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El acceso a la cultura, a la lectura, a la información y a la formación no puede ser un privilegio

Leli García Muñoz

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Estar en una situación de precariedad afecta a todos los aspectos de la vida diaria. Cualquier persona con sentido común puede comprenderlo. La pobreza se ha normalizado dejando solas y aisladas a las familias que la sufren, haciéndolas sentirse culpables de su propia suerte y obligándolas a callar para evitar el estigma que supondría revelar su situación. Incluso el acceso a la cultura se vive en precariedad.

Porque cuando tus ingresos mínimos no te permiten cubrir tus necesidades más básicas para llevar una vida mal llamada digna, comprar un libro no es una opción, y digo mal llamada digna porque en mi humilde opinión todas las vidas deberían ser vividas dignamente y el acceso a la cultura, a la lectura, a la información y a la formación no pueden ser consideradas privilegios reservados para unos pocos. Una sociedad que no lee, con toda seguridad será más susceptible de ser manipulada y hoy en día, por desgracia, es más barato poner la televisión que comprar un libro.

En este sentido nos han hecho llegar a la sede de Podemos Cartagena un escrito con firmas de varios vecinos y vecinas denunciando la situación de la biblioteca municipal Josefina Soria, ubicada en el Centro Cultural Ramón Alonso Luzzy. Denuncian unas instalaciones que carecen, ahora mismo y desde hace varios meses, de una climatización adecuada, aspecto que hace imposible tanto el estudio como la lectura: “Los usuarios y trabajadores sufren lipotimias, bajadas de tensión, golpes de calor”, según cuentan en su misiva, como consecuencia de estar en un espacio donde el aire acondicionado no funciona en pleno verano y con alertas de olas de calor que están alcanzando máximos históricos… Y, aunque no fuera el caso, estamos hablando de Cartagena, cuyos calurosos veranos y temperaturas extremas son predecibles y susceptibles de ser gestionadas de manera eficaz por parte de las instituciones competentes.

En este mismo edificio tienen sus despachos tanto el Concejal de Cultura, como el Coordinador de Área, es decir, son conocedores de la situación, tanto porque los usuarios se lo han hecho saber, como porque tienen que pasar por el 'infierno' en el que se ha convertido el edificio, antes de llegar a sus confortables 'oasis' con aire acondicionado.

Las bibliotecas cumplen dos grandes funciones: cultural y social. Los vecinos necesitan renovación de libros, de películas, actividades para niños, amplitud horaria incluido fines de semana y que toda la oferta cultural sea accesible para las familias con recursos económicos limitados. Los jóvenes y los no tan jóvenes necesitan la ampliación de los horarios, acceso a Internet y que las aulas de estudios estén ubicadas tanto en los barrios como en las diputaciones para favorecer la descentralización y el acceso a la cultura.

Siempre estaremos del lado de la gente y trabajaremos para impedir que la mala gestión y la precariedad aíslen a las familias de su derecho de acceder a la cultura.

Estar en una situación de precariedad afecta a todos los aspectos de la vida diaria. Cualquier persona con sentido común puede comprenderlo. La pobreza se ha normalizado dejando solas y aisladas a las familias que la sufren, haciéndolas sentirse culpables de su propia suerte y obligándolas a callar para evitar el estigma que supondría revelar su situación. Incluso el acceso a la cultura se vive en precariedad.

Porque cuando tus ingresos mínimos no te permiten cubrir tus necesidades más básicas para llevar una vida mal llamada digna, comprar un libro no es una opción, y digo mal llamada digna porque en mi humilde opinión todas las vidas deberían ser vividas dignamente y el acceso a la cultura, a la lectura, a la información y a la formación no pueden ser consideradas privilegios reservados para unos pocos. Una sociedad que no lee, con toda seguridad será más susceptible de ser manipulada y hoy en día, por desgracia, es más barato poner la televisión que comprar un libro.