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Cuidado con Vox

Vaya por delante que no me fío de los estudios demoscópicos que se publican periódicamente. De alguna manera, todos están elaborados con un sesgo ideológico que depende del medio de comunicación o de la institución que los financie. Los tentáculos del partidismo llegan a todas partes y han terminado por arruinar cualquier margen de la realidad con sus intereses. En la mayoría de las ocasiones -siempre existen las excepciones-, uno no sabe si está leyendo el resultado de una encuesta confeccionada con el mayor rigor científico o un mero instrumento propagandístico al servicio de unas siglas en concreto. En realidad, poco importa: como demostraron los posestructuralistas y su “giro lingüístico”, la realidad siempre se construye, así que el tenor de esta “construcción” es lo que varía en función de los objetivos que guíen su conocimiento.

Sirva esta introducción para situar el contexto de recelo en el que se ha recibido el barómetro de primavera del CEMOP, publicado a pocos días de que se inicie la campaña electoral. A decir verdad, los últimos resultados electorales han demostrado que, entre las inercias del CEMOP, se encontraban la sobrevaloración del PP, la limitación de las expectativas del PSOE y una cierta desconsideración hacia el tamaño real de Vox en el tejido social de la Región.

Precisamente, este último punto es uno de los que más llama la atención entre las conclusiones presentadas la semana pasada por el CEMOP. Del casi 40 % de encuestados que reconocen no haber decidido todavía la orientación de su voto, un 18 % afirma estar indeciso entre el PP y Vox. Detengámonos en este dato. El voto a Vox se ha radicalizado tanto como para convertirse en un motivo de orgullo del que la mayoría presume. Vox ha dejado de ser ese partido sustentado por unos votos frikis que prefieren mantenerse en la sombra. Su voto secreto es mínimo, entre otras razones porque, en contextos como el de la Región de Murcia, ser de ultraderechas es algo que otorga prestigio social y te permite encontrar cobijo en esa estructura rancia y con olor a naftalina de la 'Murcia eterna' que se revigoriza en cada nueva generación. De existir voto oculto, sería más plausible que se tratara del de la izquierda, la cual ha sido excluida del elemento legitimador de lo identitario en esta región surestina. Se ha llegado a un punto de delirio en el que pareciera que votar por una opción de izquierdas equivale a no ser un buen murciano. Sí, es cierto, suena de locos, pero es que esta Región hace tiempo que abandonó el sendero de la cordura.

¿A dónde se pretende llegar con este cuestionamiento de la teoría de un voto oculto de Vox? A que, a lo sumo, el voto a Vox, en lugar de esconderse, llega a no explicitarse. De esa bolsa de casi un 40% de indecisos reflejada en el último CEMOP, sobresale el 18 % de encuestados que, a un mes de las elecciones, duda entre votar al PP o a Vox. En la Región de Murcia -donde el voto al PP es sistémico y está exento de cualquier juicio o prejuicio social-, admitir que se está dudando entre votar al partido de centro-derecha o al de ultraderecha es como dar a entender implícitamente que se acabará votando a Vox. La duda es una forma de dulcificar la decisión de transitar a opciones más duras. Si, como es de prever, gran parte de este 18% va a parar a la formación de Antelo, los 7 diputados que ahora mismo se le adjudican pueden crecer en una o dos unidades que serían descontadas del casillero del PP. Para López Miras, no es lo mismo llegar a o rebasar la veintena de diputados que quedarse por debajo de ella. El segundo de los escenarios supondría fracasar en el reto puesto por Feijóo, además de aumentar su necesidad de los apoyos del partido de Abascal. Cuidado, por tanto, con Vox, que, a tenor de lo que se percibe en la calle, es el partido con mayor margen de crecimiento del espectro político. Vienen tiempos muy duros para la salud democrática de esta Región.     

Vaya por delante que no me fío de los estudios demoscópicos que se publican periódicamente. De alguna manera, todos están elaborados con un sesgo ideológico que depende del medio de comunicación o de la institución que los financie. Los tentáculos del partidismo llegan a todas partes y han terminado por arruinar cualquier margen de la realidad con sus intereses. En la mayoría de las ocasiones -siempre existen las excepciones-, uno no sabe si está leyendo el resultado de una encuesta confeccionada con el mayor rigor científico o un mero instrumento propagandístico al servicio de unas siglas en concreto. En realidad, poco importa: como demostraron los posestructuralistas y su “giro lingüístico”, la realidad siempre se construye, así que el tenor de esta “construcción” es lo que varía en función de los objetivos que guíen su conocimiento.

Sirva esta introducción para situar el contexto de recelo en el que se ha recibido el barómetro de primavera del CEMOP, publicado a pocos días de que se inicie la campaña electoral. A decir verdad, los últimos resultados electorales han demostrado que, entre las inercias del CEMOP, se encontraban la sobrevaloración del PP, la limitación de las expectativas del PSOE y una cierta desconsideración hacia el tamaño real de Vox en el tejido social de la Región.