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Nueva legislación laboral: esto solo acaba de empezar

La ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, en imagen de archivo. EFE/Juan Carlos Hidalgo
29 de diciembre de 2021 09:32 h

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El último Consejo de Ministros del año 2021 nos deja la primera reforma laboral de Unidas Podemos, la primera en 40 años en la que son los trabajadores los que ganan derechos. La última de estas reformas, la del PP en 2012, solo contribuyó a agravar aún más el mal endémico de nuestro mercado de trabajo: la precariedad, con sus dos caras, la temporalidad y los bajos sueldos.

España frente a Europa. En España uno de cada cuatro contratos duro unos pocos meses o incluso días, el 24,7% frente al 13,6% europeo. En este ranking de la vergüenza solo estamos por detrás de Montenegro. Los españoles, además, ganamos menos. En 2020 el salario medio en España estaba más de 400€ por debajo del europeo, una diferencia de más del 20%.

La lógica neoliberal de todas las reformas laborales anteriores nos aseguraba que este era el precio a pagar para reducir el desempleo. Cobramos menos y el despido es más barato, así que los grandes inversores deberían lanzarse sobre España como un paraíso. Lógico, pero no. Casi una década después de la reforma laboral del PP, sin embargo, nuestra tasa de paro sigue doblando a la europea (14,5% frente al 6,7% en octubre) y afecta a tres de cada diez jóvenes, otro triste ranking en el que solo nos supera Grecia.

Después de haber pasado el peor golpe de la pandemia, había que cambiar las cosas. Es lo que se hace cuando algo no funciona. Es lo que se ha hecho después de una dura negociación en la que no han faltado zancadillas y fuego amigo, pero también valentía, determinación y paciencia, las cualidades que mejor describen a Yolanda Díaz.

Hablábamos de la precariedad y sus dos caras, la temporalidad y los bajos sueldos. A la primera se le pone coto, eliminando el contrato de obra o servicio y acabando con la contratación temporal abusiva. En 2022 el contrato indefinido será la norma. Se consolidan además los ERTE para tiempos de crisis, la receta con la que se han salvado medio millón de empresas y millones de puestos de trabajo en esta pandemia, frente a los despidos masivos que siguieron al pinchazo de la burbuja inmobiliaria.

Esta reforma también golpea a la precariedad en su otra mejilla, los salarios basura. El convenio laboral del sector prevalecerá sobre el convenio de empresa y no como hasta ahora, una situación en la que el trabajador estaba prácticamente vendido ante su jefe, en un país en el que el 95% de las empresas son PYMEs y en el que la negociación en igualdad de condiciones es una quimera. Las subcontratas se verán también obligadas a cumplir las condiciones del sector de referencia en cada caso, lo que pone fin también a la práctica extendida de subcontratar servicios para ahorrarse costes laborales. Esto asegura unos suelos salariales más justos y estables.

Por supuesto que hay cosas que no hemos conseguido y en las que hay que seguir trabajando. Las críticas son comprensibles, pero que nadie se lleve a engaño. Esto es solo el principio. En solo dos años de gobierno y teniendo en cuenta la actual correlación de fuerzas, se han podido revertir los principales retrocesos de los últimos cuarenta. Pero además se han puesto las bases para seguir avanzando con algo no menos importante: un cambio de enfoque, un paradigma nuevo que ha llegado para probar que se pueden ganar derechos y empleos al mismo tiempo.

Ya lo hicimos con la subida del Salario Mínimo Interprofesional. En 2019 la presión de Unidas Podemos fue clave para que se incrementara un 22,3% hasta los 900€, el mayor aumento en cuatro décadas. Los agoreros del PP y la patronal vaticinaron millones de nuevos desempleados y el apocalipsis laboral, pero no pasó nada de eso, sino todo lo contrario. Hasta la llegada del Covid más de 224.000 personas abandonaron las listas del paro.

Se quedaron sin argumentos. Por eso el SMI ha vuelto a subir hasta alcanzar los 965€ este año, mientras nuestro mercado de trabajo sigue recuperándose. Por eso volverá a subir en 2022 y en 2023 hasta alcanzar como mínimo los 1.100€. Porque hemos demostrado que se pueden subir salarios y crear puestos de trabajo al mismo tiempo y lo hemos demostrado con hechos, haciendo añicos las pizarras de los discípulos neocon de la Escuela de Chicago.

En 2022 volveremos a demostrar por esta misma vía, la de los hechos, que se puede reducir la temporalidad y generar empleo. Que se puede recuperar la negociación colectiva mientras se moderniza nuestra economía, no desde un modelo basado en la precariedad e imitando a los países en vías de desarrollo, sino acercando España a Europa, mejorando la capacidad adquisitiva de nuestra gente y liderando una transición verde en la que nuestro país aspira a mucho más que a esa economía de sol, playa, tapas y cañas a la que nos condenó Rajoy.

Más derechos y más empleos. Con hechos tangibles y no con los dogmas de las viejas recetas económicas. Si llegamos a 2023 con ese bagaje y sumamos algunos apoyos más, estaremos en la mejor disposición para acabar la tarea que nos propusimos al entrar a este gobierno: cambiar de arriba abajo nuestro mercado laboral. Ojo, que Yolanda Díaz solo acaba de empezar.

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