enmarcar. Se bebe a sorbos violentos, a fogonazos de luz y sombra tan imprevisibles y afilados como las mil aristas del riquísimo mosaico urbano que la compone”.
Y es cierto: el lenguaje es exacto; la prosa, concreta; la historia, apasionante. Así que, aunque dé miedo, aunque asuste y asombre, uno termina el libro deseando que, alguna tarde ya muy oscura, los mochuelos vengan a por ti.
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