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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Cehegín/Calasparra y la mina a infierno abierto

18 de mayo de 2022 09:39 h

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Reflexionaba yo, revisando dos vídeos recientes que me maravillaban, sobre la amigable escena de los augustos personajes Moya, Urrea y Ojeda como repartiéndose los papeles en esta nueva saga murciana de la mina dormida de magnetita, en Cehegín.

Una instantánea -más larga que corta, pero igualmente histórica- que ya puede ir encabezando el sugerente relato que nos espera con la reanimación de esa mina de hierro de Gilico, un yacimiento que afecta, primero, al término de Cehegín, luego al de Calasparra y, tras la llegada gozosa de sus miasmas al embalse sobre el Quípar, al padre Segura, soberano receptor en el que acaba buena parte de la miseria ambiental, toxicidad política y conspiraciones agro-económicas de esta sierra y cuenca, siempre a mayor gloria de pillos, sátrapas y prevaricadores.

Bueno, bueno. Así que el primer vídeo del caso que comentamos, nos planta al alcalde de Cehegín, Jerónimo Moya, exhibiendo su entusiasmo por la iniciativa de reapertura de la mina que yace sin actividad desde mediada la década de 1980 y que, dice, va a suponer esto y lo otro para el pueblo y la Región. A su lado, Mario Urrea, el gran jefe de la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS), muestra su interés por el proyecto y alude, muy serio, a los tres pasos que ha de dar la empresa, quedándose tan pancho mientras infringe su deber básico de funcionario del Estado, que no es ponerse al servicio de las empresas sino del bien común (matiz que Urrea no acaba de captar en la gestión del agua en la Cuenca del Segura). Esos plazos, dice, “no deberían superar los seis meses”.

Y así, cuando le toca hablar al tercero, el empresario Germán Ojeda, la secuencia parece cerrarse muy favorablemente, dadas las palabras y actitudes de sus antecesores en la entrevista. Ojeda añade -creo que cree sabérselas todas- que en realidad la reactivación de la mina es más bien una continuación, ya que en su historial lo que cuenta es que año a año se la ha declarado inactiva, pero muy lejos del cierre, y aprovecha para deformar, en su provecho, el (nítido) concepto de 'valor añadido' que sería de aplicación si la siderurgia y, sobre todo, la industria de transformación del acero se ubicaran en esta Región. Como no es así, el caso de la mina de Cehegín no es más que el de una explotación que exporta materia prima, es decir, clasificable entre las actividades (típicamente tercermundistas) de economía de saqueo, sin que le sea de aplicación lo del 'valor añadido'. Así que, dice, dado el interés del alcalde, la explotación podrá iniciarse este mismo año (¡Guau!). Y añade -ya digo que ahí tenemos un pillín que cree moverse en tierra ganada- que como hace tanto que la mina no funciona los técnicos de medio ambiente ignoran el caso y la cosa, como diciendo: así que no vayan a ponerme pegas ni frenar el proyecto, que ese problema ya se resolvió en su día (¿En 1913? Venga ya, tío).

En el segundo vídeo, Moya y Urrea, mano a mano, redondean el -aparente, sospechoso y más que imprudente- pacto y el uno se excita y emociona al proclamar los beneficios para su pueblo, y el otro da un paso más en su extraña percepción de las obligaciones de funcionario y se atreve a decir que la disposición de la CHS es autorizar la mina en el menor plazo posible, así como mantener el contacto directo con la empresa para “poder solventar cualquier incidencia que pueda surgir” (¡Bravo, Mario, tómate algo, seguiremos jaleándote, no lo dudes!).

Así que -me digo- ya tenemos aquí otra movida político-empresarial-ambiental en la que parece que no va a faltar de 'ná'.

Mientras tanto ya fluyen las informaciones que señalan a una imprecisa presencia empresarial canadiense, lo que viene estupendamente a la lucha antimina, ya declarada, porque se alinea así con ese frente planetario que combate a la todopoderosa -a la vez que siniestra- coalición anglosajona de empresas mineras que remueven y asolan la tierra, indignan a pueblos y hasta países y reciben en compensación el odio y la inquina de medio mundo. Sí, sí, ahí tenemos a ese pool de empresas que sangran y destruyen sin piedad a la Madre Tierra y que coinciden -¡qué emocionante!- con esa coalición de espías del mundo, los famosos Five Eyes que forman Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda: un gobierno clandestino del mundo que muestra especial interés por el control minero internacional y del que, con toda probabilidad, extrae una parte decisiva de los recursos financieros con los que consolida su dominio.

Esto es interesantísimo, qué duda cabe, pero también lo es que, me dicen, hay una cierta comunidad de amistad, o intereses políticos, entre el alcalde ciudadano Moya y el jefe socialista Vélez (de tan luminoso historial como alcalde de Calasparra). Y -añaden mis fuentes- también es evidente la estrecha relación entre Vélez y Urrea, se supone que por los lógicos vínculos del compadreo partidista.

¡Ay, ay, ay, la que se nos/les viene encima!

Reflexionaba yo, revisando dos vídeos recientes que me maravillaban, sobre la amigable escena de los augustos personajes Moya, Urrea y Ojeda como repartiéndose los papeles en esta nueva saga murciana de la mina dormida de magnetita, en Cehegín.

Una instantánea -más larga que corta, pero igualmente histórica- que ya puede ir encabezando el sugerente relato que nos espera con la reanimación de esa mina de hierro de Gilico, un yacimiento que afecta, primero, al término de Cehegín, luego al de Calasparra y, tras la llegada gozosa de sus miasmas al embalse sobre el Quípar, al padre Segura, soberano receptor en el que acaba buena parte de la miseria ambiental, toxicidad política y conspiraciones agro-económicas de esta sierra y cuenca, siempre a mayor gloria de pillos, sátrapas y prevaricadores.