'Leer el presente' es un espacio que dedicamos a libros desde eldiario.es/murcia. Del mundo a la página y viceversa. Coordina José Daniel Espejo.
El cuento (chino) de la literatura
Tess y Jude son dos jóvenes que comparten piso en una ciudad de Quebec llamada Grand-Mère ('Abuela'). Y de nombre curiosos de lugares va en gran medida, aunque no en su totalidad, esta divertida novela.
Ambos llevan tiempo viajando sin salir de casa. Gracias a internet descubren pueblos con nombres tan curiosos como 'Feo', 'Chocolate Bayou' o 'Tijeras'. Unos solo se mencionarán, y en otros casos conoceremos la historia del nombre, que puede ser una esperpéntica anécdota o simplemente el capricho de un funcionario con prisas por terminar la reunión (creo recordar, de hecho, que existe un pueblo llamado 'Sin nombre' por esta razón). Además de esta obsesiva búsqueda de lugares con nombre poco común —será 'Bird-in-hand' (Pájaro en Mano), el pueblo que finalmente decidan visitar— también es muy curioso, a la par que morboso, el tour que los protagonistas nos brindan por los domicilios de todos los condenados por delitos sexuales, donde encontraremos ya no barriadas, sino edificios repletos de ellos.
Los personajes me cautivaron desde la sinopsis, pues siempre me he sentido atraído por la figura del pobre diablo, el antihéroe y, en suma, la gente del montón (pero de la parte de abajo del montón). Dedica la protagonista el primer capítulo, a modo de introducción, a criticar el uso polarizado que les damos a los adjetivos, pues entre ‘feliz’ e ‘infeliz’ existe un amplio abanico de estados en el que se ubica la mayoría de la población (a la que casi nunca nos cruzamos en la ficción, dicho sea de paso) y para la que no hay calificativo, supongo que porque 'normal' no tiene mayor encanto ni arroja ninguna incógnita. Así pues, esta es la historia de dos jóvenes normales: ni ‘felices’, porque tienen grandes carencias, ni 'infelices', porque les gusta estar como están.
Y en esta normalidad de los protagonistas se sustenta la novela, pues si fueran personas felices no hubieran querido cambiar nada (¿hay novelas, actuales al menos, sobre personas felices? Creo que no, y si las hay deben ser aburridísimas), y si fueran infelices hubieran comenzado una odisea buscando su Ítaca particular que podría haber llevado varios tomos e incluso una serie televisiva de varias temporadas. Pero como solo son 'un poquito infelices', deciden que un mes de viaje es suficiente para darle un pequeño vuelco a sus anodinas vidas.
Aún así ese mes sigue siendo un tanto utópico, pues Tess es camarera en una bocatería y Jude cobra el subsidio de desempleo. Tras barajar y descartar una serie de posibilidades, deciden que la solución está en pedir una subvención al Ministerio de Cultura para la escritura de un libro sobre el viaje (si esta es la solución sencilla, podemos imaginar cómo eran las desechadas). Para ello utilizarán, directa e indirectamente, a los dos paradigmas de escritor: el respetadísimo por la crítica pero de escasa cifra de ventas y el prolífico y adinerado autor de best sellers (vale, hay un amplio espectro entre ambos, pero en este caso la reducción al tópico funciona de maravilla, a fin de cuentas es una novela de apenas 200 páginas).
Del académicamente respetado necesitan el nombre y la reputación para la solicitud, y no tienen problema en conseguirlo pues lo conocen en persona y, además, está enamorado de Tess. Del famoso, al que no conocen ni conocerán jamás, toman la técnica para elaborar un manuscrito meridianamente aceptable (nunca han sido capaces de leer dos páginas seguidas del otro autor, por lo que buscan un modelo de escritura más asequible). Para ello siguen, con algún matiz, los mandamientos del libro 'Consejos a un joven escritor', uno más de los best sellers de este gurú literario, y uno de tant(ísimo)s manuales de escritura plagados de atajos y lugares comunes que se pueden encontrar en cualquier librería y en internet.
Encierra toda la novela, pero esta parte de disyuntiva entre autores en concreto, una ácida crítica al mundo literario que va desde el autor que te regala su libro (me he reído mucho con esto, las cosas como son, y mira que yo lo he hecho varias veces —¿volveré a hacerlo?—) hasta los criterios de selección de manuscritos de las editoriales que, curiosamente, nunca dicen lo que quieren, pero sí el número de páginas que ha de tener, el tamaño o tipo de fuente y el interlineado (con estas directrices es normal que luego salgan los catálogos que salen).
Por cierto, ¿recuerdan la película (o películas) 'Nymphomaniac', de Lars von Trier? La cinta es lo de menos, quisiera centrarme en la promoción de la misma, cuando hizo creer a medio planeta que había rodado una película porno y los cines se llenaron de espectadores que se encontraron una película que con el tiempo será de culto (a mí me encantó, al menos).
Pues bien, aunque parezca que me he alejado bastante del tiesto, comento esto porque llegó un punto de la lectura en el que no pude evitar reírme recordando esta jugada maestra del realizador danés, pues estamos ante una novela que narra un viaje, al menos así se está vendiendo / promocionando, y en la página 162 (de 220) aún no habían salido de casa más que para hacer alguna compra y probar el coche. Bien jugado, François.
Y bueno, la verdad es que sí creo que es un libro de viajes que llevará al lector a multitud de parajes, y lo hará, además, de una forma muy amena, con esa facilidad de lectura y cercanía que suelen brindar las novelas narradas por jóvenes 'iletrados' a lo Holden Caulfield, y certeros dardos al mundo editorial (literario, en general), que arrancarán muchas sonrisas y alguna carcajada.
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