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Murciabeat: una lectura de 'Vacas', de José Bocanegra

Ejerce la Cornisa Cantábrica una poderosa atracción para los habitantes del sur del país. Quizás sea por el verde de sus paisajes, por la tranquilidad de su vida rural o por el embravecido mar que aparece tras sus abruptos acantilados, pero es innegable ese magnetismo de nuestras antípodas españolas. Esta atracción es la que siente Vincent, el protagonista de 'Vacas', que deja durante un verano el Mar Menor donde habita para disfrutar de las olas del Cantábrico, mucho más adecuadas que las murcianas para practicar su afición: el surf.

La novela relata las semanas que este personaje y su fiel perra Greta pasan en diversas localidades de Cantabria, Asturias y el País Vasco. Vincent se va alojando en todas ellas en casas perdidas en el monte o ubicadas en pequeños pueblos y en las que le dejan pernoctar a cambio de echar una mano en las labores de acondicionamiento de la vivienda. Es una manera perfecta de viajar para alguien que, como él, nunca tiene dinero suelto en el bolsillo y quiere disfrutar de las imponentes playas cantábricas donde se integra sin problemas en la 'tribu' surfista.

La variedad de viviendas en las que Vincent pasa sus vacaciones norteñas y el ambiente relajado y alternativo que proporcionan la mayoría de los anfitriones permiten que a lo largo de la novela, y del verano del protagonista, vayan apareciendo una multitud de personajes interesantes. Entre ellos destaca Ron, un antiguo marino, que le cuenta sus peripecias en barcos que recorrían el mundo entero como si de un autobús de línea se tratara, en plataformas petrolíferas del Mar del Norte o en aserraderos de las selvas paraguayas. Vincent, un tipo de espíritu independiente y errante como demuestra su manera de viajar y que su principal ocupación sea jugar al póker por internet, se siente irremediablemente atraído por las historias del veterano Ron.

El continuo movimiento que durante el verano viven Vincent y Greta, como a las olas en el mar los arrastra constantemente la necesidad de encontrar un nuevo alojamiento, queda reflejado también en la particular manera de narrar de Bocanegra. El libro está compuesto por numerosos y breves capítulos que, a su vez, están integrados en su mayoría por frases cortas. En 'Vacas' se percibe la influencia de novelas de la generación beat como La carretera de Kerouac, y no sólo por el subtítulo de “road novel”, sino por la concatenación de oraciones yuxtapuestas, brevísimas como imágenes que saltan un segundo a la retina del lector y que hacen un continuo uso de la elipsis y de la interjección “hum”.

A esta manera de narrar, que puede desconcertar a lectores habituados a relatos más tradicionales, se le une cierta tendencia a lo onírico en algunos fragmentos. Se trata, por ejemplo, de las historias de Labret, un amigo del protagonista que tiene varias experiencias en un manicomio, y de la aparición del poeta murciano Soren Peñalver acompañado por unas vacas en una playa marmenorense. Las escenas protagonizadas por ambos personajes se intercalan en varias ocasiones en el relato del verano cantábrico de Vincent. Además, Bocanegra alterna la primera persona, la tercera e incluso la segunda, provocando que se acreciente esa variedad de formas discursivas que otorgan a este peculiar e interesante libro cierta imagen de collage.

Ejerce la Cornisa Cantábrica una poderosa atracción para los habitantes del sur del país. Quizás sea por el verde de sus paisajes, por la tranquilidad de su vida rural o por el embravecido mar que aparece tras sus abruptos acantilados, pero es innegable ese magnetismo de nuestras antípodas españolas. Esta atracción es la que siente Vincent, el protagonista de 'Vacas', que deja durante un verano el Mar Menor donde habita para disfrutar de las olas del Cantábrico, mucho más adecuadas que las murcianas para practicar su afición: el surf.

La novela relata las semanas que este personaje y su fiel perra Greta pasan en diversas localidades de Cantabria, Asturias y el País Vasco. Vincent se va alojando en todas ellas en casas perdidas en el monte o ubicadas en pequeños pueblos y en las que le dejan pernoctar a cambio de echar una mano en las labores de acondicionamiento de la vivienda. Es una manera perfecta de viajar para alguien que, como él, nunca tiene dinero suelto en el bolsillo y quiere disfrutar de las imponentes playas cantábricas donde se integra sin problemas en la 'tribu' surfista.