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La contratación de los médicos eventuales en el sistema público

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La Comunidad de Madrid abrió el Hospital de Emergencias Enfermera Isabel Zendal durante la pandemia de COVID-19. Esta acción ha sido criticada por unos y alabada por otros, con posicionamientos que parecen más relacionados con la afinidad política de los comentadores que con la conveniencia o no de abrir este hospital. Una de las cosas que se ha criticado es que se haya obligado a algunos médicos eventuales a trabajar allí bajo la amenaza de que de negarse no podrían trabajar en otros puestos para la Comunidad de Madrid.

En una escena que parece propia del siglo XIX, 'el señorito' (o un lacayo suyo) se acerca a la plaza del pueblo, donde le esperan los mozos que buscan trabajo. El señorito decide a quién va a contratar ese día, y para qué función. Los mozos aceptan la voluntad del 'amo' o quedan estigmatizados por éste, que no vuelve a contar con ellos y bloquea su posibilidad de ganarse el sustento. Al día siguiente se repite la operación. El proletariado depende, cada día, de la voluntad del dueño de los medios de producción. Sin derechos laborales, el pez grande se come al chico.

Esta escena forma parte de nuestra historia, pero tras más de un siglo de lucha sindical e intervención estatal se han producido modificaciones. La ley impide la arbitrariedad del empleador, prohíbe la discriminación por razones de raza, sexo, etc, exige la formalización de las relaciones laborales mediante contratos que garantizan unos derechos a los trabajadores, permite que un trabajador acepte o rechace libremente un contrato, sin verse forzado a ello… ¿O no?

Dejando a un lado el manejo de una situación de emergencia en la Comunidad de Madrid, acerco la mirada a nuestro Servicio Murciano de Salud (SMS) y al sistema de contratación de los médicos eventuales. Los médicos no tienen que ir a la plaza del pueblo para ser contratados, se apuntan en una lista, la bolsa de trabajo. Un administrativo desempeña las funciones del lacayo del señorito llamando por teléfono a los profesionales para ofrecerles contratos. Sorprendentemente, al menos para mí, los médicos tienen que aceptar los contratos que se les ofrecen o son sancionados durante meses sin trabajar y ¡esto es legal! Si en la situación de la plaza del pueblo el estado ejerce de tercero regulando la relación señorito-proletario mediante la construcción de un triángulo, en el SMS el estado hace de señorito y los médicos quedan en una situación de dependencia y sumisión.

Los contratos pueden ser ofrecidos para el mismo día en que se comunican, forzando al médico a abandonar cualquier plan (incluyendo el cuidado de hijos) que hubiera organizado para un día en que no esperaba trabajar. Los contratos pueden ser de un día de duración o exigir que el médico se desplace por sus propios medios a grandes distancias (en una región centralizada en Murcia, Yecla y Águilas son algunos de los destinos más temidos). El estado incumple sus propias leyes, contratando de lunes a viernes para no pagar los fines de semana. También se incumple la ley al mantener una plantilla de médicos eventuales en puestos estructurales, que debían ser consolidados mediante oposición. Parece sorprendente que el propio estado incumpla la ley, pero hay que recordar que la literatura en nuestra lengua comenzó con el Cid llorando por la dificultad de someter a nuestros dirigentes a la ley y a la moral.

El médico es un profesional fundamental para la atención de la salud de los ciudadanos, altamente cualificado, con un prestigio social notable, escaso en algunas especialidades, y con la posibilidad de escapar del sistema e ir a trabajar a países donde las condiciones laborales son mejores. Otros colectivos profesionales que no tienen todas estas circunstancias favorables están en coyunturas aún peores. 

Los médicos 'se queman', entre otras razones por este maltrato y pierden la capacidad para escuchar empáticamente y para preocuparse por sus pacientes. Es frecuente que la población se encuentre con médicos que hacen diagnósticos correctos y prescriben tratamientos adecuados, pero que se implican con sus pacientes tanto como el trabajador que mete alcachofas en una caja se implica con éstas. El daño que sufre el médico no se limita a su ejercicio profesional, el alcoholismo, el divorcio y el suicidio forman parte de su horizonte.

El triángulo que protegía al proletario de la plaza pública se colapsa al ser el empleador el propio estado que debía proteger a sus trabajadores. Hace falta un tercero. Y yo me pregunto ¿Dónde está el Ilustre Colegio Oficial de Médicos? ¿Dónde están los sindicatos? ¿Dónde está la izquierda política que tanto necesita este país? El silencio me responde.

La Comunidad de Madrid abrió el Hospital de Emergencias Enfermera Isabel Zendal durante la pandemia de COVID-19. Esta acción ha sido criticada por unos y alabada por otros, con posicionamientos que parecen más relacionados con la afinidad política de los comentadores que con la conveniencia o no de abrir este hospital. Una de las cosas que se ha criticado es que se haya obligado a algunos médicos eventuales a trabajar allí bajo la amenaza de que de negarse no podrían trabajar en otros puestos para la Comunidad de Madrid.

En una escena que parece propia del siglo XIX, 'el señorito' (o un lacayo suyo) se acerca a la plaza del pueblo, donde le esperan los mozos que buscan trabajo. El señorito decide a quién va a contratar ese día, y para qué función. Los mozos aceptan la voluntad del 'amo' o quedan estigmatizados por éste, que no vuelve a contar con ellos y bloquea su posibilidad de ganarse el sustento. Al día siguiente se repite la operación. El proletariado depende, cada día, de la voluntad del dueño de los medios de producción. Sin derechos laborales, el pez grande se come al chico.