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Prueba de embarazo: una lectura de 'Mi pareja calva y yo vamos a tener un hijo', de Legna Rodríguez Iglesias

22 de julio de 2020 13:24 h

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Cómo debe atemorizar el día en el que una persona se entera de que va a ser padre o madre. Imagino que el vértigo de saber que, en adelante, cualquier cosa tendrá su punto de equilibrio en la estabilidad del bebé que luego será niño, adolescente, adulto… es a ratos inasumible, desesperante, un tipo inédito de miedo. 

¿Cómo gestionar el pánico no ya a la enfermedad propia, sino a la de ese otro ser que pende de nuestros brazos? ¿Cómo sentir el paso de los meses y comprobar el crecimiento del vientre sin que palabras como ABORTO, AUTISMO, PARÁLISIS, ENFERMEDAD no paralice cualquier atisbo de felicidad? ¿Cómo conducir, viajar, salir siquiera de casa y elevar las posibilidades de dejar a esa criatura sola si hay un accidente.?

Si yo, que parece que he decidido no tener hijos, no paro de sentir esos golpes en el pecho cada vez que veo a una mujer embarazada o a una joven pareja con hijos, ¿cómo deben sentirlo esas personas que sí lo experimentan en su carne? ¿De qué modo concilian el sueño?

Esas preguntas han sobrevolado toda mi lectura de Mi pareja calva y yo vamos a tener un hijo, de Legna Rodríguez Iglesias. El poemario, galardonado con el II Premio Centrifugados de poesía Joven (Liliputienses, 2019), se configura como el diario del deseo de Legna y su pareja de convertirse en madres y sobre cómo se desarrolla ese proceso, desde un involuntario aborto y los miedos de una ‘inseminación artesana’, hasta que “cada lunes se cumple / una semana más”.

Ante el primer texto del libro, un poema/prólogo titulado ¿CÓMO QUIERES QUE SEA EL FUTURO?, los lectores pueden preguntarse si no resultará difícil sintonizar con las emociones y el relato de Mi pareja calva y yo vamos a tener un hijo: la búsqueda de una nueva vida en el seno de una pareja homosexual. 

Pero lo cierto es que el minucioso detallismo, siempre tomado con un tono que resta gravedad a temores como el del aborto, la enfermedad o en inminente cambio de vida, funciona. Y pronto se asume el libro como un relato que comienza el 5 de julio, cuando “el papá donante, mi pareja yo, hicimos por primera vez la inseminación casera” hasta comprobar cómo esa mujer ha superado todas las incertidumbres y carga con la mochila de su propia historia, deseosa de abrir la cremallera ante la mirada curiosa de su bebé. Y mostrárselo todo.

Dividido en dos partes (un cigoto / el aborto: y un gameto/ el embarazo), Legna ofrece poemas confesionales de dos experiencias muy distintas, pero que son parte de un todo: la pérdida de un primer embrión y el embarazo llevado a término en el segundo intento.

Y durante todos esos meses —porque el libro permite que se sienta el paso del tiempo—, Rodriguez Iglesias abre de par en par las puertas de su casa para que el lector se asome y compartir con él sus miedos, incertidumbres y, sobre todo, esperanzas.

A ratos emocionante (EL AÑO DEL PERRO); otras, profundamente conmovedor (EL PAÍS QUE UNO HABITA NUNCA ES UN PAÍS)… Lo que logra Legna es plantear una forma de maternidad absolutamente deseada y convencida, y contada desde una perspectiva estética que recuerda que el nacimiento de un ser vivo no deja de ser una especie de misterio poético. Y que es así para los que lo desean, para los que no e incluso para los que participan de ese enigma sin apenas reparar en ello.

En Mi pareja calva y yo vamos a tener un hijo Legna Rodríguez no impone la maternidad como esa experiencia total que todos deberían vivir. No alecciona, no convence. Simplemente muestra esa experiencia vital con la mirada reposada del verso. Y ese es el acierto del poemario: con ello logra que el lector pueda deslizarse por unos textos profundamente apegados a una experiencia tan concreta que podría resultar difícil de gestionar. Lo logra. Y por eso el jurado, compuesto por Aníbal Cristobo, Berta García Faet, Juan Carlos Mestre, Miriam Reyes y Ballerina Vargas Tinajero, optó por convertirlo en el II Premio Centrifugados, que encuentra hogar en las exquisitas ediciones de Liliputienses.

EL AÑO DEL PERRO

¿Sabes por qué estoy contenta?

He sabido que este año es el del Perro.

Hoy es el año del Perro.

Y mañana es el año del Perro

Y pasado mañana.

Cada día de este año será un día en el año del Perro.

Nacerás a mitad de año

Y será el año del Perro.

Los perros son de las experiencias

Más felices que me han pasado.

En mi vida hubo años

Que terminaron sin perros

Y esos han sido los peores.

Otros hubo, por cierto,

En los que he tenido más de uno,

Y esos han sido tristes

Porque los perros se han muerto.

Hace un año y medio tengo un perro

Sin grandes cualidades, sin pedigrí,

Pero tan especial como cualquier otro.

Ese también será tu perro.

Estará esperando detrás de la puerta

El día que tú nazcas.

Todos los perros son especiales.

Todos esperan detrás de la puerta

Como si algo hubiera nacido.

Cómo debe atemorizar el día en el que una persona se entera de que va a ser padre o madre. Imagino que el vértigo de saber que, en adelante, cualquier cosa tendrá su punto de equilibrio en la estabilidad del bebé que luego será niño, adolescente, adulto… es a ratos inasumible, desesperante, un tipo inédito de miedo. 

¿Cómo gestionar el pánico no ya a la enfermedad propia, sino a la de ese otro ser que pende de nuestros brazos? ¿Cómo sentir el paso de los meses y comprobar el crecimiento del vientre sin que palabras como ABORTO, AUTISMO, PARÁLISIS, ENFERMEDAD no paralice cualquier atisbo de felicidad? ¿Cómo conducir, viajar, salir siquiera de casa y elevar las posibilidades de dejar a esa criatura sola si hay un accidente.?