Se anuncia que el titular de la dinastía borbónica vendrá a inaugurar el aeropuerto de Corvera, que, como se sabe, ha tardado casi tres lustros en estar listo para el corte de cinta gracias a la eficiencia de los últimos gobiernos y presidentes –– exactamente tres–– que hemos tenido, pero especialmente debido a la visión de futuro del más duradero padre de la patria murciana, ahora instalado en Bruselas.
No se trata de repetir que esa instalación llega tarde y mal; que nos ha costado 182 millones de euros; que seguimos pagándolos; que sus instalaciones no se adecuan a la clasificación de “internacional” de IATA por mucho que le coloquen la etiqueta; que las indemnizaciones a los expropiados propietarios de los terrenos siguen en los tribunales y sin pagar; que será irremediablemente deficitario largos años; que, en fin, más de uno y más de dos han sabido extraer tajada del engendro que verá la luz el 15 de enero.
No, no se trata de eso, ya repetido hasta la saciedad. Viene mejor hacer alguna recomendación para que el día de los fastos aeroportuarios, además de las varias centenas de sacabarrigas y autocomplacientes que irán a Corvera y de las varias decenas de miles que se tragarán el bulo y se dirán contentísimos de ser y sentirse murcianos… pues, eso: decía que además de todos aquellos, habrá que dejar satisfecho, y mucho, al actual borbón. Que para eso se toma la molestia de dedicar unas horas a solazarse solidariamente con su millón y medio de súbditos murcianos.
A tal fin, qué mejor cosa que dejarle bien informado de hasta donde hemos llegado en esta región. Por eso me atrevo a sugerirle que venga en helicóptero, ya que el autogiro nunca tuvo realización comercial.
Porque el aparato tiene mucha más maniobrabilidad y el viaje desde la capital del Estado no será motivo de incómodo para el insigne visitante. Podrá, gracias a la agilidad de la aeronave de hélices, echar una ojeada, a vista de pájaro, sobre todo lo conseguido en los últimos decenios.
Como vendrá escaso de tiempo, puede centrar el vuelo, quizá pilotado por él mismo, en la extensa zona que circunda Corvera para poder estar de vuelta en palacio a la hora de la merienda. Contemplará la retahíla de urbanizaciones que alojarán a los pasajeros del nuevo aeropuerto y que ahora son carne de película de terror, de esas con ciudades sin ley, pueblos fantasmas, calles desiertas, campos (de golf) agostados...
Sobrevolará la autovía Cartagena-Vera para ver por sí mismo lo que significa derroche oficial y compensación vía impuestos de los sufridos contribuyentes para satisfacer caprichos megalómanos de nuestros gobernantes.
Podrá también mirar un poco más allá de su querida escuela aérea, donde tuvo parte de su educación, y revisará el perfecto estado de la segunda pista pagada por todos los españoles gracias al capricho del magnífico preboste al que mejor no se encomiende para su plan de vuelo, no sea que acabe en un monte turco y la tengamos.
Por el mismo precio, igualmente revisará el impoluto azul de la laguna de marras y se maravillará de lo expertos que somos aquí en conseguir que las apariencias engañen. Un poco más lejos, y ya finalizando su trayecto de camino al ágape inaugural del aeropuerto supuestamente internacional de Corvera, pasará sobre la desaladora de Escombreras, que nos ha salido a precio de entrada de Fondo Sur en el Bernabéu; verá la pretendidamente regenerada bahía de Portmán; y atisbará la ensenada del Gorguel, antes de que el hormigón la convierta en nuevo emporio de riqueza.
Para acabar, su mirada se arrobará con la contemplación de ese otro mar, el de plástico, gracias al que los agroindustriales extreman sus fortunas mientras sus morenos empleados disfrutan de la tierra de promisión migratoria: a siete euros la hora, siempre y cuando hagan doce por día, claro, que no todo iban a ser bicocas. Que los murcianos somos buenos, pero no tontos.
Tan buenos, que podría seguramente el coronado visitante contemplar desde el aire aún más maravillas de las citadas para ser plenamente consciente de lo que aquí somos capaces. Pero como los días son muy breves en enero, mejor que corte la cinta de una vez, se eche su discursete, se tome su copita de vino español y se vuelva a Madrid con su bandera y los aplausos puestos. Con lo reseñado tendrá bastante. No sea que se canse. Vale.
P.S.: Por supuesto que yo también volaré desde Corvera cuando me venga bien. Para eso lo pagan mis impuestos.
Se anuncia que el titular de la dinastía borbónica vendrá a inaugurar el aeropuerto de Corvera, que, como se sabe, ha tardado casi tres lustros en estar listo para el corte de cinta gracias a la eficiencia de los últimos gobiernos y presidentes –– exactamente tres–– que hemos tenido, pero especialmente debido a la visión de futuro del más duradero padre de la patria murciana, ahora instalado en Bruselas.
No se trata de repetir que esa instalación llega tarde y mal; que nos ha costado 182 millones de euros; que seguimos pagándolos; que sus instalaciones no se adecuan a la clasificación de “internacional” de IATA por mucho que le coloquen la etiqueta; que las indemnizaciones a los expropiados propietarios de los terrenos siguen en los tribunales y sin pagar; que será irremediablemente deficitario largos años; que, en fin, más de uno y más de dos han sabido extraer tajada del engendro que verá la luz el 15 de enero.