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Diapositivas de amor-no-amor y de otras clases de precariedad

No sé si 'Litio' (Malén Denis, 1989) es muy buen trabajo, si me ha llegado en el momento óptimo o si ha sido una mezcla de ambas cosas. Quien esté pensando en leerlo por haber leído poesía de la autora, que lo haga. El lirismo también está aquí. Para quien quiera saber sobre él sin casi ningún destripamiento, que vaya directamente a la contraportada de su edición en español. Puede parecer obvio, pero yo había estado bastante tiempo sin que una sinopsis de una edición me pareciese tan acertada. Para quien ya lo haya leído o no sufra con los spoilers, aquí tiene más.

'Litio' se compone, más que de capítulos, de una serie de sketches o de “instantáneas”, como dicen desde la editorial. Cuando se empieza, el lector puede tener la sensación de que no hay un principio concreto, de que le han lanzado directamente a un nudo que tiene que ir desatando poco a poco. Esto junto con la fragmentación de la narración invita a pensar que tampoco va a haber un desenlace específico. Sin embargo, sí que hay un desenlace y esto me produjo cierto choque la primera vez que lo leí. ¿Será que sí que había un principio concreto pero no lo había visto en su momento? Al volver atrás y leer la primera instantánea se da uno cuenta de que sí. Y de que además estaba avisado desde la contraportada con eso de “huir”. Vi el posible comienzo cuando una vez terminado volví atrás a revisar. Como en la vida misma a veces.

La sensación de haber sido arrojado directamente hacia el nudo se debe a que en cierta manera es leer un diario personal o notas largas dirigidas a un “tú” masculino que es expareja de la narradora. El destinatario real, de haberlo, está dentro del propio relato y el lector del libro es una especie de espía. A mi parecer, el argumento puede dividirse en tres fases: La primera incluye desde “Bajo cero” hasta “Un relámpago”. La segunda, desde “Las espinas” hasta “Balas perdidas”. Y la tercera, desde “Desastre natural” hasta “Lo último”.

La narradora tiene que encargarse de la casa y los gatos del “tú” mientras él permanece en el hospital tras un “accidente” del que no se dan detalles. No se sabe por qué se encarga ella y esto además choca porque su madre vive (la de la narradora no y a mitad de novela se sabe que ha sido por suicidio) y además parece que tiene buena posición económica. Violeta, de quien poco a poco se entenderá que es la pareja actual del tipo, no está en la casa y no ha vuelto a dar señales. La protagonista se queda incluso a dormir en la casa, pero toda esta responsabilidad parece más algo que acepta que algo que desea (“No soy buena para cuidar, tampoco mala, no me destaco. Es que hay gente que es particularmente talentosa en el cuidado y la responsabilidad, siempre me produjeron admiración. Personas que tienen una especie de radar que mide riesgos de accidentes y probabilidades que todavía no sucedieron, un sexto sentido para la posibilidad.”).

Estas palabras también pueden aplicarse a cómo cuida de sí misma. Creo que hay dos analogías principales en la novela. Por un lado, la que hay entre su relación con su expareja y los sentimientos que la casa produce en la narradora. Por otro, la que hay entre los comportamientos de los gatos hacia la narradora con los que ésta tiene consigo misma.

Desde el primer momento, la casa de su expareja le agobia. La oscuridad del pasillo le aterra tanto que si sale de noche prefiere esperar a que amanezca para volver. La casa, los cuidados y su situación personal en general la desestabilizan toda la novela. Pero pasa más tiempo desviando su atención del problema que enfrentándose a él. No sabe cómo hacerlo ni sabe si quiere hacerlo. Todo lo que necesita de fuerza de voluntad y constancia parece no llevarse a cabo.

Su expareja permanece incomunicada. De los recuerdos y lo que se menciona de su relación, se desprenden casi exclusivamente comportamientos paternalistas y pasivo-agresivos del él hacia ella. Ella parece verle como alguien misterioso a quien admira y a quien quiere descifrar. No sabe cómo dejarlo ni si quiere dejarlo.

Los gatos de los que cuida son cuatro: dos adultos y dos crías. Al principio, cuando algunos indicios avisan al lector de que las cosas no saldrán bien por el camino que llevan, la gata ataca a la protagonista de forma imprevisible. Los gatos, su comportamiento y el crecimiento de las crías cobran especial fuerza a lo largo de la narración. Algo que también me parece curioso es que en “Yohaku no bi”, donde se explica el significado de este concepto, también nos enteramos de que la gata se llama Materia.

En “Las espinas”, la narradora se pone en contacto con el “tú” por primera vez. Lo hará más veces aunque las conversaciones serán breves o no se dirá mucho de ellas. No hay duda de que tiene ciertos sentimientos hacia él. En esta parte ella se desestabiliza aún más y todo parece írsele de las manos. La situación acaba volviéndose insostenible. No soporta la casa ni a los gatos. (“No veo la hora de que vuelvas para poder irme. Me encanta saber que estás bien, pero lo que más me encanta es la idea de salir disparada. La casa me habla y me silencia. Veo pequeñas tragedias en cada uno de los elementos que la componen: filos, cosas que funcionan mal, manchas y restos de una situación que no quiero saber del todo cómo fue”.)

