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Los afganos de la Alcantarilla de 2001

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En 2001, yo era un estudiante más en el recién estrenado instituto IES Alcántara de Alcantarilla. A mis 16 años ya era levemente consciente de algunos de los paradigmas ideológicos de mis profesores, quienes mayoritariamente, no admitían ninguna duda sobre la objetividad de sus pensamientos. Ante esta terrible actitud cualquier réplica era una ofensa, aún tengo muy presente en mis recuerdos el momento en que una de mis profesoras justificaba la reciente invasión americana y maldecía al pueblo afgano en su totalidad por su cultura y su religión, haciéndoles responsables de su destino. Todo ello ante unos alumnos atónitos que solo recordaban la destrucción de las Torres Gemelas, expuestos ante una docente que aplicaba un reduccionismo indigno de su profesión. El asunto acabó con una expulsión momentánea del aula, ya que ingenuo de mí, me dio por defender la presunta honorabilidad del pueblo afgano, y claro, el temario no podía ser alterado por semejantes ideas. La doctrina de Vox ya era presente en las aulas de Murcia hace 20 años.

Ante esta crisis, son muchos los analistas de política internacional que han remarcado algunas de las claves de esta situación, entre todos ellos, siempre es recomendable escuchar voces como las de Ahmed Rashid o la de Nadia Ghulam, quienes nos vienen explicando desde hace años el cóctel explosivo que se iba generando por el abuso de la violencia, la corrupción y unas políticas trazadas de forma abrupta. Desde una mirada más inmediata, otros analistas se han apresurado a comparar la salida del ejército americano de Kabul con la salida de Saigón, quizás tengan toda la razón al señalar la pérdida de autoridad de Estados Unidos a la hora de erigirse como guardián del mundo. Sin pretensión de hacer un análisis sobre lo que sucede en Afganistán, todo lo que observo me hace volver la mirada hacia España, me hace pensar en cómo el abandono internacional puede estabilizar un régimen de dolor y violencia. La Afganistán de 2021 me recuerda la lección que nos debía aportar la España de 1945, una lección que jamás apareció en los libros del IES Alcántara del 2001. Para muchos, el capítulo que relataré no será nuevo, ya ha sido relatado en otras ocasiones, pero creo que es muy necesario tenerlo presente.

Tal y como explica Josep Fontana en 'Por bien del Imperio' (2011), Estados Unidos, la Unión Soviética y Gran Bretaña, en una serie de conferencias plantearon las bases del nuevo orden mundial. La primera de ellas fue en julio de 1944, en Bretton Woods, donde se comenzó a gestar la creación del Banco Mundial y del FMI, más tarde, en 1945 vinieron Yalta y Potsdam. En esta última reunión, antes de resolver los dos puntos más relevantes: qué hacer con Alemania tras la Guerra y cómo acelerar el final de la Guerra en Japón, se debía decidir qué pasaba con “la cuestión española”. Consciente de esto, Franco, el 18 de julio de 1945 depuró su Gobierno, eliminando los elementos que visibilizaban de forma más evidente su integración en el Eje. Un día más tarde, Stalin, delante de Churchill y Truman, planteó la necesidad de examinar el franquismo. Los soviéticos señalaban que el régimen de Franco en España fue impuesto por Alemania e Italia, también consideraban que España suponía un peligro para las naciones favorables a la libertad. Churchill, quién años antes había contactado con Juan March para sobornar a quién hiciera falta para mantener España al margen de la Segunda Guerra Mundial, se mostró muy diplomático, distanciándose de España lo suficiente para contentar a Stalin pero alejando del encuentro una posible solución. Truman también desvió el asunto. Lo único que pudo conseguir Stalin ante la pasividad americana e inglesa es el pronunciamiento del 2 de agosto por la cual declaraban que negarían la admisión de España en la ONU mientras sea representada por el régimen franquista. El 5 de agosto Franco respondió que las alusiones a España en Potsdam eran resultado de las calumnias de los rojos expatriados y sus afines extranjeros. La transcripción de esta conversación puede ser leída en el magnífico libro 'Aquí no hemos venido a estudiar' de Enric Juliana sobre la figura de Manuel Moreno Mauricio.

