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'Leer el presente' es un espacio que dedicamos a libros desde eldiario.es/murcia. Del mundo a la página y viceversa. Coordina José Daniel Espejo.

Tender la mano en la no maternidad: una lectura de 'El vientre vacío' de Noemí López Trujillo

La autora Noemí López Trujillo

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Con respecto a la visión de la maternidad en los últimos años, al menos dos cosas empezaron a cambiar o siguen haciéndolo. Primero, se entiende mejor y se respeta más a menudo que hay quien no quiere tener hijos. Especialmente en el caso de las mujeres, se entiende que hay otras formas de realizarse personalmente aparte de ser madre. Y segundo, se entiende que quienes sí desean tener hijos retrasen el momento de hacerlo en pro de consolidar primero una carrera profesional. 

La maternidad se hace un hueco cada vez más grande en el canon literario y en la escritura en general. Muchas y diversas voces escriben en primera persona sobre ella. En medio de la fiesta en la que celebramos esta pluralidad en el relato y la posibilidad de decidir si ser padres o no y cuándo serlo, también surgen voces como la de Noemí Sánchez Trujillo, que cuestionan esta supuesta libertad de decisión en el caso opuesto: cuando no ser madre o serlo tarde es una decisión forzada por la precariedad; una precariedad que empieza en lo económico y cuya influencia se extiende hacia otros ámbitos de nuestra vida. Cito la contraportada: “Reflexiona sobre el miedo a tener hijos y sobre el miedo a no tenerlos jamás. Un relato colectivo que habla sobre nuestros cuerpos atravesados por la precariedad. Y sobre ponerlo todo en un paréntesis hasta no sabemos cuándo”.

Empecemos por algo básico: Para saber que la natalidad desciende cada vez más por falta de estabilidad económica no hace falta leer un libro. Y para conocer datos objetivos que den muestra de esta situación, hay más fuentes donde mirar aparte de aquí. Lo interesante de este libro a mi parecer es que va más allá de los datos y el estilo periodístico porque hay un uso de la escritura como testimonio o confesión.

A grandes rasgos, se podría empezar diciendo que se hace uso del texto expositivo para hablar de lo colectivo y se usa un estilo más narrativo para hablar de lo personal o autobiográfico. Sin embargo, el pero de esta afirmación es que la narradora y autora incluye lo personal para dar la mano a quienes viven su misma situación y tejer una especie de red, de forma que así esta experiencia trascienda la esfera privada-individual y pase a la pública-colectiva. Se busca tanto acompañar como buscar compañía frente a un dolor que en general se reserva para lo privado y ambas cosas se consiguen, entre otras formas, incluyendo testimonios de otras mujeres.

El discurso, pues, se sirve de lo objetivo pero no es neutral. En el mismo año, la autora pierde su trabajo y se termina su relación de pareja. Lleva queriendo ser madre desde niña y no lo ha sido. Comparte desde el principio su presente (“Cada vez más imagino mi vientre vacío. Como una tumba a la que algún día llevaré flores”.) así cómo su visión del futuro: “Anticipo mi pena porque es la única certeza que tengo ahora, la de que nada tiene por qué ir a mejor”. A ratos también reflexionará sobre por qué, cómo y para qué escribe y cómo se siente al ver ciertas cosas escritas de su puño y letra. El texto no interesa sólo como producto acabado sino como proceso de indagación personal y creo que esto es precisamente lo que hace que el lector empatice.

Me es complicado jerarquizar la información de forma rápida para comentar sólo algunos pasajes concretos. Por el hecho de que es el tema del que yo he leído menos, destacaré el cuarto capítulo, que habla de la reproducción asistida. Aborda el auge y expansión de este negocio, estrategias publicitarias de las que se sirve, su elevado coste económico y, sobre todo, cómo su existencia no garantiza que al final, bien por causa del propio servicio o de tus circunstancias personales o sociales, acabes siendo madre. Si bien la brecha de género está presente en todos los capítulos, en este se acentúa.

Uno sale de este libro descubriendo o confirmando que estamos ante un problema estructural imposible de atajar con soluciones parche y sin llegar a la raíz. Sin ánimo de ser pesimista ni caer en el positivismo tóxico, ese que a la larga nos perjudica porque impide buscar soluciones y avanzar, Noemí reconoce que para cuando esa solución de raíz llegue es posible que ella y otras ya no puedan/podamos ser madres.

“Hablo aquí del hijo que aún no existe y me siento una temeraria, invocando a los espíritus del más allá. Recito un cántico acompañada de otras mujeres, en hermandad; hacemos una llamada como si fuésemos hechiceras para convocar al resto de la tribu. (…) No es este un conjuro para que nuestros vientres se llenen de vida -no así, no por ahora-, conjuramos una resistencia conjunta al vacío”.

Para concluir, me repetiré en eso de que la clave del libro está en el testimonio personal. Las reseñas o comentarios que he visto en general destacan el trabajo investigativo y descriptivo, pero creo que sin lo introspectivo, esto sólo sería una mera secuencia de datos. Bien estructurada y documentada pero fría. Para mí es más un reportaje de interés humano que explicativo, aunque sea ambas cosas. Sólo ese interés humano puede hacer que la resistencia al vacío llegue a ser conjunta.

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