Se intuye un sentimiento de culpa por querer abandonar al tú (“Empiezo a guardar mis cosas. Aunque no es seguro que estés por volver, no me quiero olvidar de nada. Los gatos me leen la mente, hoy Materia me clavó otra vez los dientes”) pero él no va a cuidar de ella si se queda (“Me tiré ron sobre la herida, no tenés alcohol, ni agua oxigenada, ni gasas, ni nada que sirva para curar nada”). Ha decidido dejar de arreglar lo que se rompe de la casa y de estar pendiente de que los gatos no rompan o ensucien. “Cada cosa ejerce sobre mí la fuerza de una derrota”.

El capítulo “Desastre natural”, para mí el de mayor fuerza, es un punto de inflexión a partir del cual se acelera el ritmo de la narración y se rellenan muchas piezas del puzzle. La narradora quiere volver a la normalidad.Después de describir qué siente con respecto a todo, hace referencia de la forma más explícita hasta el momento al hecho de que al “tú” no le importan sus sentimientos (“Si me seguís queriendo estoy tranquilo, decís. Y a mí nada, no necesito el amor”). Abraza llorando al gato, que se deja abrazar. Ha limpiado ya toda la casa pero siente que no ha solucionado nada.

Vuelve a su casa y se acuesta con Francisco. No está claro si éste es un chico nuevo o si ha decidido llamar por primera vez por su nombre a un chico con el que ha estado saliendo más veces durante el relato. Se siente en su espacio y siente tranquilidad allí al hacer cosas normales o rutinarias. También nos enteramos de que fue enviada tres meses a París a raíz de algo malo que le sucedió a su madre y que ésta a veces le echaba en cara que hubiese sido feliz allí. La narradora siente culpa. Quizá por eso (esto es reflexión mía) le cueste dejar la casa del “tú” y preocuparse por su propio bienestar. La última herida que le hizo la gata está curándose y ella se siente con ganas de tomar la riendas de su propia vida. Se da a entender que es posible que el “tú” agrediese físicamente a Violeta y que por eso ella no vuelve. La narradora habla con ella por teléfono por primera vez y esta le dice que no debería seguir ayudándolo. “Recibo en cámara lenta una piña en la panza mientras mi cerebro llena los blancos a la velocidad de un guepardo”. Lo mismo le sucede al lector. Por si hacían falta más razones, el “tú” deja incluso de contestarle a los mensajes.

Antes de marcharse, deja la casa limpia y en orden. Un murciélago la aterra pero no lo ataca. “No voy a luchar contra ninguna forma de vida monstruosa”. Es decir, se va sin enfrentarse y sin vengarse. El murciélago y su ex son la misma cosa. Es una huida. “El pasillo está oscuro, como siempre”. Lo que le producía terror va a seguir allí. Pero ella se va. El diseño de la portada de esta primera edición de Caballo de Troya, entonces, puede entenderse como los cuatro gatos de los que cuida o como un mismo gato que empieza siendo pequeñito y acaba haciéndose grande.

En 'Litio' hay mucho de lo precario en las tres primeras acepciones que recoge el diccionario de la RAE. La primera, “De poca estabilidad o duración”. La segunda, “Que no posee los medios o recursos suficientes”. La tercera es un término de Derecho que se puede tomar en sentido figurado: “Que se tiene sin título, por tolerancia o por inadvertencia del dueño”.

Aunque el hilo conductor es el accidente del ex, cómo ella se encarga de la casa y cómo decide alejarse de él, no se tiene la sensación de que el amor romántico sea el argumento principal. Quizá porque no se habla directamente de enamoramiento, amor o desamor, sino que se entrelazan muchos temas desde un limbo o standby (el litio, de hecho, se usa en tratamientos contra algunos tipos de depresión) que como lectores nos hace reflexionar de forma más objetiva o distanciada sobre la idea del amor o las relaciones en sí. Y todo esto sin que huela a intencionalidad didáctica. No se tiene la sensación de que haya alguien intentando aleccionar o educar. Esto, entre otras cosas, consigue que a pesar de la dureza de algunas experiencias la lectura resulte tranquila. Como una especie de igual que acompaña.

No sé si 'Litio' (Malén Denis, 1989) es muy buen trabajo, si me ha llegado en el momento óptimo o si ha sido una mezcla de ambas cosas. Quien esté pensando en leerlo por haber leído poesía de la autora, que lo haga. El lirismo también está aquí. Para quien quiera saber sobre él sin casi ningún destripamiento, que vaya directamente a la contraportada de su edición en español. Puede parecer obvio, pero yo había estado bastante tiempo sin que una sinopsis de una edición me pareciese tan acertada. Para quien ya lo haya leído o no sufra con los spoilers, aquí tiene más.

'Litio' se compone, más que de capítulos, de una serie de sketches o de “instantáneas”, como dicen desde la editorial. Cuando se empieza, el lector puede tener la sensación de que no hay un principio concreto, de que le han lanzado directamente a un nudo que tiene que ir desatando poco a poco. Esto junto con la fragmentación de la narración invita a pensar que tampoco va a haber un desenlace específico. Sin embargo, sí que hay un desenlace y esto me produjo cierto choque la primera vez que lo leí. ¿Será que sí que había un principio concreto pero no lo había visto en su momento? Al volver atrás y leer la primera instantánea se da uno cuenta de que sí. Y de que además estaba avisado desde la contraportada con eso de “huir”. Vi el posible comienzo cuando una vez terminado volví atrás a revisar. Como en la vida misma a veces.