Hace unos meses recibí en el medio de comunicación en el que trabajo un sobre procedente de la alcaldía de Murcia. Me sorprendió que aquella carta viniera a mi nombre. La abrí y encontré en su interior la fotografía que acompaña este artículo, en la que aparecemos charlando, en un pasillo de un centro universitario, el alcalde de la ciudad y quien suscribe. La foto, realizada por el fotoperiodista murciano Juanchi López, venía acompañada de un tarjetón en el que, escrito a mano con rotulador, se leía: “A Manuel Segura, con mi afecto y respeto de siempre. Un fuerte abrazo. José Ballesta”.
Al alcalde de la capital lo conozco desde su etapa de rector de la Universidad de Murcia, cargo en el que permaneció entre 1998 y 2006. Catedrático de Biología Celular en la Facultad de Medicina, había sido vicerrector anteriormente. Tras dejar el rectorado, decidió entrar en política, siendo elegido diputado regional por el PP y nombrado por el presidente Ramón Luis Valcárcel como consejero de Obras Públicas en 2007. En 2011, pasó a ocuparse de la cartera de Universidades. Y en 2015 optó a la alcaldía de Murcia por el PP, la obtuvo con el apoyo de Ciudadanos y revalidó el cargo en 2019 con el mismo socio de Gobierno.
La moción de censura de marzo de 2021, propiciada por el propio partido naranja y el PSOE, con el respaldo de Podemos, lo descabalgó de la alcaldía. En esos días, lo acompañé como informador a uno de sus últimos actos en una pedanía del municipio. Esa mañana lo vi serio, contrariado y circunspecto. En un momento dado, me acerqué a él, nos quedamos solos y le pregunté: “¿Qué vas a hacer ahora?”. A lo que me respondió con otro interrogante: “¿Tú qué crees?”. Le dije que suponía que volvería a la Universidad y que dedicaría más tiempo a los suyos. Que la vida seguía y que había que cerrar capítulos y abrir otros nuevos. Y me pareció que asentía con la cabeza.
Sin embargo, esa intención inicial se trastocó en los días o semanas posteriores. Es de suponer que en ello influyera poderosamente eso que se da en llamar su entorno político; un núcleo de personas que pulula alrededor de su figura, como abejas en torno al panal de rica miel, desde hace años. Algunas, procedentes de su lejana etapa en el rectorado. Otras, incorporadas a lo largo de las sucesivas responsabilidades que ha ido ostentando. Es cierto que el vaticinio que le hicieron entonces se cumplió con sobresalientes expectativas: que aguantara dos años en la oposición, prácticamente sin abrir la boca en los plenos, y que en 2023, ante el desaguisado en la gestión de los promotores de la censura, volvería al despacho principal de la Glorieta. No se equivocaron y Ballesta barrió aquella noche electoral, obteniendo una sólida mayoría absoluta, por lo que fueron muchos los que respiraron aliviados a su alrededor, exclamando alguno que otro: “¡Cuatro años más!”.
Un grupo de compañeros de diversos medios comentábamos esta semana la nula información que existe sobre el asunto del estado de salud del alcalde, lo que a su vez puede decir bastante del ejercicio timorato de un cierto periodismo, siendo autocríticos como poco. Y alguien ponía como contrapunto lo ocurrido con el rey de Inglaterra y su trascendencia a los medios británicos en una circunstancia similar. Pero está claro que ni el edificio consistorial de la Glorieta es Buckingham Palace, ni Ballesta es Carlos III.
Es evidente que hay que ser estrictamente respetuosos con las cuestiones que atañen a la salud, incardinadas en el plano personal y familiar de todo ser humano. Máxime si esas reservas parten del protagonista y es su voluntad reclamar el sigilo y cautela que merece. Por supuesto que alguien podría plantear que, al tratarse de una figura pública, médico de formación, su caso pudiera servir de ejemplo a quienes pasan por un trance parecido. Sobre todo por su admirable proceder, siguiendo al pie del cañón sin demostrar flaqueza, presidiendo un pleno a la semana siguiente de salir de un quirófano, algo que elogian y reconocen, incluso, sus adversarios políticos en la corporación.
Lo que deseo, al que considero y me considera amigo, es el éxito completo en su proceso terapéutico y una pronta y eficaz recuperación. Lo hago desde esta reflexión sincera, con el mismo afecto y respeto de siempre, como él me expresó de su puño y letra, con indeleble tinta azul de rotulador, en aquel entrañable tarjetón que me hizo llegar hace unos meses y que guardo agradecido. Ojalá que así sea.
Hace unos meses recibí en el medio de comunicación en el que trabajo un sobre procedente de la alcaldía de Murcia. Me sorprendió que aquella carta viniera a mi nombre. La abrí y encontré en su interior la fotografía que acompaña este artículo, en la que aparecemos charlando, en un pasillo de un centro universitario, el alcalde de la ciudad y quien suscribe. La foto, realizada por el fotoperiodista murciano Juanchi López, venía acompañada de un tarjetón en el que, escrito a mano con rotulador, se leía: “A Manuel Segura, con mi afecto y respeto de siempre. Un fuerte abrazo. José Ballesta”.
Al alcalde de la capital lo conozco desde su etapa de rector de la Universidad de Murcia, cargo en el que permaneció entre 1998 y 2006. Catedrático de Biología Celular en la Facultad de Medicina, había sido vicerrector anteriormente. Tras dejar el rectorado, decidió entrar en política, siendo elegido diputado regional por el PP y nombrado por el presidente Ramón Luis Valcárcel como consejero de Obras Públicas en 2007. En 2011, pasó a ocuparse de la cartera de Universidades. Y en 2015 optó a la alcaldía de Murcia por el PP, la obtuvo con el apoyo de Ciudadanos y revalidó el cargo en 2019 con el mismo socio de Gobierno.