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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Bromas holocáusticas del Capitán Alatriste

Hace unos días, lamentaba de broma el 'alatristemente célebre productor de best sellers' (el mote es de su compañero, el académico Francisco Rico) que iba a escribir una novela sobre Auschwitz, pero ya estaban pillados todos los personajes. La coña llegó tan lejos, jaleada por ese ejército de intelectuales cuyo escudo es un pájaro azul, que hasta el mismísimo Memorial de Auschwitz se dio por ofendido.

Pero detrás de este infortunado chiste se plantea una cuestión interesante, desde el punto de vista de la ficción: ¿está agotado el tema de la Segunda Guerra Mundial para la literatura?

¿Quién, como receptor, no se ha planteado alguna vez lo explotada que está la cuestión de la Segunda Guerra Mundial o, en España, de la Guerra Civil? Pero pasan años y décadas y continúa dando de sí. Entonces, el lector, el espectador, harto del mismo menú, se pregunta si no hay otros temas que tratar. Pero el asunto se expande: de la literatura al cine, del cine al cómic, del cómic otra vez al cine, trasciende el género bélico, llega al drama, al terror, a la ciencia-ficción… ¿Es que no va a parar hasta que se cuente cada historia que aconteció a cada individuo en ese escenario? Y aún más, porque ya es un escenario de ficción, y a través de esta continuamos generando mitos en esta época nuestra en la que todo está documentado. En el caso de la Guerra Civil, titula la ganadora del Nacional de Narrativa Almudena Grandes: Episodios de una guerra interminable. Ahí está la palabra clave: interminable. Me pregunto, por cierto, si realmente la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial fueron dos guerras diferentes o una fue el prólogo de la otra.

De lo que no cabe duda es de que esta guerra fue el gran acontecimiento -por desgracia para todos nosotros- de nuestro siglo pasado, el descomunal trauma que hizo estallar el pasado y determinó el futuro, el presente. Y que aún hoy, mediante la literatura, el cine o el arte en general, intentamos desenredar, comprender, explicar.

Los hechos permanecen, pero la perspectiva cambia, porque se mueve con el tiempo, de modo que un nuevo relato está siempre por aparecer. Ahora, con el resurgimiento de los fascismos, muchos volvemos la vista atrás, hacia los inquietantes años 30. Así lo hace Jan J. Martí en uno de los relatos que conforman su estupendo debut literario, Cuando el amor no tenía nombre (La Marca Negra Ediciones, 2019), en este caso en clave homosexual. A mí no me pudo parecer más oportuno cuando lo leí, ignoro si Reverte comparte esta visión. ¿Cabe una seria preocupación, la voluntad de intervenir, entre la histeria de unos y la indolencia de otros? 

Las nuevas mitologías

El papel del cine ha sido fundamental, de la mano de la literatura, en la creación de las mitologías modernas, entendiendo aquí mitología más que como un conjunto, como un sistema inagotable de generación de relatos: el Lejano Oeste, la Ley Seca o la Segunda Guerra Mundial son los escenarios de incontables historias imaginadas.

Si no estoy herrado como un burro, las pelis del Oeste pasaron de relatar los hechos históricos que van desde la Compra de Luisiana en 1803 hasta la muerte de Jesse James en 1882 a contar toda clase de historias individuales –ficticias o biográficas-, relegando los hechos históricos al papel de marco, de escenario.

El wéstern, más antiguo que la Segunda Guerra Mundial, no deja de morir y resucitar: de John Ford a Leone, de Leone a Eastwood, de Eastwood a Tarantino. Es un género en sí mismo. La mitología perfecta en la que se pueden proyectar y desarrollar todas las historias y todas las pasiones humanas, con sus fracasos y sus triunfos: una prostituta huye disfrazada de monja, unos buscadores de oro planean en silencio matarse cuando consigan el metal precioso, un cazarrecompensas alemán quiere liberar a un esclavo…

La ficción, en definitiva, es inagotable cuando se tiene algo que decir. ¿Tiene usted, señor Reverte, algo que decir sobre Hitler, sobre el Holocausto o sobre los fascismos? Adelante, caballero.

Hace unos días, lamentaba de broma el 'alatristemente célebre productor de best sellers' (el mote es de su compañero, el académico Francisco Rico) que iba a escribir una novela sobre Auschwitz, pero ya estaban pillados todos los personajes. La coña llegó tan lejos, jaleada por ese ejército de intelectuales cuyo escudo es un pájaro azul, que hasta el mismísimo Memorial de Auschwitz se dio por ofendido.

Pero detrás de este infortunado chiste se plantea una cuestión interesante, desde el punto de vista de la ficción: ¿está agotado el tema de la Segunda Guerra Mundial para la literatura?