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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Carteles para una guerra (la del agua, en la Cuenca del Segura)

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El agropoder murciano ha pretendido clavar una pica en Flandes con su propaganda, y ahí tienen ustedes su cartelón provocador nada menos que en la Puerta del Sol madrileña, rompeolas en otro tiempo de la España democrática, corazón de ese madrileñismo universal y, hoy, huevo de la serpiente que a todos amenaza desde la otrora Dirección General de Seguridad, cueva de torturadores durante el franquismo y sede actual del Gobierno ultra de la osada Ayuso.

Hasta ahora, los carteles y eslóganes alusivos a la ansiedad hídrica del agro murciano se expresaban con (modosa) neutralidad y (falsa) gallardía, siendo lo del 'Agua para todos' la marca registrada por los acaparadores, obligados a guardar las apariencias. Pero las cosas van cada vez peor, y la máscara ha caído: “Exigimos el agua y los que se oponen, que se atengan a las consecuencias”, viene a ser el actual grito de guerra, que se han acabado las formas respetuosas y los mensajes subliminales.

La gran pancarta a que aludo es una obra zafia, de inspiración neurótica y realización alucinada, que poco de simbólico deja, en este despliegue publicitario de los dueños del agua de la Cuenca del Segura, bien representados, en este caso, por esos ideólogos que han optado por el eslogan grotesco y el cartel ridículo: los voceros del SCRATS, sonoro vocablo que restaña en nuestros oídos como un latigazo, avisando de lo que es: el Sindicato Central de Regantes del Acueducto Tajo-Segura, puesto de mando de ese poder espurio que hace del agua, bien público y común, un escandaloso negocio al que ni la ley ni la política han logrado meter en cintura. Así que es verdad que el Caudillo también dejó esto “atado y bien atado”.

De ahí que sea necesario el análisis semántico que hagamos de este cartel y su intrusión en la capital de España: semántico-político, en realidad. El transeúnte avisado, conocedor del papel que las paredes, balconadas y tejados de la Puerta del Sol han jugado en la historia de España, a de recordar aquel pasquín enorme de los primeros años de la República, en el que rebosaba la jeta de Gil-Robles, líder de la CEDA, confederación de aquellas derechas españolas tan mussolinianas.

Bueno, eso por lo que se refiere al simbolismo histórico-locativo, que en Madrid nunca es secundario ni ha de pasar desapercibido. Más actual en efecto, es el simbolismo ultra de la ubicación del cartelón frente a la Ayuso, como pidiéndole ayuda porque, en la tierra del Segura, la que tienen esos regantes -que no es poca- no les resulta suficiente. Y en el análisis material, nos encontramos con la cara de imbécil con que un joven come tierra con fruición, que es lo que nos anuncia el texto principal: que si somos malos, a más del encierro cantado de la próxima pandemia, comeremos tierra, porque ellos -los heroicos regantes- no tendrán con qué alimentarnos. La fuente de tierra que nos ofrecen estos elegantes filibusteros más parece una ensaladera, así que ahí va: en lugar de nuestras gloriosas lechugas, si seguís maltratándonos, será tierra lo que habréis de comer. Vista en su totalidad, e incluyendo esa faz de enajenado, la imagen apunta más bien a un ecologista en cólera (principal enemigo de ese agropoder y de los corsarios del agua) pero castigado por malo e intransigente. Lo que no puede ocultar una gran mentira, sonora y adicional, y es que esa agua que nos reclaman la dedican al lucrativo negocio de la exportación, que poco nos alimenta.

Luego está la amenaza, rasgo esencial de estas campañas y firma de los autores intelectuales, del mega pasquín: “El trasvase Tajo-Segura no se toca”. Es la advertencia, bien clara, si no queremos comer tierra. Lo dicen ellos, dueños por derecho propio, y por patriotas desinteresados, del Trasvase, del agua y de la tierra.

El texto básico, muy reducido pese a su enjundia, aclara la alarma social que se quiere transmitir, que añaden a la amenaza: “Las medidas del Gobierno ponen en peligro el futuro…”. Nada que no sepamos, vaya, condensado como núcleo ideológico del mensaje: una declaración clara contra las medidas - temidas, anunciadas, inevitables- del Gobierno (por más que sea democrático y legítimo, y que esté obligado a tratar por igual a todas las tierras de España). El texto es de redacción ultra, puede que dictado por ultras. Este mismo texto nuclear alude a los “miles de agricultores” de las tres provincias beneficiarias del Trasvase, pero hay que negarle la mayor, no ya por el número sino por lo de “agricultor”, que cada día hay menos gente que merezca que se le atribuya esa condición: que hay que distinguir entre empresarios, intermediarios, trabajadores, esclavos, voceros, piratas, etc.

Y, por último, ese sello, 'La huerta de Europa', atributo gratuito, que se arrogan estos del SCRATS y su aureola. Como si así hubiera que considerar a esta región tan condolida, dejando de lado que -por las prácticas agro-industriales de los que firman el cartelito- yace agotada, saqueada y envilecida. Un cartel muy adecuado para que Europa tome nota de esta agitación agraria depredadora amenazante y ultra.

El agropoder murciano ha pretendido clavar una pica en Flandes con su propaganda, y ahí tienen ustedes su cartelón provocador nada menos que en la Puerta del Sol madrileña, rompeolas en otro tiempo de la España democrática, corazón de ese madrileñismo universal y, hoy, huevo de la serpiente que a todos amenaza desde la otrora Dirección General de Seguridad, cueva de torturadores durante el franquismo y sede actual del Gobierno ultra de la osada Ayuso.

Hasta ahora, los carteles y eslóganes alusivos a la ansiedad hídrica del agro murciano se expresaban con (modosa) neutralidad y (falsa) gallardía, siendo lo del 'Agua para todos' la marca registrada por los acaparadores, obligados a guardar las apariencias. Pero las cosas van cada vez peor, y la máscara ha caído: “Exigimos el agua y los que se oponen, que se atengan a las consecuencias”, viene a ser el actual grito de guerra, que se han acabado las formas respetuosas y los mensajes subliminales.