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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Arde el fútbol

Esta semana la función se llama “Huelga de Futbolistas” -por cierto, que la Audiencia Nacional ha suspendido la jornada de protesta de los jugadores-. Para los que este verano pasado veían las noticias de deportes, y vivían el “caso Real Murcia” como el típico afer estival de club mal pagador en apuros, el monumental enredo actual puede resultar sorprendente. Para un murcianista no es más que un nuevo capítulo de la lucha de gallos -más bien gallitos- que dirigen las principales instancias futbolísticas de este país.

El día que Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional (LFP) desacató al juez Sánchez Magro, alegando “imposible cumplimiento” de su dictamen, y ratificando la sanción de descenso del Real Murcia, también ganó un particular pulso a sus archienemigos. Ángel María Villar, presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y Luis Rubianes, máximo dirigente de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) abogaban por una solución adecuada a las fechas en las que se tomaba. Entrado el mes de agosto, la pérdida de categoría del Murcia en los despachos -por segunda vez en su historia- condenaba a sus jugadores a una situación laboral incierta e injusta, y al club a un caos brutal. En este último caso, además, con el agravante de acabar encuadrado en el grupo del Norte de Segunda B, y sin plantilla para salir a competir.

Creo que, hoy por hoy, cualquier aficionado al fútbol de este país, tiene claro que al Real Murcia se le hizo un traje a medida. En los últimos meses las situaciones financieras de varios clubes como Elche, Recreativo de Huelva, Albacete o Racing de Santander han estado bajo el foco mediático. Impagos a Hacienda, Seguridad Social, jugadores… han salido a la luz. En el caso de los onubenses, ha quedado reflejado por escrito que la LFP era conocedora de dichos impagos, mirando hacia otro lado a la hora de calcular los tristemente célebres ratios.

Eso ya lo teníamos claro los trescientos murcianistas que el pasado agosto invadimos, pacíficamente, la acera de la sede de la LFP. En el interior de su castillo feudal –ya que a Tebas le gusta esa alegoría- el señor de La Liga se negó a dar audiencia a capitanes y entrenador del Real Murcia, que aguantaron muchos minutos bajo un sol de justicia, con los guardianes del foso cerrándoles sin contemplaciones el acceso a la fortaleza.

Algunos teníamos la esperanza de que, por estas fechas, una resolución de un Juzgado de lo Mercantil de Madrid abriera una vía de agua en el hasta ahora inexpugnable feudo de Tebas. Dicha sentencia no ha llegado, pero la guerra del fútbol, que se siguió librando en otros asuntos como el sonado caso “Pedro León”, parece haber llegado a una batalla decisiva. Como en esa genial saga en que la que todos desean el anillo para “dominarlos a todos”.

La inmensa llanura en la que pretenden que se desarrolle la contienda se llama fútbol español. Uno, Tebas, planta a su ejército de presidentes encorbatados y bien perfumados. Los de la chequera. Otro, Rubiales, a su batallón de jugadores tatuados y sobremotorizados. Los de los regates. Y el último, Villar, a sus hombres de negro. Una suerte de “nazgul” de los de la fantasía de Tolkien, pero enviados desde Suiza por FIFA. Los que mandan en Champions, Eurocopa y Mundial.

No sabría deciros quién va a resultar vencedor en la batalla, pero sí quién pierde: la llanura. Cuando estos personajes acaben su lucha de egos el daño que habrán provocado al fútbol español, y a su imagen internacional será irreparable.

Y a todo esto, ¿qué hace el Gobierno de España, mientras en su territorio se va a librar la mayor batalla jamás contada? Mantener en el cargo a Miguel Cardenal, amigo personal de Tebas, y encargado de aprobar el Real Decreto de la polémica en el momento más “oportuno”. Esa fecha en la que confiaban que, ante la gravedad de parar la competición, futbolistas y federación fueran incapaces de reaccionar. Pero estos están ya hartos de burlas, y han dicho basta.

Ante la tremenda incertidumbre sobre el futuro del Real Murcia, tengo que confesar que ver desde la distancia la escena bélica me resulta reconfortante. Ahora sí. Arde el fútbol.

Esta semana la función se llama “Huelga de Futbolistas” -por cierto, que la Audiencia Nacional ha suspendido la jornada de protesta de los jugadores-. Para los que este verano pasado veían las noticias de deportes, y vivían el “caso Real Murcia” como el típico afer estival de club mal pagador en apuros, el monumental enredo actual puede resultar sorprendente. Para un murcianista no es más que un nuevo capítulo de la lucha de gallos -más bien gallitos- que dirigen las principales instancias futbolísticas de este país.

El día que Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional (LFP) desacató al juez Sánchez Magro, alegando “imposible cumplimiento” de su dictamen, y ratificando la sanción de descenso del Real Murcia, también ganó un particular pulso a sus archienemigos. Ángel María Villar, presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) y Luis Rubianes, máximo dirigente de la Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) abogaban por una solución adecuada a las fechas en las que se tomaba. Entrado el mes de agosto, la pérdida de categoría del Murcia en los despachos -por segunda vez en su historia- condenaba a sus jugadores a una situación laboral incierta e injusta, y al club a un caos brutal. En este último caso, además, con el agravante de acabar encuadrado en el grupo del Norte de Segunda B, y sin plantilla para salir a competir.