Por tanto, Inglaterra no estaba interesada en dejar que los españoles decidieran su futuro, los intereses comerciales con España pesaban demasiado a Churchill y a Atlee, a quienes el sentido democrático se le dispersaba una vez cruzado el Canal de la Mancha. Estados Unidos tenía otros planes más perversos para España, unos planes que se plasmaron en los Pactos de Madrid en 1953, por los cuales Franco cedía en parte la soberanía del territorio y permitía la ocupación militar del mismo por un país extranjero, todo ello a cambio de la integración de España en el bloque occidental. Unos pactos firmados por un régimen ilegal e ilegítimo. Curiosamente, durante la transición, nadie se atrevió a declararlos firmemente como ilegítimos. Actualmente, lejos de querer revisar el estado de la soberanía española, la actitud servil de Pedro Sánchez delante de Biden en los pasillos de la OTAN no hacen más que seguir con “el espíritu de la transición”. El régimen del 78 no contestó a esta cuestión, la cual no parece estar en la agenda. Quizás la continuidad de la corona es la garante de que no se revisen los acuerdos que Franco firmó, quizás los intereses por evitar un referéndum sobre la forma de Estado en España vienen de más allá de nuestras fronteras.

Volviendo a Afganistán, si su invasión en 2001 era deleznable, el abandono de los afganos es igualmente desastroso. Más allá de las inmensas diferencias que podemos encontrar entre el abandono por parte de la comunidad internacional de Afganistán a día de hoy y el abandono de España en 1945, observamos cómo una vez más todos se limpian las manos, escuchamos muchas palabras en contra de los talibanes, pero muy pocas ganas de actuar o de negociar. Gestos grotescos como la visita de Pedro Sánchez junto a la presidenta de la Comisión Europea y al presidente del Consejo Europeo a los centros de acogida de refugiados en Torrejón de Ardoz son muy útiles para que los medios, una vez más, intenten limpiar la cara de una Europa que huele a naftalina.

Todo este mejunje, probablemente, será triturado por el bombardeo informativo y dirigido por lo que en Silicon Valley llaman alpiste de datos. Así, en un cóctel bien revuelto, el ideario del poder se introducirá en nuestros teléfonos móviles. La resistencia a las injerencias del poder es compleja, pero aún más si las informaciones van dirigidas a aquellos que no tienen el tiempo ni la energía de contrastar la información. En el caso de los adolescentes, toda esta maquinaria solo podrá ser atenuada por algunos profesionales de la educación que se mueven por la emancipación de las consciencias. Por el contrario, quiénes tengan la misma experiencia que yo hace 20 años, estarán a la intemperie de relatos falaces, sin un espíritu crítico creerán que los afganos se han ganado su destino, quizás seguirán creyendo que las consecuencias de la Guerra Civil y el franquismo están tan lejos que no nos afectan. Mientras haya lecciones de Historia ocultadas, otros futuros no serán posibles. 

En 2001, yo era un estudiante más en el recién estrenado instituto IES Alcántara de Alcantarilla. A mis 16 años ya era levemente consciente de algunos de los paradigmas ideológicos de mis profesores, quienes mayoritariamente, no admitían ninguna duda sobre la objetividad de sus pensamientos. Ante esta terrible actitud cualquier réplica era una ofensa, aún tengo muy presente en mis recuerdos el momento en que una de mis profesoras justificaba la reciente invasión americana y maldecía al pueblo afgano en su totalidad por su cultura y su religión, haciéndoles responsables de su destino. Todo ello ante unos alumnos atónitos que solo recordaban la destrucción de las Torres Gemelas, expuestos ante una docente que aplicaba un reduccionismo indigno de su profesión. El asunto acabó con una expulsión momentánea del aula, ya que ingenuo de mí, me dio por defender la presunta honorabilidad del pueblo afgano, y claro, el temario no podía ser alterado por semejantes ideas. La doctrina de Vox ya era presente en las aulas de Murcia hace 20 años.

Ante esta crisis, son muchos los analistas de política internacional que han remarcado algunas de las claves de esta situación, entre todos ellos, siempre es recomendable escuchar voces como las de Ahmed Rashid o la de Nadia Ghulam, quienes nos vienen explicando desde hace años el cóctel explosivo que se iba generando por el abuso de la violencia, la corrupción y unas políticas trazadas de forma abrupta. Desde una mirada más inmediata, otros analistas se han apresurado a comparar la salida del ejército americano de Kabul con la salida de Saigón, quizás tengan toda la razón al señalar la pérdida de autoridad de Estados Unidos a la hora de erigirse como guardián del mundo. Sin pretensión de hacer un análisis sobre lo que sucede en Afganistán, todo lo que observo me hace volver la mirada hacia España, me hace pensar en cómo el abandono internacional puede estabilizar un régimen de dolor y violencia. La Afganistán de 2021 me recuerda la lección que nos debía aportar la España de 1945, una lección que jamás apareció en los libros del IES Alcántara del 2001. Para muchos, el capítulo que relataré no será nuevo, ya ha sido relatado en otras ocasiones, pero creo que es muy necesario tenerlo presente.