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La boda kamikaze: una lectura sobre 'El matrimonio anarquista' de Begoña Méndez y Nadal Suau

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En una época en la que apenas se escriben cartas, los escritores Begoña Méndez y Nadal Suau resucitan el género de la epístola en El matrimonio anarquista. Esta elección formal es la responsable de algunos de los aspectos definitorios de un libro muy distinto a lo que solemos encontrar en las librerías españolas y que nos ofrece una visión contemporánea y valiente, casi kamikaze, de la institución del matrimonio.  

La estructura del libro está determinada por el género: los dos autores se van intercambiando misivas, respondiéndose a las anteriores y planteando nuevos temas y preguntas para que el cónyuge las retome en la siguiente. Porque ese matrimonio al que el título hace referencia es el que está formado por los dos autores; superando la incredulidad de amigos y familiares, Begoña y Josep deciden casarse para celebrar el amor que les une desde hace unos años. El perfil vital de ambos, personas independientes, progresistas, sin hijos y cercanas a los cuarenta años, no parece el que más encaje con esta vieja y, para muchos, anquilosada institución. Sin embargo, los autores deciden seguir adelante con su decisión y convierten su matrimonio en una forma de romper contra los prejuicios que existen contra este tipo de uniones y sobre los que reflexionan en el libro. 

El formato elegido nos permite escuchar alternativamente la voz de ambos, muy distintas en cuanto a lo estilístico y también a la personalidad que dejan traslucir sus palabras. Mientras que Josep aparece como una persona aparentemente fría, algo que los hechos no tardarán en matizar, Begoña se nos muestra más pasional; él es ordenado y nocturno, mientras que ella es más caótica y disfruta de la quietud de los amaneceres. Por supuesto, las coincidencias son mayores que las diferencias y ambos dejan traslucir una fuerte conciencia política, en la defensa del transfeminismo, por ejemplo, y de la educación pública, y gustos similares como la lectura, la natación, algunas drogas y, por supuesto, los tres gatos con los que comparten el apartamento.  

Pero el formato epistolar también provoca el principal problema de verosimilitud del libro: el hecho de estar casi todo el día juntos (también trabajan en el mismo centro) no permite que las cartas sean, ni mucho menos, su único modo de comunicación, por lo que el lector se pregunta cómo continuará esta conversación epistolar en la intimidad del hogar. Esta situación se complica con la confesión que Begoña realiza en una de las cartas y que provocará una crisis en el matrimonio que la siguiente carta de Josep explica. Los autores son conscientes de que esos espacios ajenos a la carta también forman parte del libro y solucionan el problema narrando lo ocurrido durante la conversación previa a la llegada de la misiva. Como Begoña indica en una carta posterior, al contrario que otros amantes obligados a vivir separados, ellos no buscan con las cartas llenar vacíos, sino “tomar distancia y aprender a conocernos” (121). 

Estamos, en definitiva, ante un libro honesto y confesional, en el que los autores nos abren la puerta de lo más íntimo de su casa sin ser exhibicionistas pero sin ahorrarnos tampoco las miserias que cada matrimonio, todos, encierran dentro. Una lúcida reflexión sobre las nuevas formas de monogamia y la influencia que poseen los amigos, las familias, el poder adquisitivo, el trabajo o la atracción hacia otras personas en las dinámicas internas de las parejas. 

En una época en la que apenas se escriben cartas, los escritores Begoña Méndez y Nadal Suau resucitan el género de la epístola en El matrimonio anarquista. Esta elección formal es la responsable de algunos de los aspectos definitorios de un libro muy distinto a lo que solemos encontrar en las librerías españolas y que nos ofrece una visión contemporánea y valiente, casi kamikaze, de la institución del matrimonio.  

La estructura del libro está determinada por el género: los dos autores se van intercambiando misivas, respondiéndose a las anteriores y planteando nuevos temas y preguntas para que el cónyuge las retome en la siguiente. Porque ese matrimonio al que el título hace referencia es el que está formado por los dos autores; superando la incredulidad de amigos y familiares, Begoña y Josep deciden casarse para celebrar el amor que les une desde hace unos años. El perfil vital de ambos, personas independientes, progresistas, sin hijos y cercanas a los cuarenta años, no parece el que más encaje con esta vieja y, para muchos, anquilosada institución. Sin embargo, los autores deciden seguir adelante con su decisión y convierten su matrimonio en una forma de romper contra los prejuicios que existen contra este tipo de uniones y sobre los que reflexionan en el libro.