En la Región de Murcia en general y la ciudad de Murcia en particular, como en toda España, estamos atravesando por la tercera ola de calor en lo que va de verano, como está siendo habitual desde hace ya varios años, alcanzando récords de temperaturas que, desgraciadamente, ya no son excepciones, sino la regla de cada verano. Noches tropicales que impiden conciliar el sueño y días infernales en los que constituye todo un reto salir a la calle antes de las diez de la noche. Estas olas de calor han provocado este año ya media docena de fallecimientos en la región, más de 700 en toda España.
Pero la vida debe continuar y, a menudo, debemos seguir saliendo a la calle por razones laborales o comerciales, haciendo nuestro el famoso consejo que la tradición nos ha dejado, esa conocida frase de “echa por la sombra”. Pero hay un problema: el consistorio murciano decidió cerrar los parques urbanos el pasado mes de julio, con el argumento de proteger la integridad física de los transeúntes, toda vez que los árboles de gran porte, por estrés hídrico, corren el riesgo de dejar caer ramas que podrían herir a las personas que estuvieran bajo ellos. Pero este estrés no es debido sino a la dejadez del Ayuntamiento de Murcia, que prefirió plantar miles de flores efímeras de temporada para engalanar las calles el pasado mes de marzo, de cara a las Fiestas de Primavera, con un coste de más de 2,6 millones de euros, en vez de invertir en el cuidado de los árboles de gran porte, dejándolos a su suerte. El resultado es que los principales parques de la ciudad (y de otros municipios) están cerrados.
Parece que el alcalde Ballesta y su concejal de ramo ignoran los beneficios que traen los árboles en las ciudades, desde la absorción de gases contaminantes, hasta ayudar a enfriar el aire entre 2 y 8 grados centígrados en su entorno más cercano, pasando por la mejora de la salud física y mental de las personas que viven cerca de estas islas climáticas. Los parques urbanos constituyen auténticos refugios climáticos, es decir, lugares donde las personas pueden mitigar las altas temperaturas. Por cierto, entre esos refugios climáticos se encuentran las bibliotecas y las piscinas. Las primeras permanecen cerradas por las tardes, mientras que las segundas son escasas en un municipio de 450.000 habitantes.
La renaturalización de las ciudades debe ser la gran apuesta de los ayuntamientos para combatir las olas de calor agravadas por el cambio climático. Conseguir corredores verdes de tal modo que los peatones puedan trasladarse de un extremo al otro de la ciudad sin que falte una sombra bajo la que cobijarse debe ser el objetivo. Sin embargo, vamos en la dirección contraria, con ciudades con más asfalto y suelos enlosados, con árboles que surgen de alcorques de caucho que acumulan el calor, dificultan la escorrentia, limitan el crecimiento de las raíces y contaminan el suelo por la descomposición de esos alcorques. La temperatura de las ciudades, entre 2 y 10ºC por encima de las áreas rurales, puede ser mitigada con más áreas verdes. Está demostrado que los espacios verdes, como parques y jardines, actúan como sumideros de calor, absorbiendo la energía solar y enfriando el ambiente a través de la evaporación.
Ya hay en el mundo movimientos ciudadanos que han tenido la iniciativa de levantar el pavimento de las calles para que vuelvan a crecer las plantas y la tierra respire, como Depave, en Portland, EE.UU., el movimiento Green Venture, en Ontario, Canadá, o en Lovaina, Bélgica. Recuperar los suelos naturales puede ayudar a luchar contra los efectos de estas olas de calor.
Preservar e incluso aumentar los espacios verdes, incidiendo en los aspectos climáticos más que los meramente estéticos, con especies adaptadas a las condiciones de sequedad de estas latitudes y con una mayor inversión en el cuidado de los árboles, permitiendo el acceso a esas islas climáticas, debe ser una prioridad en un contexto de emergencia climática.
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